Combates en Camboya
LAS TROPAS vietnamitas que ocupan Camboya han obtenido una serie de éxitos militares importantes en sus operaciones contra determinadas bases de la resistencia; para ello han empleado más efectivos y medios que en años anteriores. En las pasadas Navidades conquistaron la base de Nong Samet y el 7 de enero han liquidado la base de Ampil, en la que estaba instalado el Estado Mayor del Frente Nacional de Liberación del Pueblo Jemer (KPNLF), la organización guerrillera de tendencia nacionalista de derechas que había adquirido cierto valor simbólico como baluarte de la resistencia contra la ocupación vietnamita. Estos éxitos militares no representan en sí algo sorprendente. Nadie puede dudar que Vietnam es la mayor potencia militar en la zona, y que está en condiciones de derrotar a unidades guerrillleras muy inferiores. Llama la atención, en cambio, que las operaciones hayan sido realizadas básicamente por tropas vietnamitas, con un papel escaso de las fuerzas camboyanas organizadas por el Gobierno Heng Samrin, instalado en Phoni Phen después de la ocupación vietnamita. Ello parece confirmar un cierto fracaso político en su intento de consolidar un nuevo Estado camboyano, dirigido por aliados fieles y susceptible de aliviar la necesidad de la presencia de tropas vietnamitas.Los interrogantes que suscita esta ofensiva contra bases guerrilleras son de orden político, no militar. Hace tres o cuatro meses, en el curso de los debates de la Asamblea General de la ONU, el ministro de Asuntos Exteriores de Vietnam, Nguyen Co Thach, había pronunciado frases anunciando una posible negociación: "No en un plazo de días o semanas", dijo, "pero tampoco de años". Parecía responder con ello a anteriores declaraciones del príncipe Norodom Sihanuk, en las que éste se mostraba dispuesto a propiciar negociaciones encaminadas a buscar una solución política entre las diversas fuerzas camboyanas, las que luchan en las guerrillas y las que gobiernan con el apoyo militar vietnamita. El presidente Mitterrand, después de recibir al príncipe Sihanuk, no ha escondido su apoyo a una negociación de ese género. Otros hechos políticos podían alimentar esa perspectiva de un proceso de negociación. Es evidente que en las recientes conversaciones de alto nivel celebradas en Pekín con motivo de la visita del vicepresidente del Gobierno soviético, Arjipov, los chinos han reiterado una posición clara, intransigente, exigiendo el cese del apoyo de la Unión Soviética a la ocupación vietnamita de Camboya. Es lógico que Moscú necesite estudiar las posibles hipótesis para levantar los obstáculos que impiden una mejora de sus relaciones con China.
En ese marco, lo más significativo de las recientes operaciones militares es que los vietnamitas han concentrado sus golpes contra las guerrillas nacionalistas de derecha, las que tienen indiscutiblemente una audiencia mayor en los países vecinos de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), como Tailandia y Birmania. Ello puede entrañar, como consecuencia política, un grave desequilibrio del Gobierno de coalición nacional camboyano que preside el príncipe Sihamik; este Gobierno, que conserva la representación internacional de Camboya en la ONU y ante la mayoría de los países del mundo, es internamente muy débil. En su seno se agrupan tres fuerzas extraordinariamente dispares: los neutralistas del príncipe Sihanuk, con escasas fuerzas combativas pero con cierto peso internacional; los jemeres rojos, que tienen las guerrillas más fuertes, unos 30.000 hombres, si bien su desprestigio político es enorme porel balance terrible de su período de gobierno; y los nacionalistas de derecha, que tenían su príncipal centro cerca de la frontera tailandesa, en Ampil. Al golpear a estos últimos, los vietnamitas pueden desequilibrar el Gobierno Sihanuk, debilitando precisamente a los sectores partidarios de una solución negociada. Aparece, pues, la imagen de una intransigencia vietnamita, con instrumentos militares, que puede fortalecer a la vez la intransigencia en el campo de la resistencia camboyana.
No es fácil interpretar las recientes operaciones militares de las tropas vietnamitas en Camboya por un deseo de asegurarse una posición de fuerza antes de hacer una oferta negociadora. Más bien parecen responder a una evolución del régimen de Hanoi en el sentido de una mayor dureza represiva. En el plano interior, en los últimos días cinco personas han sido condenadas a muerte acusadas de conspirar contra el régimen. Tres de ellas han sido ejecutadas y dos han visto su pena conmutada por la de cadena perpetua. El Gobierno Mitterrand ha hecho gestiones diplomáticas públicas para evitar las ejecuciones, alegando que algunos de los condenados tienen la nacionalidad francesa. No existe, pues, ningún interés por mejorar las relaciones con Francia, país que apoya abiertamente una solución política negociada para la cuestión camboyana.
Acaba de cumplirse el sexto aniversario de la invasión de Camboya por las tropas vietnamitas; a todas luces, el primer objetivo en Hanoi es consolidar militarmente esta ocupación, con la posibilidad, incluso, de costes ínternacionales que pueden ser serios.
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