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El derecho moral de Pablo Serrano

El escultor reinicia un procedimiento judicial contra el comprador de una obra suya que la destruyó

, El próximo día 15 de enero está prevista la celebración de la vista ante la Sala Tercera de lo Civil de la Audiencia Territorial de Madrid. Según explica Pablo Serrano, decidió demandar nuevamente a la empresa que encargó y destruyó la escultura a raíz de haber comentado el caso con el ahogado Eduardo García de Enterría. Éste le indicó que, al reconocer la Constitución la Declaración Universal de los Derechos Humanos, era posible presentar una demanda acogiéndose a ella, ya que reconoce expresamente el "derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones artísticas".

Será la primera vez desde que entró en vigor la Constitución que un tribunal español dictará sentencia sobre esta materia. Serrano señalaba expresamente en la demanda que se compromete a poner a disposición de la directiva del Círculo de Bellas Artes de Madrid "la cantidad íntegra que se fije judicialmente como indemnización, con el encargo de que se destine a la concesión de becas, ayudas y subvenciones para el estudio de la protección jurídica de los intereses morales y patrimoniales de los artistas plásticos en el derecho español".

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"Mi gran preocupación", indica el artista, "es que quede claro que no lo hago por mí mismo, sino que quisiera servir de bandera ante unos derechos morales de autores que en todo el mundo están reconocidos, mientras que en España, al parecer, todavía nuestra legislación está atrasadísima. Que no soy yo el que quisiera presentarme como un profeta, como un apóstol o un gran moralista; que me interesa mucho la labor de todos los artistas españoles y que la sociedad considere si lo que hacen es digno. Que considere si vale la pena que ellos existan como tales artistas o se tienen que convertir en otras personas para producir riqueza material".

Sería, pues, necesario que las leyes amparasen el derecho moral de autor. "Es un derecho tan sencillamente humano, tan sencillo de cumplir... Porque quien compra la obra compra la materialidad de esa obra, es decir, compra la tela, la obra, el marco. Pero si es un cuadro de Goya, el padre de la criatura siempre será Goya. Y si viviera, lo que le gustaría es ver que esa obra que ha realizado y que es un hijo suyo está bien de salud, nada más; que se le permita llevarla a una exposición o sacarla una fotografía. Ese es el derecho moral, nada más".

"Tápies ganó un pleito porque expuso alguien un cuadro suyo sin pedirle autorización. Dubuffet, en París, ganó un pleito a la Renault porque presentó un proyecto para una escultura al exterior y se realizó nada más que la mitad. Aquí, si seguimos sin reconocer ese derecho moral de autor, cualquier persona que compre una obra, con todos los derechos en su amparo, podrá destruirla y no ha pasado nada".

Los hechos ocurrieron en 1962, cuando, por medio del arquitecto

El derecho moral de Pablo Serrano

Antonio Lamela, el hotel Tres Carabelas, de Torremolinos, perteneciente a la cadena Intusa, encargó a Serrano una escultura para ser instalada dentro de él. La obra que hizo Serrano, según él mismo señala, "pertenece al año 1957, en que en Madrid se creó el grupo El Paso. Yo había hecho un viaje por Europa a mi regreso de Uruguay. Recibí este encargo y consideré que venía muy bien ahí hacer una obra que fuese representativa de la inquietud de las artes plásticas de nuestra época".El motivo le vino inspirado al escultor por los viajes espaciales que comenzaban. "Entonces se me ocurrió hacer una obra con elementos de desecho recogidos en una chatarrería. Y con esos hierros construir algo que fuese en sentido espiral, como un deseo de superación. Lo titulé Viaje a la Luna en el fondo del mar", señala el escultor.

"Hice una obra que comprendían perfectamente bien los soldadores. Tenía una dimensión de 10 metros de altura. La parte superior estaba soldada a los hierros de la estructura del propio edificio. Por lo tanto, estaba sostenida por esas soldaduras. Ello quiere decir que si se cortaban esos nervios todo lo demás se desplomaría, como así sucedió".

Precisamente el hecho de que los soldadores hubiesen comprendido bien la escultura y se hubiesen interesado por ella fue uno de los motivos por los que Pablo Serrano confiesa que sintió una gran decepción cuando supo que la obra se había destruido.

Meliá no vio la escultura hasta que estuvo completamente instalada. "Era un trato hecho con el propio arquitecto, que me dio libertad absoluta para poder realizar la obra. Meliá la vio cuando ya estaba hecha, el día antes de la inauguración del hotel. Al no gustarle, la mandó, para mí, destruir, aunque él dijo que estaba desmontada".

Entonces el escultor presentó una demanda, al entender "que no era solamente una ofensa a mi trabajo, sino para todos los que realizaban los artistas en España, y yo entendía que era algo que no podía dejarse pasar. Moralmente entendía que no estaba afectada mi obra, sino la de todos los demás".

En el momento en que fue presentada la demanda Serrano no había cobrado la obra, pero inmediatamente recibió el dinero: 60.000 pesetas (hay que recordar que era 1962). El pleito duró hasta principios de los setenta, en que llegó al Supremo, que dictó sentencia. "Según consta", indica el escultor, "el derecho moral de autor no estaba reconocido en la legislación española".

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