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Multitudinario adiós a Indira Gandhi

Más de un millón de personas se congregó en Nueva Delhi en torno a la pira funeraria de la primera ministra asesinada

Tres descargas de fusilería señalaron ayer en Nueva Delhi, a las 15.50 de la tarde (11.20, hora peninsular española), el preciso momento en el que comenzaba a arder la pira funeraria con los restos mortales de Indira Gandhi. Su hijo y nuevo jefe de Gobierno, Rajiv, fue el encargado de encender el fuego. A esa hora, con un calor sofocante, más de un millón de pesonas se agolpaban en la llanura Shantivana, junto al río sagrado Yamuna, para rendir el último homenaje a la primera ministra india Indira Gandhi, asesinada el miércoles por miembros sijs de su escolta personal. Gritos de "Indira es inmortal" y "la India es Indira, Indira es la India" corearon ritualmente el solemne traslado de los restos mortales de la estadista desde el memorial Teen Murti, en que estaban expuestos, hasta el lugar de la cremación.

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Cientos de miles de personas llegaron la víspera de la ceremonia de cremación a la capital de la India y durmieron al raso para ver mejor el cortejo fúnebre. A las tres de la tarde, las hangarillas de madera que contenían el cadáver de Indira fueron depositadas en un túmulo escalonado de ladrillo, de unos dos metros de altura, en cuyo centro se apilaba la leña necesaria para formar la pira. El cadáver de la primera ministra de la India había sido amortajado con una túnica roja y su cuerpo estaba cubierto por la bandera nacional, inundada a su vez de jazmines. Jefes de los tres ejércitos, en medio de un silencio impresionante, retiraron la enseña del cadáver antes de que comenzase la ceremonia final.Los laterales del túmulo estaban cubiertos de jazmines, al igual que el armón que, remolcado por un camión del ejército, transportó los restos desde el memorial Teen Murti hasta las orillas del Yamura. Junto a la pira, bandejas con frutas, bebidas, miel y pan.

El pequeño cuadrilátero donde se desarrolló la cremación estaba protegido por paracaidistas gurjas. A cada lado del túmulo se alineaban los responsables religiosos de la ceremonia, los líderes políticos llegados a Nueva Delhi para asistir al funeral y la Prensa internacional.

Baño de multitudes

Detrás de un doble cordón militar y policial, había una enorme multitud. En las primeras filas, reservadas a jefes de Gobierno y primeros ministros, la primera ministra británica, Margaret Thatcher, de negro riguroso; la esposa del presidente filipino, Imelda Marcos; el jefe del Gobíerno soviético, Nikolai Tijonov; el secretario de Estado norteamericano, George Shultz; y el primer ministro japones, Yasuhiro Nakasone.

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En otro lugar preferente, reservado a los familiares, se encontraba Maneka Gandhi, viuda del desaparecido Sanjay, que combate políticamente a su cuñado y actual primer ministro, Rajiv, quien prendió la. pira con el cadáver de su madre.

Hasta qué punto Indira era patrimonio de la India quedó ayer de manifiesto con ocasión de las innumerables veces que la solemnidad fue rota por la gente que quería acercarse al cadáver cuando era trasladado, a la pira funeraria después. La capital de este país de más de 700 millones de habitantes fue, a lo largo del cortejo, un coro de voces que entonaban eslóganes con un solo lema común: Indira.

Soldados veteranos a quienes les caían gruesos lagrimones mientras abatían su fusil al paso del armón, remolcado por un camión militar de color verde que había sido cubierto de jazmines y pétalos de rosas rojas; monjes que salmodiaban a voces sus libros sagrados; mujeres y niños que arrojaban flores al paso del cadáver; jóvenes miembros del Partido del Congreso (I), el de Indira, que rompían los cordones de seguridad y gritaban consignas radicales; ancianos silenciosos que agachaban la cabeza... Probablemente, casi toda la India estuvo ayer representada entre quienes miraban emocionados cómo los restos de Indira Gandhi recorrían el camino hacia su pira funeraria.

Indira Ghandi fue incinerada siguiendo estrictamente los ritos védicos, una de las religiones de la India. En lugar preferente, junto al túmulo donde se desarrolló la cremación, estaban altos representantes de todos los credos que se practican en este país.

Los restos mortales de la primera ministra habían estado expuestos al público hasta las seis de la mañana. Una de las últimas personas que llegó al memorial Teen Murti, antes de que se iniciara -con 21 cañonazos a las 12.30 de la mañana- la procesión fúnebre, fue la madre Teresa de Calcuta, que viajaba en un coche del cuerpo diplomático.

El viaje final de Indira Gandhi fue tan emocional y populista como solemne. Setenta y cinco cadetes llevaron los tres cordones que unían el armón del cadáver con el camión que lo remolcaba.

Una brigada del Ejército de Tierra cubría la carrera. El itinerario estaba lleno de carteles con esta leyenda: "Incluso si muero al servicio de la nación estaré orgullosa de ello". Eran palabras de Indira.

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