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Tribuna:La manifestación contra la política educativa del GobiernoTRIBUNA LIBRE
Tribuna
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No todos los cristianos estarán en Madrid

La próxima manifestación contra la LODE convocada por sectores vinculados a la enseñanza privada, por las características e identidad de algunos de los convocantes, tiene un claro matiz de hostigamiento al Gobierno socialista por parte de la Iglesia católica. Sin embargo, esta confrontación no es tan maniquea como los patrocinadores de la manifestación quieren aparentar. En Madrid no estaremos todos los cristianos de España, pues muchos de ellos, motivados por un deseo de vivir en fidelidad y coherencia una fe liberadora y en diálogo permanente con la cultura contemporánea, han manifestado su desacuerdo con tal convocatoria. Diversas comunidades y movimientos cristianos han reafirmado, ahora y en anteriores ocasiones, su total compromiso por una escuela pública, laica, gestionada y administrada democráticamente, gratuita para todos y profundamente pluralista. Todo ello como resultado de una opción fundamental: que sea previo el derecho de los padres a tener escuela para sus hijos y en las mismas condiciones para todos, al derecho de algunos padres a tener escuela cristiana.¿Qué se defiende realmente con la escuela cristiana?

Nadie puede pensar que con el mantenimiento de un proyecto escolar cristiano se defienden privilegios estrictamente económicos. Pocos deben de creer que la escuela cristiana hoy es fuente de pingües beneficios económicos. Las posibles excepciones no, justifican la generalización de este juicio. Si muchas escuelas confesionales subsisten, es gracias a las subvenciones estatales. Las vocaciones religiosas han dejado de ser fuente de mano de obra barata en la mayoría de escuelas de la Iglesia-católica. La secularización de nuestra sociedad ha contribuido positivamente al ocaso de esta concepción mercantilista de la escuela cristiana. Las razones verdaderas de la defensa numantina del modelo escolar cristiano católico apunta hacia otras cuestiones.

Un sector de la Iglesia católica, dentro del cual debemos incluir tanto a los miembros del cuerpo institucional como a ciertos sectores de cristianos muy activos y claramente vinculados a posiciones conservadoras, no ha renunciado a que el magisterio de la Iglesia, con los obispos al frente, ejerza una tutela moral de la sociedad. En sus fueros internos, este grupo de cristianos está profunda y sinceramente convencido de que fuera de la Iglesia católica no hay salvación posible. Esta concepción no es ninguna novedad. Por la misma razón la Iglesia católica persiguió y condenó en el pasado, y vuelve a retomar la misma orientación, a la mayoría de los padres del progreso cultural de la humanidad, por entender que éstos se situaban en los extramuros del magisterio eclesial. Aunque algunos de estos cristianos ardientes defensores de la escuela cristiana están claramente alineados con los grupos conservadores del arco constitucional, de ello no debe deducirse que aquéllos únicamente se movilizan para defender los intereses y privilegios de este sector. Es esto y además la pretendida defensa de un modelo muy particular de concebir la Iglesia lo que está en juego en este debate sobre la escuela cristiana. Modelo de Iglesia que, por otra parte, jamás cuestionará los intereses sociales que también se dirimen en el debate escolar.

El toque de rebato dado desde las altas instancias de la institución eclesial, y por movimientos afines a la misma, no debe concebirse como una respuesta puntual o de presión sobre la iminente sentencia sobre la LODE. También es esto y otras cosas. Una de ellas es la clara conexión que puede establecerse entre esta movilización y el modelo de nueva cristiandad auspiciado por Juan Pablo II. Las recientes intervenciones del Papa en Canadá, por ejemplo, sobre este tema revelan el alcance que tiene este asunto dentro de una estrategia eclesial más global: recuperar la presencia e intervención de la Iglesia católica en las sociedades, aunque ello signifique marginar y anular otras propuestas eclesiales más en consonancia con el espíritu de renovación alumbradas a partir del Concilio Vaticano II. Desde esta perspectiva, la escuela aparece como una plataforma deseable y necesaria para relanzar un proyecto de Iglesia ávido de poder social, justificado como razón de evangelización, y para el cual, ante la crisis de valores de nuestra cultura, la única alternativa es un rearme moral dirigido por el propio Pontífice.

Otra voz de Iglesia

Numerosas opiniones cristianas, distanciándose de las anteriores posiciones, han afirmado y afirman que la escuela no es el lugar apropiado para realizar la catequesis, ni ésta puede realizarse a través de instrumentos de poder cultural. Pretender esto significa renunciar a las realidades vivenciales más idóneas para realizar esta tarea: la familia y la comunidad de fe. En ambos casos el testimonio es el lugar privilegiado desde donde se puede y debe transmitir una experiencia vital de fe. Lejos queda la escuela para realizar esta función. En el mejor de los casos, y sería lo deseable, se puede aspirar a que en la escuela se realice una digna y cualificada formación de cultura religiosa, pero la supuesta catequesis realizada en el seno del marco escolar puede quedar reducida a un mero aprendizaje doctrinal de una disciplina académica más.

Como otra voz de Iglesia se reivindica también una escuela laica, garante de una educación pluralista y tolerante, donde la enseñanza no pueda instrumentalizarse por nadie como plataforma de adoctrinamiento. Esta perspectiva únicamente es posible en el marco de la escuela pública, en la cual es posible realizar el encuentro de las distintas, sensibilidades culturales aprendidas en el marco de la propia familia y el entorno social. Por ello la política educativa debe orientarse preferentemente en la creación de espacios educativos que favorezcan este pluralismo. Pero mal se contribuirá a consolidar esta orientación si encerramos a los niños en "guetos educativos" homogeneizados por un ideario de centro. Que nadie piense que la reivindicación de una educación pluralista y tolerante sean únicamente objetivos de la tradición cultural laica y, a modo de coletilla, anticlerical. Muchos cristianos están plenamente identificados con estos valores por exigencias del propio imperativo ético contenido en el mensaje liberador de Jesús.

Por todo ello, cuando unos cristianos convocan actos multitudinarios en defensa de la escuela cristiana o pretenden conseguir importantes beneficios en la política de subvenciones para sus centros confesionales, únicamente se representan a sí mismos y a quienes con ellos se identifican. Pero en ningún momento podrán atribuirse la total representación de la comunidad de los creyentes, ni mucho menos monopolizar la fe cristiana. De ahí que algunos cristianos no pueden resignarse a contemplar silenciosamente cómo algunos obispos no dudan en manifestar su apoyo a esta manifestación. Pues la Iglesia y sus centros privados de enseñanza hacen un flaco servicio a la democratización de la enseñanza y de la sociedad cuando, basándose en los principios de la propiedad privada y del control ideológico, quieren mantener un proyecto de evangelización que nada tiene que ver con los principios evangélicos de pobreza y de servicio.

Jordi López Camps es secretario general de Cristianos por el Socialismo de España.

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