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La Universidad y el Rey

¿Cuál es la "causa de honor" que justifica la concesión de un doctorado a un rey?Desde la más rigurosa teoría monárquica, aquella que apenas podría sostenerse hoy en todas sus consecuencias sin llamar a escándalo, no existe causa alguna capaz de honrar a un rey, puesto que su figura supone precisamente el manantial y origen de todas las honras. Pero en la historia de España (y España es uno de los pocos países del mundo en los que cobra pleno sentido la historia de la monarquía) el declive de ese estricto concepto de la institución aparece bien pronto y, por lo que respecta al público testimonio de la caída de esa idea absoluta, quizá pudiera sostenerse que termina con el Cantar de Mío Cid.

La figura del Cid es un concepto, un tipo weberiano, que exige al monarca calidades superiores a las que éste puede ofrecer, y esa exigencia resulta incompatible, en sus términos, con la idea de la corona como semilla de todas las honras, ya que hay una, al menos, que se le escapa y le sobrepasa. A nadie le sería permitido pensar hoy que la honra debida a la monarquía como institución pudiera estar por encima de las personas que ciñen la corona, y de ahí el pleno sentido de un doctorado que reconoce el mérito de una actitud personal del Rey (hablo, naturalmente, del Rey de España, Don Juan CarIos I).

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Para que las actividades sean acreedoras al reconocimiento del mérito necesitan precisamente escapar del mecanicismo de lo inevitable, ya que sólo quien puede equivocarse puede también reclamar la virtud del acierto; la infalibilidad como dogma no merece, a estas alturas, reconocimiento alguno. La "causa de honor" puede existir, hoy día, aplicada a la Corona precisamente por el abandono de la imagen de lo absoluto, y toma cuerpo en el homenaje rendido por la Universidad española a su Rey, porque sus acciones se consideran dignas de tal público reconocimiento.

Esta segunda parte del argumento no tiene por qué darse necesariamente por válida en todos los supuestos (tampoco volvamos la cabeza atrás, puesto que no merecería la pena), y conviene que la virtud del reconocimiento honroso, aunque fuere dada por buena inicialmente, exhiba el contraste capaz de dar fe de la calidad de la honra que se otorga.

Quizá fuera prudente recordar que la Universidad Complutense es la que dio los pasos formales necesarios para investir como doctor al Rey. -Pero es toda la Universidad española la que tuvo "una iniciativa imposible de rematar en esa idea global, y resulta especialmente significativo el hecho de que haya sido la institución universitaria la que haya funcionado como contraste para honrar al Rey, porque es precisamente la Universidad quien ha tomado la delantera en la recuperación y reconocimiento de honras ocultas y menospreciadas en épocas pretéritas y peores. La Universidad española se ha honrado primero a sí misma reflejándose en la calidad humana y en el mérito científico de las personalidades notables que han sido recuperadas tras las torpes marginaciones sufridas. Ahora se reconoce quizá la causa, una de las principales causas, de la renovación y el resurgimiento de una España asombrosamente rápida en sus reflejos tras una época que parecía haber anquilosado el quehacer de las próximas generaciones.

El Rey Don Juan Carlos no ha tenido fácil la tarea que le ha llevado al reconocimiento honroso. Debe haber sido, probablemente, uno de los reyes de nuestra historia que más dramáticamente se encontró con un país hostil a la idea de la monarquía y nada seguro de la necesidad de contar con la institución de la Corona como remedio para sus males. De hecho, la Corona era tenida -y va siendo hora de que lo reconozcamos así, sin que nos importe en este trance bucear las causas- como un impedimento para la puesta al día de los modos democráticos y aun de los usos nacionales, y no pocos españoles se hubieran dado con un canto en los pechos por la simple garantía de la neutralidad real. No sé si tal cosa hubiera bastado para justificar un doctorado honoris causa, pero estoy convencido de que esa única actitud no hubiera sido suficiente para evitar los peligros del involucionismo.

El Rey Don Juan Carlos ha apostado mucho más fuerte por un destino histórico, que era el deseado por la gran mayoría de su pueblo, y la honra ahora otorgada ha sido una pública evidencia de su quehacer. Porque el doctorado honoris causa del Rey es casi un acto reflejo. La Universidad ha premiado, por encima de todo, el que se le haya hecho posible la concesión de hopores sin rubor.

Copyright Camilo José Cela, 1985.

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