Olvidos y desmanes de Hollywood
Se ha mitificado tanto la historia de los oscars -como, en general, cuanto procede de Hollywood-, que los espectadores llegamos a olvidar la decepción de cada año, la injusticia que quedó impune y que se ha ido acumulando en los anales de la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood, y volvemos al interés anual por tan sofisticada carrera comercial.Entre los olvidos y desmanes de los votantes se han entrecruzado títulos de valía a los que los oscars apoyaron con su engranaje publicitario, favoreciendo que el gran público accediera a su contacto. Grandes filmes de todas las épocas ilustran sus listas, bien sea por los oscars que realmente obtuvieran o por su cita en la relación de aspirantes.
Pero no deja de sorprender que algunos de los cineastas que han marcado con su personalidad las mejores páginas de la historia del cine hayan sido olvidados por quienes cada año organizan esta gran fiesta, por cuantos creen que sólo en su industria reside el talento y propagan a los vientos sus productos. Si los ejemplos más rotundos pueden encontrarse en Orson Welles, Greta Garbo, Hitchcock y Chaplin (aunque éste recibiera al final de sus días un homenaje de reconocimiento por toda su obra), la lista de ignorados por la Academia se amplía a directores y películas que perduran en el recuerdo, al margen de los criterios reflejados en la relación de galardonados.
Sería absurdo considerar válida la historia de los oscars para destacar las mejores obras del cine norteamericano o, en su caso, las del mejor cine extranjero, desde que comenzara a concederse este oscar con el fin de aplacar los ánimos de quienes, desde otras latitudes cinematográficas, protestaban por el asedio del cine de Hollywood.
Al azar, puede recordarse que Ciudadano Kane, Las uvas de la ira, Ser o no ser, Cantando bajo la lluvia, Luz de gas, 2001 o Muerte en Venecia no fueron galardonadas con los más importantes premios. El mismo año en que El mayor espectáculo del mundo, aquel trivial melodrama de aventuras, obtuvo el máximo galardón, quedaron en la cuneta títulos de la talla de Solo ante elpeligro, Moulin Rouge, El hombre tranquilo o Ivanhoe. A Cary Grant nunca le han concedido su más que merecido oscar, como tampoco a Deborah Kerr, Kirk Douglas, Paul Newman, Montgomery Clift o Marilyn Monroe...
Revisando cuáles son las películas,que más estatuillas han acumulado en sus años de suerte, nos encontramos, en primer lugar, con Ben-Hur, que aparcó en 1959 a El diario de Ana Frank y a Anatomía de un asesinato. No creo que hoy conserve el filme de William Wyler los valores que en su día encontraron por tan secretos rincones los señores académicos. Más bien, esos 11 oscars a Ben-Hur representan cuanto la industria de Hollywood quería lanzar en la época de grandes pantallas y espectáculos como competencia frente al televisor, ganador actual de tan goliatesca apuesta. Fue excesivo aquel premio a Heston como mejor actor, como excesivo fue que al año siguiente no lo recibiera Jack Lemmon por Con faldas y a lo loco.
La entrega de los oscars, sin embargo, continúa acaparando expectación de cinéfilos de todo el mundo, que juegan sus apuestas y aciertos con la vehemencia de corredores de caballos. Se repite la fiesta y con ella un espectáculo de divulgación universal que puede degustarse como tantos otros vistosos ceremoniales se emiten frecuentemente en los programas de la pequeña pantalla, pero que no pueden entenderse como resultado de la justicia: sería sacar los pies del plato de la evidencia.
Babelia
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