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CIENCIA

Los médicos desconocen aún las causas de la muerte de Baby Fae

La muerte de Baby Fae, la niña que sobrevivió 20 días con el corazón trasplantado de un mandril, ha provocado, como se esperaba, una oleada de declaraciones a favor y en contra del experimento. Médicos y científicos, moralistas y filósofos no han tardado ni 24 horas, desde que el corazón trasplantado de la pequeña californiana dejara de latir, en enzarzarse en una polémica sobre la conveniencia o no de la operación, sus implicaciones sociales y sus principios éticos.

El doctor Bailey, jefe del equipo que realizó la operación, y la doctora Nehlsen-Casarella, especialista en inmunología, señalaron ayer, en conferencia de prensa, que aún no conocen las causas de la muerte de la pequeña Baby Fae. Curiosamente, explicaron, las pruebas inmunológicas que se le hicieron en el momento de su muerte no mostraban ningún cambio sustancial con las de los días anteriores. Apuntaron que el fallo cardiaco que acabó con su vida respondía a una acumulación de circunstancias, pero que no podía atribuirse a una intoxicación renal a causa de las drogas antirrechazo.Bailey negó también que la pequeña hubiera sufrido más de un episodio de rechazo, lo que algunas informaciones habían apuntado, y añadió que las funciones cardiacas de Baby Fae empezaron a fallar tan sólo dos horas antes de su muerte. En aquel momento la niña estaba siendo sometida ya a diálisis para ayudarle a limpiar su cuerpo de las toxinas que sus riñones no podían eliminar. Cuando su corazón falló, Bailey intentó reanimarla a base de un masaje cardiaco, pero ello no fue posible. La clase médica no parece ponerse de acuerdo sobre el experimento. Mientras que para algunos, aunque haya fallado, abre un importante camino, otros lo critican y acusan al doctor Bailey y a su equipo de que su motivación fue las experimental que terapéutica, alegando sobre todo el hecho de que no hubieran buscado un donante humano.

División de opiniones

Gran parte de la crítica científica se basa en el argumento de que la composición genética del tejido animal difiere considerablemente de la humana, con lo que son muy pocas las esperanzas de que el paciente acabe aceptando el órgano trasplantado, por más drogas antirrechazo que se le administren.El doctor Adrian Kantrowitz, que en 1967 realizó el primer trasplante de corazón a un niño, es de los que se manifiesta contrario al experimento. "Me sorprende incluso que haya vivido tanto tiempo", dijo e insistió en el hecho de que debía haberse buscado un corazón humano: "Más de 1.000 niños nacen cada año con defectos cerebrales que hacen imposible su supervivencia", explicó. "Se me hace difícil creer que no hayan podido localizar alguno".

Entre los defensores del experimento se cuentan el doctor Keith Reemstma, de la universidad de Columbia, uno de los pioneros de los trasplantes de riñones de animales a humanos, y el doctor Levine, de la universidad de Yale y presidente del comité de esta institución que regula los experimentos en seres humanos. Según éste último, un gran porcentaje de los donantes adultos muere en accidentes de automóvil y lleva consigo una tarjeta, que en Estados Unidos normalmente se agrega al permiso de conducir, en la que autorizan la utilización de sus órganos. ""La mayoría de los niños no conduce automóviles", añadió, "y ninguno de ellos lleva consigo una tarjeta de donante".

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