Una larga tradición
A lo que más se parece Lina Morgan cuando actúa es a los queridos animalitos familiares de las películas de dibujos animados. El Picamaderas, el Correcaminos... Tiene la locuacidad que muestra a veces el pato Donald -y su estiramiento de cuello, y sus gestos de sorpresa-; y en el número de ballet clásico de la revista que ahora estrena en Madrid parece como inspirada en algunas imágenes de Walt Disney. Hasta en una ligerísima discontinuidad de movimientos, como la que antes producía la técnica del dibujo animado, y en una repetición de los efectos felices hay un parecido.Claro que los dibujos animados no se inspiraron de la nada, sino de los grandes cómicos del cine mundo, y éstos venían de la tradición del circo, la de los payasos; y éstos a su vez arrancaban de la commedia dell'arte. Lina Morgan está al cabo de una larga tradición. Mucho de su trabajo recuerda al arlequín: las transformaciones de los gorritos blandos y expresivos, los gestos de las manos, los paseos por el escenario, el habla veloz, la mezcla por mitades de listeza e incomprensión al tratar de explicarse el barullo de la acción, la exageración del gesto y, en fin, la complicidad con el público. No sé si todo esto procede de un estudio personal o si lo recoge por intuición o por una inspiración ancestral. Ella ha dicho que su lugar de estudio es la calle: lo que escucha y lo que ve, y también parece muy posible. En todo caso hay en ella una enorme cantidad de trabajo, en cantidad y calidad. Lo que no se ve tan claro es la comparación con actrices de la vena cómica, como Loreto Prado. Lo importante en Lina Morgan es la capacidad para crear su personaje único, lo cual está también inscrito en la gran tradición. Lo ha hecho siempre, lo hace ahora. El milagro de la comunicación con el público no se ha interrumpido.
Sí al amor
De Manuel Baz y Gregorio G. Segura. Intérpretes: Amelia Aparicio, Tico Medrano, Anne-Marie Rossier, Ricardo Valle, Lina Morgan, Pedro Peña, Berto Navarro, Paloma Rodríguez. Ballet Nueva Imagen. Coreografía: Mohammed B. Junior. Escenografía: Alfonso Barajas. Figurines: José M. Ligero y José Luis Molina. Dirección: Víctor A. Catena. Estreno, teatro de La Latina. Madrid, 25 de enero.
Todo en torno a ella es insignificante. Apenas se sigue el enredo; los chistes consisten en la alusión a temas de actualidad. La música es maquinal y los números lo son porque en ellos está Lina Morgan. Los actores cumplen con su misión de servicio a la estrella, con su trabajo de puntos de apoyo; la escenografía y los figurines buscan la característica de brillos, luces y colores del género. Es bastante sorprendente la calidad del ballet, sus lucidas y esbeltas señoritas, sus muchachos unánimes y los rasgos de su coreografía que se separan del tópico.
El milagro de la comunicación de Lina Morgan se produjo una vez más: estaba su público -desde los fijos del barrio hasta Fraga Iribarne- y seguirá acaparando espectadores todo el tiempo que quiera estar en el teatro. Heredera de una tradición, Lina Morgan es ella misma una tradición. Aplausos y risas la interrumpieron muchas veces y se convirtieron en ovaciones. Los colaboradores, presentados por Lina, fueron también premiados por el público.
Babelia
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