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Cinco años después

( ... ) Cinco años después de su intervención militar, y a pesar de su enorme superioridad, los soviéticos no han terminado con los insurgentes afganos ( ... ) y la estrategia de tierra quemada sólo ha conseguido avivar en los afganos el odio hacia el ocupante y provocar el éxodo de refugiados más importante del mundo hasta ahora.( ... ) No obstante, a pesar del éxito, lindante a veces con el heroísmo, del progreso en la dirección de la guerrilla y de su mejor equipamiento, la resistencia no está capacitada para vencer a un adversario que se ha hecho más ágil y combativo. Ha ganado en respetabilidad, pero sigue sin ser reconocida como entidad política ni por la comunidad occidental ni por la Conferencia Islámica. Sus componentes están lejos de constituir un frente, y todavía menos un Gobierno provisional, que es la evolución normal de los movimientos de liberación. Pakistán, que es el primer interesado en el asunto, no fomenta en absoluto esta evolución por temor a perder su influencia sobre la resistencia y provocar a la URSS. Pero parece que se ha puesto en marcha una dinámica unitaria que tal vez con el tiempo permita remontar a la guerrilla sus inevitables rivalidades internas.

Mientras tanto, la Unión Soviética se halla en un callejón sin salida, tanto militar como político. Cierto es que no trata de ganar la guerra a corto plazo, sino que desea no perderla, así que juega con el factor tiempo y con el cansancio. Por tanto, no resulta sorprendente que Moscú no busque un arreglo político. En realidad, las conversaciones indirectas celebradas bajo los auspicios de las Naciones Unidas, y en las que el presidente Reagan se ha interesado, no han avanzado nada. Si los países occidentales aflojaran la presión diplomática, podrían dar la impresión de que no desean ensombrecer sus relaciones con Moscú, sobre todo a nivel económico, y que a fin de cuentas les satisface ver a la URSS empantanada en un conflicto armado contra un pueblo musulmán del Tercer Mundo.

, 28 de diciembre

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