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Aplastante victoria republicana/Los protagonistas

George Bush, el 'delfín' republicano para 1988

Ronald Reagan define al Partido Republicano como el partido para el poder en los próximos 20 años, al estilo de lo que fue la época del presidente Franklin Delano Roosevelt para los demócratas. Cuando así hace, casi todas las miradas apuntan hacia George Bush como continuador natural de la obra republicana iniciada bajo el empuje popular de Reagan. Bush, de 60 años, actual vicepresidente para una segunda Administración republicana, aparece como el delfín natural de Ronald Reagan hacia la frontera republicana de la década de los noventa.Hay dos hipótesis sobre las que se basa la probabilidad de que Bush pase a ser el heredero de Ronald Reagan. La primera se funda en que, constitucionalmente, en caso de incapacidad o muerte del presidente, sea el vicepresidente el que acceda automáticamente al cargo máximo. Hecho que ocurrió cuando, el 22 de noviembre de 1963, el presidente John F. Kennedy fue asesinado en Dallas (Tejas), sucediéndole inmediatamente el vicepresidente Lyndon B. Johnson, reelegido triunfalmente en la consulta presidencial de noviembre de 1964. La avanzada edad del actual presidente, Reagan, de 73 años, deja abiertas las puertas a un relevo antes de hora, aunque Reagan goza de una excelente condición física para un hombre de su edad.

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El segundo escenario que barajan los politólogos norteamericanos es que George Bush sea el líder mejor colocado cuando en 1988 se abra la veda para la carrera presidencial entre los republicanos, ante la imposibilidad constitucional para Ronald Reagan de competir para un tercer mandato.

En cualquiera de los dos casos, Bush está situado en la vía presidencial. La misma que ya intentó en 1980 sin éxito, cuando fue adversario de Reagan en las elecciones primarias. Pero Bush fracasó en su primer ensayo. Su programa mostraba cierta incoherencia, sólo se basaba en el eslogan Un líder para la década de los ochenta. Y, sobre todo, por su falta de flexibilidad en aceptar la participación de todos los aspirantes a candidatos presidenciales en el debate televisado que se celebró en el Estado de New Hampshire, en febrero de 1980. Reagan ironizó en aquel momento diciendo que la agresividad de George Bush iría bien para el cargo de vicepresidente. Reagan ganó y cumplió su palabra, al ofrecer el cargo de segundo en la Casa Blanca a Bush.

'Vendedor' de doctrina

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Una vez en la mansión presidencial, Bush cumplió desde el 20 de enero de 1981 las funciones clásicas de un vicepresidente. Es decir, vender la doctrina y las políticas de la Administración ante el Congreso, defendiendo y cosechando votos para Reagan; sobre todo en los momentos más críticos, como el voto para ayuda militar a Centroamérica, los incrementos en el gasto militar o los recortes en los capítulos sociales.

Durante sus casi cuatro años en el puesto de vicepresidente, Bush logró ganar la confianza de los ultraconservadores del Partido Republicano, quienes, por ejemplo, le criticaron en 1980 por haber pertenecido a la célebre Comisión Trilateral, organismo que agrupa a primeras figuras de la política, la economía y los negocios de los principales países occidentales. Para los ultranacionalistas norteamericanos, la Trilateral puede ser símbolo de peligro supranacional.

Bush demostró igualmente, a lo largo de nueve meses de campaña, ser un fiel seguidor de las iniciativas del presidente. Recorrió casi 50 países de todo el mundo y casi la totalidad de los estados que integran los EE UU, pregonando la doctrina del reaganismo y dejando siempre claro que nuestro presidente -es decir, Reagan- era realmente el portavoz de la nación y de los republicanos. Pero también durante la campaña de 1984 Bush se reveló como un especialista en meteduras de pata contra sus adversarios, Walter Mondale y Geraldine Ferraro, por las cuales se ha disculpado.

La disciplina de Bush convenció a la mayoría de los republicanos. Les convenció, sobre todo, cuando Bush salvó en gran medida la pésima actuación del presidente Reagan en el primer debate televisado de la campaña, celebrado entre Reagan y Walter Mondale en la localidad de Louisville (Kentucky) el pasado 6 de octubre. Bush, frente a su adversaria demócrata en la campaña, Geraldine Ferraro, dio la imagen de un vicepresidente joven, polémico y preparado, sobre todo en asuntos de política exterior, durante el debate televisado que realizaron en Filadelfia (Pensilvania) el 11 de octubre.

La lealtad de Bush hacia Reagan, al que nunca ha criticado, como tampoco ha revelado sus intenciones de presidenciable cara a 1988, le ha granjeado el respeto en las filas republicanas en el Congreso. Será, además, de los escaños del Senado o de la Cámara de Representantes de donde saldrán, seguramente, los contrincantes de Bush en 1988.

George Herbert Walter Bush nació el 12 de junio de 1924 en una acomodada familia de banqueros, en la localidad de Milton (Massachusetts). Cursó estudios en la prestigiosa universidad de Yale en 1948. Bush fue héroe de guerra, al ser derribado su avión por los japoneses, durante la II Guerra Mundial, cuando tenía 20 años.

A pesar de sus raíces de hombre rico, Bush hizo fortuna por sí mismo en negocios petroleros en el golfo de México, desde su nueva residencia de Houston (Tejas), donde fue elegido miembro de la Cámara de Representantes. El presidente Richard Nixon le nombró representante de EE UU ante las Naciones Unidas (1971-1973). El presidente Gerald Ford le nombró embajador en China y luego pasó a ocupar el influyente puesto de director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de 1976 a 1977. Su mujer se llama Bárbara y tiene cinco hijos.

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