La irresistible caída del malufismo
Paulo Salim Maluf, candidato oficialista a las elecciones presidenciales de Brasil, fue derrotado de antemano por un indio y, además, socialdemócrata. En efecto, el derrumbe final de Maluf se precipitó cuando Mario Juruna, el hosco diputado federal por Río de Janeiro en las filas del PDT (Partido Democrático Laborista) del gobernador carioca Leonel Brizzola, indígena, agitó ante las cámaras de televisión el cheque en dólares del primer pago que la oficina política de Maluf le hacía por su voto en el colegio electoral de Brasilia. No es que el pueblo brasileño se sorprenda un ápice por la compraventa de los votos, pero está acostumbrado a una mayor discreción y conservación de las maneras.En Brasil se ha acuñado el término malufismo para definir tanto a la minoría del PDS (Partido Democrático social; el partido del régimen militar) que le sigue como a una forma descarada y agresiva de administrar la corrupción política del país: los viejos vicios de la dictadura, corregidos y aumentados por los jóvenes tecnócratas que crecieron a su amparo. Paulo Maluf nació en Sao Paulo en 1931, hijo de una segunda generación de emigrantes libaneses, cristianos maronitas, ya enriquecida. Genuino representante de la burguesía industrial es ingeniero civil, consumado hipista y se atreve a ofrecer recitales de piano en veladas benéficas. Típico producto de la revolución militar de 1964, es un populista que desprecia profundamente el voto popular.
Paulo Maluf, brillante, ejecutivo, resolutivo, es, por el exceso de su exactitud, una caricatura de los tecnócratas agresivos que propiciaron el grosero colosalismo de la dictadura reflejado en obras faraónicas como la represa de Itaipú, y más genuinamente en la carretera transamazónica y en el puente sobre la bahía de Guanabara entre Río de Janeiro y Niteroi.
La transamazónica fue proyectada para asentar medio millón de familias en cinco años en nuevos poblados que conquistaran a la selva: solo asentó 10.000 familias en diez años. Previsto su costo inicial en 340 millones de cruceiros, cada uno de sus 2.500 kilómetros terminó costando 13 millones de cruceiros en valor-dólar de 1981. La descomunal carretera de piso de tierra, a trechos reventada por la lujuria amazónica, es denominada la transamargura, la que une la miseria de la selva con la miseria de la catinga, el olor del negro miserable.
El puente Río-Niteroi, proyectado para 1971, fue entregado con tres años de retraso tras ser intervenidas las obras por el Gobierno federal, despilfarrarse 65 billones de cruceiros y cobrarse las vidas de 72 obreros e ingenieros. Fue el milagro económico brasileño, a cuyo resguardo se levantaron espectaculares fortunas y se dilapidaron los caudales públicos. Todo el prepotente y alardeador mangoneo político y económico que ahora encuentra su símbolo y su chivo expiatorio en Paulo Salim Maluf.
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