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Polémica en Irlanda por una insinuación sobre el final de la neutralidad militar

El ministro de Defensa de la República de Irlanda, Patrick Cooney, ha sugerido que, en un futuro lejano, Irlanda podría abandonar su neutralidad militar. Este comentario del ministro ha suscitado una viva polémica en el país.En un almuerzo con la Prensa celebrado ha unos días, Cooney dijo que, cuando la Comunidad Económica Europea (CEE) consiga su objetivo último de llegar a una unión política, Irlanda tendrá que contribuir a la defensa de Europa. El ministro sugirió que la neutralidad irlandesa no debería ser considerada como una cuestión de principio, sino de eficacia política, como una opción que puede ser adoptada o abandonada según la situación.

Cooney añadió que Irlanda es militarmente neutral, en la medida en que está fuera de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pero que no lo es en el plano ideológico, ni en el cultural, ni el económico, en cuanto pertenece a una comunidad, la de los diez, que mantiene estrechas relaciones con Estados Unidos.

Otros países neutrales europeos, como Suiza, Suecia o Finlandia, consideran que el objetivo último de unidad política de la CEE impide su adhesión a la misma.

En la cadena de reacciones suscitadas por las observaciones del ministro destaca la del partido de oposición Fianna Fail, que declaró a través de un portavoz: "Este partido rechazará y se opondrá a cualquier intento del Gobierno para apartar a Irlanda de su política tradicional de neutralidad. También se negará a verse implicado en cualquier tipo de alianza o bloque militar".

Los diputados irlandeses se opusieron el pasado mes de abril a una resolución del Parlamento Europeo que pedía a los Gobiernos de la CEE que adoptaran una posición común en materia de defensa. La Cámara apoyó esta propuesta casi unánimemente.

El pasado mes de junio, varios Estados comunitarios decidieron relanzar la aletargada Unión Europea Occidental (UEO), para poder discutir asuntos de defensa y de seguridad europea sin interferencias de Irlanda, y de algún otro país vergonzante, como Grecia. Este hecho creó inmediatamente en Irlanda el temor a una Europa a dos velocidades, en la que algunos miembros reforzarían sus lazos privilegiados, marginando inevitablemente a otros de las decisiones más importantes.

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