200.000 personas asistieron a la primera noche 'rockera' de Rio de Janeiro, con nueve horas de música y baile
ENVIADO ESPECIAL El primer día del espectacular Rock in Rio comenzó con la asistencia de unas 200.000 personas, según los periódicos locales, a nueve horas de música y baile. El rockódromo es un gran recinto rectangular en el que, además del escenario y de las siete torretas construidas con andamios que destellan con una compleja iluminación, también hay toda una feria rockera, con tiendas de discos, camisetas y otros objetos.
Ney Matogrosso abrió el festival poco después de las seis de la tarde del viernes, en un turno en el que el público iba entrando poco a poco. La gran masa heavy no aceptó el estilo embelesado de Erasmo Carlos, el segundo en salir, y por algunas zonas se escucharon abucheos. La fuerza real de este primer día empezó con Pepeu Baby, que resultó ser un dúo de una cantante vivaracha, Baby Consuelo, con voz y contoneos de samba, y Pepeu Gomes, cuya popularidad aquí es similar a la de Miguel Ríos en España, y que punteaba con brío rockero y sabor del lugar.La cantante aprovechaba su embarazo de grasa para agitar la barriga a ritmo de samba. Ocho músicos -incluido el viento- y tres voces de bellas mulatas apoyaban a la pareja.
Es rock brasileño en su sentido más sencillo y definitorio: rock por la guitarra de Gomes, un alumno declarado de Jimi Hendrix, que no puede evitar seguir la línea de Carlos Santana y sustituir la salsa del chicano por el sonido brasileiro. Cuando se ausentó su compañera, Gomes ofreció sus propios temas instrumentales y cantados; ganó en potencia rockera y perdió gran parte del sabor autóctono.
Whitesnake, el cuarteto que manda David Coverdale, con su rock duro (no heavy), llega a agradar en varios números de una instrumentación más limpia y unos coros sencillos, como en Sweet satisfaction o en Love Hunter. La fuerza del grupo reside en la guitarra de John Saxon, y lo aceptable, en la entonación de Coverdale.
Iron Maiden tardó en aparecer, y triunfó cuantitativarnente en la primera noche rockera de Río. El quinteto Iron Maiden mejoró la puesta en escena con efectos de luz y fuego que deslumbraron al público. Fue la fase de máxima ceremonia heavy, constante y horriblemente tormentosa (esto es precisamente lo que hechiza a sus aficionados).
Habían pasado siete horas de actuaciones y el cuarteto Queen llevaba la ventaja de ofrecer el mejor y más conocido repertorio con el sonido menos molesto y el inconveniente de dirigirse a unos oyentes cansados. Pegasus, el grupo catalán de Max Suñé, sonó sorprendentemente en la última pausa. Queen superó todo lo anterior, principalmente por sus cancione
Under pressure, Somebody to love o It's a hard life, que fue coreada por casi todos junto a la guitarra acústica de Briam May y la voz e inteligente dirección de Freddy Mercury, todo un mago del escenario Los fuegos artificiales acabaron con 540 minutos de música y de baile de estos brasileños que son muy agradecidos y aplauden y cantan todo lo que les pongan.
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