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Ronald Reagan o el mundo visto desde la orilla del Misisipí

Francisco G. Basterra

Ronald Wilson Reagan, de 73 años, ha vuelto a ser elegido presidente de Estados Unidos a una edad en la que la mayoría de las personas se dedica a gozar de una merecida jubilación, paseando, leyendo o coleccionando sellos. Ya era el presidente más viejo de este país, y cuando acabe su segundo mandato, si lo concluye, tendrá 77 años. En plena era nuclear y con el mundo sumido en una revolución tecnológica, Reagan, nacido en la época del Ford modelo T, está dispuesto a concluir desde la Casa Blanca la revolución conservadora que inició en 1981.La fría noche del 6 de febrero de 1911, tres años antes de la I Guerra Mundial, Ronald Reagan venía al mundo en Tampico, un pueblo de 900 habitantes situado en el Estado de Illinois, en el corazón de la Norteamérica profunda y rural. El índice de criminalidad de aquella Norteamérica feliz y replegada en sí misma era un tercio inferior al actual y la tasa de mortalidad infantil 30 veces superior.

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Hijo de John Edward, Jack, Reagan, un vendedor ambulante de zapatos irlandés, y por supuesto católico, aficionado a la bebida, Reagan recuerda en su autobiografía, Where is the rest of me?, "el penetrante olor del aliento" de su progenitor, que le produjo para siempre una aversión al alcohol. El actual presidente sólo bebe ocasionalmente un vaso de vino o un poco de vodka con tónica.

De su madre, Nelle, una protestante de origen escocés, Reagan adoptó su fe religiosa, aunque, a pesar de la utilización que hace de la religión en la vida pública, no es un practicante asiduo, y de ella heredó también el carácter jovial y optimista. "La vida es sólo una gran canción dulce; que comience la música" fue la frase que eligió Reagan como su lema en la orla de graduación en su colegio cuando tenía 16 años. Su madre le enseñó a leer y alentó su capacidad de memorización, una de las virtudes clave de Reagan que tanto le ayudaría posteriormente en su vida política. También le enseñó a dibujar. Son famosas las caricaturas que hace Reagan de sus ministros en las reuniones del Gabinete.

El presidente se crió en pequeñas localidades del Medio Oeste y tiene un recuerdo feliz de su infancia, que compara con la de los personajes de Mark Twain Tom Sawyer y Huckelberry Finn, cuyas aventuras transcurrieron en los bordes del Misisipí, no muy lejos de esta zona. La visión del mundo del presidente refleja el ambiente de estas pequeñas localidades rurales y sus valores tradicionales: la familia, el hogar, el patriotismo.

Reagan fue al colegio en Dixon y realizó cuatro años de estudios superiores en la modesta universidad de Eureka, también en Illinois (en realidad sólo una facultad de artes liberales), donde se graduó en Economía y Sociología. Ya entonces era más conocido por sus hazañas deportivas como nadador y jugador de fútbol americano que por su brillantez académica. Sin embargo, su memoria fotográfica, como recuerda su hermano Neil, le permitía siempre salir adelante con esfuerzos de última hora.

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En Eureka dio también sus primeros pasos políticos y artísticos. Dirigió una victoriosa huelga contra las autoridades académicas y fue premiado por su papel en una obra de teatro pacifista. Llegaron los años treinta y con ellos la gran depresión económica, que acabó con los sueños de prosperidad del padre de Reagan, el cual perdió su trabajo y tuvo que ser recogido por el Welfare State (la Seguridad Social), que creó Franklin Delano Roosevelt y que el actual presidente trata de controlar y reducir. Aunque los Reagan no pasaron nunca hambre, sí vivieron momentos difíciles. Ronnie tuvo que alimentar a la familia con el dinero que ganaba como locutor deportivo en pequeñas emisoras del vecino Estado de Iowa, la salida que escogió tras graduarse en Eureka, aconsejado por sus profesores, que valoraban sobre todo su buena voz y sus cualidades dramáticas.

Comienzos liberales

Por entonces, comienzos de los años treinta, el que había de llegar a ser presidente se calificaba como un liberal y su héroe político era Roosevelt. Se aprendía de memoria sus famosas charlas por la radio. De él ha copiado la retórica populista que tan buenos resaltados le ha dado. En su discurso inaugural, en enero de 1981, y en numerosas ocasiones durante esta campaña electoral ha utilizado la conocida frase de Roosevelt: "A lo único que tenemos que temer es al miedo por sí mismo".

Pero Reagan no se conformaba sólo con transmitir encuentros deportivos por la radio. Soñaba con Hollywood, y en 1937 consigue un contrato con la Warner Brothers por 200 dólares a la semana. Se convirtió, como él mismo dijo, en "el Errol Flyn de las películas de la serie B". Filmó 52 cintas y sólo en una hizo de malo. Sus papeles eran siempre de buen muchacho que lucha por causas justas, ágil reportero, vaquero (ya entonces mentaba muy bien a caballo) o deportista.

Todavía hoy, Reagan aprovecha esta imagen del chico bueno, que llega a la gente y se hace querer; alguien a quien se desea proteger y que tenga éxito y al que se le perdonan sus errores. Reagan pasó en Hollywood casi 30 años de su vida. Se casó con dos actrices. La primera vez con Jane Wyman (en 1940), que se divorció de él en 1948, y con quien tuvo dos hijos: Maureen y Michael; este último adoptado. En 1952 volvió a contraer matrimonio con Nancy Davis, la actual primera dama del país, que le dio otros dos hijos: Patricia y Ronald. El presidente recuerda constantemente su época de actor, y la mayoría de las anécdotas que cuenta hoy se refieren a estos años felices. Fue un artista seguro, de calidad media, y algunas de sus interpretaciones fueron elogiadas en su día por la critica.

Llegó la II Guerra Mundial y, aunque Reagan se había alistado en la caballería, su miopía le impidió ir a las trincheras. El Ejército del Aire utilizó su talento para hacer películas de propaganda. Tras la contienda bélica continuó en Hollywood, donde presidió (1947-1952 y 1959-1960) el sindicato de actores.

Fue en estos días cuando su liberalismo de juventud comenzó a disiparse. Corrían malos tiempos para los liberales: era la época de la guerra fría y de la caza de brujas del senador McCarthy. Cuenta Reagan que se desilusionó al ver la influencia de los comunistas en la industria del cine. Cooperó, en 1947, en la investigación del comité del Congreso sobre actividades antinorteamericanas en la industria del cine ayudando al desenmascaramiento de los rojos de Hollywood, pero en su testimonio ante el comité no dio nombres. Su marcado anticomunismo, que ha llegado a ser calificado por los soviéticos de zoológico, se incubó en estos años. Hasta 1962 siguió perteneciendo nominalmente al Partido Demócrata, aunque en 1952 ya votó por el candidato republicano, el general Eisenhower.

En 1952 la General Electric busca un actor elocuente que venda bien la filosofía de la libre empresa, y se fija en Reagan. Durante ocho ahos, a través de un programa semanal de televisión y de charlas por los 50 Estados del país, Reagan vendió la filosofía conservadora y se convirtió de hecho en el primer portavoz ole los grandes negocios norteamericanos.

John F. Kennedy había sido asesinado en Dallas, y su sucesor, Lyndon B. Johnson, se presentó en 1964, desde la Casa Blanca, a la elección presidencial contra un republicano extremista, el senador por Arizona Barry Goldwater. Había llegado el momento de Reagan. El 27 de octubre de ese año pronunció su famoso discurso televisado, llamado El momento de elegir, en favor de Goldwater, que sería barrido en las urnas por Johnson.

Aprendizaje en California

Durante media hora Reagan se dirigió al país y le habló de patriotismo y de que el problema era el exceso de control gubernamental. "Usted y yo", concluyó, "tenemos una cita con el destino". Dieciséis años después esta frase se demostró profética. Ronald Reagan se sentaba en el Despacho Oval de la Casa Blanca para defender la misma visión de América, su única biblia política: reducir el peso y la interferencia del Gobierno en la vida de los ciudadanos y restaurar el orgullo y el poder de Estados Unidos. El discurso de 1964 fue un éxito rotundo: sirvió para recaudar un millón de dólares para los republicanos y propulsó a Reagan como la gran esperanza blanca de los conservadores. El gran capital había encontrado su candidato.

Pero había que preparar al actor y convertirlo en un político. Nada mejor que un aprendizaje en un gran Estado, California, con más de 20 millones de habitantes y con un producto nacional bruto superior al de algunos países de la Comunidad Económica Europea. Desde 1966 a 1970 Reagan, dirigió este megaestado como gobernador. En California, donde empezó prometiendo limpiar la Universidad de Berkeley "de orgías sexuales" y acabó firmando una ley a favor del aborto, Reagan inició su actual política de reducción del gasto público. Subió los impuestos y consiguió superávit presupuestarios. El banco de pruebas de California lo preparó para metas más altas. En 1968 contra Nixon y en 1976 contra Gerald Ford intentó sin éxito lograr la designación de su partido para la presidencia.

Tuvo que esperar al 4 de noviembre de 1980. El modesto muchacho de origen rural, el ex actor de películas de segunda fila que había confesado que su lectura preferida era Selecciones del Readers' Digest, derrota al presidente Jimmy Carter por 489 votos electorales contra 49. Reagan anuncié que comenzaba "una nueva era de renovación nacional".

Y comenzó con suerte. Cuando concluía, a las 12.33 horas del 20 de enero de 1981, su discurso inaugural frente al Capitolio, el imam Jomeini anunciaba en Teherán la

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liberación de los 52 rehenes norteamericanos que había mantenido secuestrados durante 444 días. La suerte le seguió acompañando durante su mandato. El petróleo, que destrozó la economía de Carter, bajó sus precios, y el 30 de marzo de 1981 Reagan sobrevivió a un balazo en el pecho disparado por un perturbado llamado John Hinckley. Reagan cumplió durante su primer mandato las promesas: redujo los gastos sociales, recorte que compensó con creces con la escalada del gasto militar; llevó a cabo una histórica reducción del 30% de los impuestos directos por valor de 325 billones de dólares pero no consiguió equilibrar, como había prometido, el presupuesto, cuyo déficit para este año asciende a unos 170.000 millones de dólares (más de 28 billones de pesetas).Físicamente Reagan es un hombre fuerte, de 1,85 metros de altura y 83 kilos de peso. Es miope y tiene una sordera pronunciada en su oído derecho, provocada por un disparo de pistola realizado demasiado cerca de su oreja durante el rodaje de una de sus películas.

¿Es Ronald Reagan, como ha afirmado Walter Mondale, el presidente más aislado, más distante y peor informado de la historia de Estados Unidos? En gran parte de la opinión pública europea sigue generalmente vigente la idea de que es sólo un vaquero reaccionario, con una visión del mundo simple y maniquea y capaz de arrastrar a la humanidad a un conflicto nuclear.

La realidad es probablemente más compleja y menos extrema. Una de las características de la carrera política de Reagan es que ha sido siempre minusvalorado por sus adversarios políticos.

"No es un intelectual, pero tampoco es un estúpido", afirma en su biografía de Reagan Lou Cannon, corresponsal de The Washington Post en la Casa Blanca. Los que conocen al presidente lo califican de "intelectualmente perezoso", pero destacan su gran intuición y su sentido común, que le hacen conectar con el norteamericano medio, al que vende su receta de valores tradicionales.

La revista Time, en un análisis de su personalidad política e intelectual, publicado en enero de 1981, cuando eligió a Reagan hombre del año, afirmaba lo siguiente: "No extrae sus principales ideas de los papeles impresos. En esto es muy norteamericano; un hombre natural cuya inteligencia no reposa en lo aprendido en los libros sino en el instinto adecuado en cada momento".

Nada de detalles

El presidente no se siente a gusto entre intelectuales. "No tiene el hábito, no lo adquirió de joven, de someter sus ideas a un contraste intelectual", escribe Cannon. Es un gran conversador y prefiere el mundo de la anécdota al de los conceptos. No quiere saber nada de los detalles y prefiere las generalidades. Esto le ha puesto en grandes aprietos en sus conferencias de prensa, que han sido reducidas al mínimo por sus asesores.

Cuando llegó a la Casa Blanca creía de buena fe que se podía reducir los impuestos, aumentar los gastos militares y conseguir un presupuesto equilibrado. En una ocasión dijo que el problema de los residuos nucleares podría resolverse comprimiendo los desechos en bolitas del tamaño de pelotas de béisbol y arrojándolas al mar. En el debate televisado de Kansas afirmó que el sha de Irán estaba muy conectado con su pueblo cuando fue derrocado por Jomeini y que estaba repartiendo tierras entre los campesinos y haciendo casas para los pobres. Es ya famosa su idea de que se puede recuperar un misil nuclear una vez que ha sido lanzado desde un submarino.

Estas lagunas de conocimiento esenciales y la falta de estudio de los informes es, según los expertos, una de las causas por las que Reagan no ha llegado a ningún acuerdo sobre control de armanentos con la URSS. No se ha querido aprender el tema, "no ha estudiado sus deberes en temas clave de defensa y política exterior" y tampoco ha sido capaz de impulsar a su Administración a crear una doctrina para negociar el desarme que afirma propiciar.

Su fuerza reside en la gran capacidad de comunicación que tiene con los ciudadanos a través de la televisión. Su éxito en este terreno es tan grande que sus frecuentes errores no sólo le son perdonados, sino que son olvidados. Los norteamericanos no perdonaron, por el contrario, ni uno solo de los errores cometidos por Carter. Reagan cree en las respuestas sencillas para los grandes problemas, ideas simples y generales, lemas que machaca hasta hacerlos digeribles para el norteamericano medio.

Reagan cree, y lo ha puesto en práctica, en una presidencia delegada, sobre la que actúa como un presidente de un consejo de administración. Trabaja jornadas normales, de nueve de la mañana a cinco de la tarde, y no quiere ser inundado por papeles y detalles. Entiende que un presidente agobiado nunca podría estar fresco para tomar las decisiones importantes. No comprende cómo Carter llegaba a preocuparse hasta de regular los horarios de la pista de tenis de la Casa Blanca. Reagan, como le pasaba a John Kennedy, disfruta de la presidencia, no la ve como una carga. Cuentan sus asesores que en ocasiones dormita durante las reuniones de su Gabinete.

Delega mucho en su equipo de consejeros, actualmente integrado fundamentalmente por su jefe de Gabinete, James Baker, y por su segundo, Mike Leave. Desde que fue gobernador de California se ha sabido rodear de un buen equipo de técnicos y de relaciones públicas. Ya se habla de que en su segundo mandato delegará aún más en sus asesores y pasará más tiempo en su Rancho del Cielo, en California. Allí es donde Reagan se siente completamente feliz cabalgando y cortando leña. El rancho, de 1.500 hectáreas, que compró por 527.000 dólares en 1974, está situado a 700 metros de altura, en las montañas de Santa Inés, sobre el Océano Pacífico, a 160 kilómetros al noroeste de Los Ángeles.

Para el presidente, California es lo mejor de Norteamérica. Simboliza la visión que él vende de este país: la tierra del individualismo, de las oportunidades sin límite, del progreso continuo, del territorio aún virgen. Reagan, como escribió James Reston en The New York Time, es el vaquero del anuncio de Marlboro que cabalga sobre una visión dorada de Estados Unidos.

Hace cuatro años la revista Time afirmaba que "Ronald Reagan vive en el pasado; su visión de Norteamérica procede del pasado. El pasado es su futuro", y se preguntaba: "¿Pero es también el futuro de Norteamérica?". Esta misma pregunta cabe hacerla hoy tras su reelección como el 41º presidente de Estados Unidos. La mayoría de los electores norteamericanos contestó el martes que sí.

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