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Josep Maria Flotats:. "Soy la excusa para una no política teatral"

La Generalitat de Cataluña retira la promesa de cederle al actor la gestión del teatro Poliorama

"Soy la excusa para una no política teatral", observa Josep Maria Flotats al considerar que ya no puede guardar silencio sobre sus actuales relaciones con la gestión teatral de la Generalitat de Cataluña: "No he firmado ningún contrato de mutismo", añade, "y además me parece aberrante la forma en que se está considerando, desde perspectivas distintas, la situación del teatro en Cataluña". Existe un malestar extremo en el ambiente que le obliga a ciertas precisiones. Entre actores y directores se ha construido un elemental y falso dilema: "O subvencionan a Flotats o a nosotros", dicen. Pero además, en estos últimos tiempos es desde el propio Departamento de Cultura que asoman las críticas hacia el actor que volvió, hace ya dos años casi, de Francia. Joan Rigol afirmaba en una entrevista concedida a una emisora de radio que "es más rentable concederle cuatro millones a Pere Planella que 20 a Flotats". Fue la provocación. "Parece como si yo me hubiera presentado pistola en mano para conseguir algo", dice Flotats, "parece que me subvencionan por una obligación extraña. Ya van dos veces que le pido audiencia al nuevo conseller -Flotats se niega a flamarle por su nombre- sin obtenerla"."Volví porque me lo pidieron desde la Generalitat y porque estaba convencido de que podía hacerse teatro aquí. Sé que a los pocos días de ocupar la cartera de cultura, Max Calmer pensaba ya en mi retorno a Barcelona. Fue entonces cuando me hicieron las dos distintas propuestas. Por una parte se trataba de montar tres espectáculos (Una jornada particular, Cyrano de Bergerac y otra pieza, a convenir, cuyo texto estuviera más directamente vinculado a Cataluña); por otra se pensaba en que dirigiera la organización de un teatro nacional. Por ello abandoné mi puesto en la Comedie Française donde profesionalmente lo tenía todo mucho más fácil", recuerda Flotats.

Historia de un retorno

El primer peaje del retorno de Josep Maria Flotats consistía en su presentación de la Comedie Frangaise con el Dom Juan, un Molière en el Liceo de Barcelona. "En aquel Sant Jordi de 1982 todo fueron elogios", recuerda el actor. Hay quien sitúa aquella gloria momentánea con el inicio de la campaña electoral por parte del partido gubernamental catalán. Efectivamente, "Flotats", como decía uno de los teatreros catalanes, "vino en calidad de prostituta de lujo, para vivir en la Diagonal; hoy, pasadas las elecciones, quieren confinarle en la habitación de un barrio más barato"."Todo fue claro en tiempos de Max Cahner. Aunque fueran muchas, las dificultades se sorteaban de común acuerdo". Hubo problemas en el momento -de decidir el local en que se iba a estrenar el primer Flotats en catalán. Del ideal Tívoli de un empresario privado, se pasó al Poliorama de la Rambla, gestionado por la Generalitat, para terminar con un estreno del montaje en el Condal, sala en aquel entonces de reciente recuperación, por parte de un equipo formado por tres socios con muchas ganas de comerse el mundo: "Se trata de demostrar que el teatro es comercialmente rentable", decían aquellos ex-militantes ácratas.

Como fuere, Flotats estuvo en el Condal, en pleno Paralelo barcelonés, durante varios meses y, después de un oficialísimo estreno con la presencia de las máximas autoridades locales, consiguió hacerse con la mayor recaudación desde que la Generalítat iniciara su,proyecto de subvenciones teatrales. Si no todas las críticas periodísticas fueron buenas, el convenio con el público resultó más que favorable.

Aún entonces Flotats era partidario de "o todo o nada". Sin embargo, con el tiempo se ha dado cuenta de que en este país suyo las cosas no son tan fáciles. "Me pregunto: sí a mí que me han llamado prometiéndome las mejores condiciones y me tratan tal como me tratan, qué harán con mis compañeros de profesión que han aguantado aquí desde el principio?". Con el tiempo ha aprendido a negociar con las autoridades catalanas. "El punto más difícil llegó este último verano, con el cambio en la dirección del deparlamento de Cultura. Se me hizo saber que no podían subvencionar el Cyrano de Bergerac y que no podían terminar las obras de restauración del Poliorama. Fue entonces cuando recurrí a presidencia para recordarles que eso es lo que me habían prometido dos años antes. A los pocos días me volvían a llamar desde Cultura. El director general me devolvía la subvención y añadió un ofrecimiento para dirigir el nuevo teatro nacional catalán. Agradecí que me dieran, de nuevo, una cosa ya prometida hacía un año y así lo hice constar".

Este nuevo teatro nacional, localízado en el Poliorama, iba a bautizarse con el mismo nombre que llevó durante el período de la segunda república: Teatre Catalá de la Comédia, "el anagrama le importaba mucho al director general", anota Flotats. El Departamento de Cultura estaba dispuesto a conceder una subvención de hasta 65 millones anuales en la confianza de que Flotats, por su carisma popular, conseguiría llegar hasta los 100 millones como mínimo. "No es que yo estuviera de acuerdo con las cifras apuntadas, que me parecen irrisorias, pero pensé que lo importante ya estaba decidido, que se trataba de confeccionar una programación y que, a partir de ella, podríamos discutir razonablemente las cuestiones presupuestarias".

Sembrar cizaña

Como única condición para aceptar el repetido encargo de dirigir el teatro catalán de la comedia, Flotats impuso la concesión de tres años de gestión. "Sólo para confeccionar el programa se necesita un mínimo de seis meses. Pero no he tenido tiempo para nada". Hace aproximadamente dos meses el director general, Jordi Maluquer, volvía a convocarle. "Me dijo que lamentablemente la Generalitat no tenía el dinero suficiente para construir ese teatre nacional y, de paso, me preguntó cuándo iba a terminar el Cyrano de Bergerac, porque pensaban ceder el Poliorama al Ayuntamiento de Barcelona"."Quizá donde más me he equivocado es en la confianza que he demostrado siempre hacia el Gobierno autonómico. Nunca he pedido la firma de un contrato. Siempre los acuerdos fueron tácitos", dice Flotats. Le duele que los compañeros de profesión vean en él al culpable de que "las cantidades repartidas a modo de subvención sean cada vez más reducidas, cuando en realidad lo que sucede es que no hay criterio teatral. Se nos dice, ¿cuánto dinero queréis?, en lugar de ¿qué es lo que pensáis hacer?". Para Flotats, en definitiva, sucede que "el Departamento de Cultura siembra cizaña allí donde le faltan argumentos para defenderse por no tener una política cultural clara".

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