J. Y. Foix y Antoni Tàpies, unidos en la descripción de un sueño
, Los cinco grabados al aguafuerte de Antoni Tàpies, en el libro L'éstació, estampados por Joan Barberà, están inspirados "de una manera muy subjetiva", en palabras de J. V. Foix, en el que es, hasta el momento, el último poema del escritor catalán. Un poema que él mismo califica de automático y que describe uno de sus más recientes sueños sobre "el más allá", el único tema que le preocupa, en realidad, desde que superó los 90 años.Era el 23 de enero. El primer día después de las vacaciones de Navidad en que Foix salla de su casa, en la ya mítica calle Setantí del barrio de Sarrià, en Barcelona, después de un fuerte resfriado. Son tres pisos que el poeta debe subir a pie y, a su edad, el ejercicio cansa. Pero volvía satisfecho de un entierro celebrado en la iglesia parroquial, "como los de antaño, con ocho curas y mucha gente", explicaba a los interlocutores que le esperaban para entrevistarle.
El poeta está siempre dispuesto a recibir las múltiples visitas que, día tras día, se multiplican. "Sucede algo muy curioso en la literatura catalana y es que todo aquello que yo escribí en 1917 y 1918 se considera hoy como algo nuevo. Hace tiempo que no escribo, pero vivo de renta de los 40 años en que sí lo hice. Un orador griego decía: `Si vales ya te vendrán a buscar', y esto es lo que me sucede a mí, ahora".
Foix ya no escribe, y este último poema, L éstació, ha sido una sorpresa. Como siempre lo hizo antes, se ha guiado "de acuerdo con la propia inspiración". "Antes escribía", explica el poeta, "en un papel cualquiera cuando sentía algo en mi interior que me impulsaba a expresarme, y después corregía muy poca cosa. Empezaba con un verso, el que me salla, que me abría un mundo, como los sueños nos abren tantos mundos que nosotros conocemos. La idea del primer verso se desarrollaba hasta llegar a la conclusión, pero siempre en un estado de presueño viendo unas imágenes muy concretas". Eran los poemas en prosa.
Pero, ¿cómo aparece el presueño? Así lo explica el poeta. "Eso sucede en cada momento. El mundo está lleno de maravillas. Lo decía Ramón Llull y yo puedo confirmar que, dejando a un lado este mundo de tragedia que ha existido siempre, que es el de la pugna entre humanos, y despla-, zándonos al otro lado, digamos el de la paz, podéis encontrar maravillas. Hoy no me ha sucedido, pero el otro día sí. Me paseaba por Pedralbes, como suelo hacer a menudo, con mi sirvienta. Era un lugar muy solitario y de pronto se me acercó una niña de poco más de nueve años y, en castellano, me dijo: `Usted es el poeta'. Ella no podía saber quién era, ni cómo me llamaba, pero me regaló una flor. Los poemas nacen de fenómenos de este tipo".
Un poema y un beso
En Port de la Selva (Gerona), donde pasa los veranos, también le sucedió una maravilla. "En la plaza de la Iglesia hay una casa de estilo isabelino que está siempre cerrada. Un día se abrió una ventana y salió una vieja -bueno, quizás era más joven que yo, pero ya sabéis la manía que tenemos los viejos de envejecer a los demás...-, y me dijo con una voz muy clara, adaptada a la juventud, en catalán: `No. Los cabellos de la María Dolores, no'. Comprendí que era un poema mío. Cerró la ventana, abrió el portal, vino hacia mí y, delante de la iglesia, me besó añadiendo: `Yo tenía 15 años'. Eso es casi un poema. Imaginaos que yo tengo 92 años, ¡y me recuerda una joven que conocí hace un siglo!".Pero sueño y realidad se confunden en el último poema de J. V. Foix, L'estació, que se presentó ayer en el volumen ilustrado por Antoni Tàpies, Fue un sueño el que le inspiró y así lo explica el poeta: "Estaba solo en un camino solitario y había tres campos, uno desértico, otro con flores y otro con diamantes. Un hombre -que no podía hablar porque se trata de un sueño- me daba un papel con letras fosforescentes que decía: `La estación está allí, hacia el noreste'. De nuevo más campos, uno desértico, otro con flores, otro con diamantes. Otro hombre me daba la misma información en un papel. Y así otra vez. Hasta que llego ante un palacio extraordinario, como aquellos que se reproducen en los libros de historia, con unas columnas magníficamente esculpidas por los grandes artistas, con escenas bíblicas e históricas".
"Al menos a mí, en mi sueño, me parece un monumento único, continúa el poeta. "Un hombre, vestido con el uniforme real, me ofrece el ticket de la edad y me dirige hacia el andén. Un papel con letras fosforescentes me informa de que ya he llegado. Pero cuando llego, el tren se marcha. Me giro y el palacio ha desaparecido. Sólo veo a un pobre ermitaño, vestido con trapos viejos y cargado de libros y papeles antiguos que me entrega otro papel: 'Sempre fareu tard' (Siempre llegaréis tarde). Entonces llegan nubes y niebla y yo desparezco entre ellas". Es un "poema casi automático", añade.
Añoranza de la lectora
A pesar de L éstació, Josep Vicenç Foix no escribe porque su vista se lo impide. Y no lo lamenta excesivamente. Lo que sí añora es poder leer. "Sobre todo teniendo un salón lleno de libros que puedo acariciar como quien enamora a un niño, y te encuentras con un título que dice Seneca i els estoics, y tienes una vibración. Es la tragedia de la esclerosis en el nervio óptico.J.V. Foix explica que aun manteniendo los mismos intereses que tenía en su juventud, desde que cumplió los 90 años, sus presueños han cambiado. "Tenía una idea poco fundamentada de que viviría hasta la edad de mi padre, que murió a los 85. Los superé, pero ya sin la idea de escribir. Además, hay un hecho que comprenderéis fácilmente: la actividad mental, al pasar los 90 años, cambia radicalmente. Todo aquello que os movió en la juventud desaparece. Lo que se presenta es el problema del más allá. Hoy sólo pienso en el más allá, en lo que hay después de la muerte".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.