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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El tramo final de la negociación con la CEE

LAS NEGOCIACIONES hispano-comunitarias no acaban de encarrilarse. Todavía sigue sobre la mesa buena parte de los problemas planteados cuando España presentó su demanda de adhesión a las Comunidades Europeas en 1977. En el supuesto de que pretendamos que nuestra adhesión se produzca el 1 de enero de 1986, quedan pocas semanas para concluir esas dificiles negociaciones. Bien es verdad que la actual Comisión Europea, bajo la presidencia de Gaston Thom, está considerablemente desprestigiada, como lo prueba -entre otros datos- el voto del Parlamento Europeo para censurar su gestión durante el ejercicio presupuestario de 1982. Cabe esperar que a partir de enero, bajo el mandato del ex ministro de Finanzas francés Jacques Delors, la Comisión rehaga su imagen, y sobre todo su eficacia, en las negociaciones con España.No cabe, sin embargo, achacar todos los males a esta institución. Los Estados miembros, reunidos en Consejo, son los verdaderos responsables del retraso negociador. Desde hace tiempo, la CEE no avanza y ofrece una desoladora imagen de estancamiento. Así, las autoridades comunitarias sólo reaccionan ante el hambre en África cuando un reportaje de la BBC les obliga a ello. Tampoco frente a los 64 países del Tercer Mundo, con los que debe firmar la Tercera Convención,de Lomé, la CEE se muestra más brillante; así, con un espíritu colonialista digno de los peores momentos eurocentristas del pasado, señala que su oferta de ayuda "no es negociable". Ni siquiera se negocia este aspecto con España y con Portugal, con cuyo dinero se cuenta ya para estos menesteres como si el ingreso de ambos países en la fecha prevista fuese un hecho prácticamente aceptado.

La negociación concreta entre España y los 10 Estados miembros todavía no ha cerrado definitivamente acuerdos en cuestiones tan importantes como la agricultura (incluidos el vino y el aceite de oliva), la pesca, el desarme arancelario en industria, la siderurgia, los asuntos sociales, las instituciones, las relaciones con Portugal y el estatuto de Canarias. Esta relación, que incluye los temas pendientes más destacados, ni siquiera agota la lista de problemas en discusión. Y, tal como están las cosas, un pacto equilibrado exigiría que la mayoría de estos temas quedase cerrada de forma simultánea. Para que llegaran a buen puerto las negociaciones, se necesitarían arbitrajes no solamente entre los diez, sino también por parte española. Habrá que ceder en algunas cosas a cambio de ganar en otras. Y para ello es imprescindible que exista un verdadero mandato de negociación, de forma tal que España pueda presentarse con una sola voz, y no con declaraciones dispares de diversos ministros en Bruselas. Sóloasí podrían evitarse situaciones tan confusas como la producida la semana pasada en Bruselas cuando el secretario de Estado para las Relaciones con la CEE, Manuel Marín, dio un pequeño paso adelante en materia de productos agrícolas continentales, rectificado al día siguiente por orden del ministro de Agricultura, Carlos Rornero.

¿Ha llegado entonces el momento de establecer este mandato o de permitir concesiones por parte de nuestro país? España no puede dar nada gratis hasta que la CEE haya alcanzado acuerdos internos sobre las ofertas o las contraofertas que puedan hacerse a nuestro país. Y ese momento se alarga cada vez más. Bajo la excusa de su dificultad -y también de la incapacidad de la actual presidencia irlandesa del Consejo de Ministros de la CEE-, la estrategia de los diez parece consistir en acorralar a una España cogida por las fechas para que acepte lo que se le dicte. Lo que queda fuera de cualquier duda es que España debe rechazar las propuestas inaceptables, entre otras cosas porque la debilitación de la estructura económica española iría en contra de los intereses de la propia Comunidad. Las fechas, en cualquier caso, son para todos. El anuncio del presidente del Gobierno de que el referéndum sobre la OTAN se celebrará a comienzos de 1986 se inscribe también en ese calendario. Dadas las actuales resistenciasi de los españoles a aceptar la permanencia en la Alianza Atlántica, las posibilidades de un rechazo de la OTAN aumentarían enormente si en esas fechas las puertas de la CEE siguieran aún cerradas para España.

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La sesión negociadora del 27 y 28 de noviembre -que puede convertirse en un maratón- está siendo bien preparada. Sin embargo, en esa negociación pueden faltar elementos esenciales, como el vino o la pesca. El ministro de Exteriores, Fernando Morán, comentó hace tiempo que la negociación no terminaría hasta febrero. Y, a tenor de los indicios, así parece. Algunas cuestiones -el vino y la pesca, entre otras- probablemente tendrán que ser abordadas en la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno que se celebrará el 3 y el 4 de diciembre en Dublín. Por otra parte, la oposición, dentro de España, parece haber desencadenado, ante la inminencia de la firma del tratado de adhesión, una batalla para que dicho acuerdo quede descafeinado y el Gobierno socialista no sólo no obtenga un éxito político, sino un fracaso, de esta firma. Movimientos tácticos de ese tipo, pensados para la clientela interna, podrían ser desastrosos para la negociación.

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