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El rigor y la organización presiden el festival de cine de Valladolid

ENVIADO ESPECIALUn nuevo talante parece inspirar al festival de cine de Valladolid. La amplitud de su programación, que únicamente podría ser criticada por su excesiva propuesta (más de 20 películas diarias de difícil recuperación en jornadas sucesivas); la calidad media de los títulos seleccionados y la excelente organización de todo el certamen lo están convirtiendo en el más interesante de los que se celebran en el Estado español. El propio acto inaugural, breve y brillante, fue ya un síntoma de que, a diferencia de otros festivales de pretendidas mayores ambiciones, no se basa en la improvisación, tan cercana siempre a la chapuza.

Sin metas imposibles, este certamen de Valladolid ha sido definido por su director, Fernando Lara, como "un acto de amor al cine", justificando así el emblema de este año, que muestra en solitario los rojos labios de una mujer. Así, se están presentando algunas de las más importantes películas de los últimos tiempos, bien seleccionadas de otros festivales internacionales, bien proyectadas por vez primera.

Dividida su programación en diversas secciones, la de concurso motiva frecuentes comentarios, referidos 'exclusivamente a la calidad de las películas. En este sentido, quizá sea la soviética Un idilio de campaña, de Piotr Todorovski, que recibió en el último festival de Berlín el premio de interpretación femenina, la que mayor sorpresa ha causado. Su sentido del humor y la sencillez de su propuesta -un hombre casado se reencuentra con la mujer que le fascinó en su juventud, durante la guerra- no corresponden a la habitual ortodoxia del cine de la URSS.

Su tono simpático puede hacerse extensible al filme norteamericano Adiós a la inocencia, de Richard Benjamin, que narra las peripecias de dos muchachos californianos días antes de ser convocados por el ejército para luchar contra los japoneses. Por su parte, la película canadiense Los años de la ilusión, de Jean Claude Labrecque, repasa, partiendo de una historia de amor, la situación política de aquel país durante los años sesenta.

El compromiso

Como primera impresión, este festival ha elegido sus películas valorando no sólo sus calidades, sino sus compromisos social y político. Sería esta una herencia de la previa trayectoria del certamen que, aunque haya vivido en sus 28 años anteriores circunstancias de distinto corte, siempre ha procurado presentar aquellos filmes que no recibían trato de favor en los festivales dedicados a las estrellas o en los circuitos comerciales más adocenados.

Sin embargo, no quiere ello decir que todas las películas presentadas hasta ahora en esta 29ª convocatoria respondan a las mismas exigencias. Fue evidente la decepción causada por La hostería, el filme polaco de Jerzy Kawalerowicz, que desmerece de la obra previa del autor (Faraón, Muerte de un presidente, entre otras) para mostrar las peligrosas consecuencias del fanatismo religioso. La anécdota de la película se concreta en el primer día de la guerra de 1914. en el que un grupo de judíos se refugia en la tranquila y distante posada del pueblo donde vivían: la invasión de los cosacos les amenaza, pero en lugar de entablar alguna defensa dan rienda suelta a su: obsesiones religiosas, sus cantos sus tradiciones, hasta que mueren en pleno estado de inocencia. Filme monótono y reiterativo, aburrió a la concurrencia, que, por otra parte, es bastante irregular.

Mientras en algunas sesiones es difícil encontrar un asiento libre en otras es perceptible la ausencia de espectadores, aunque se aplaude con calor. Uno de los filmes de la Sección Informativa, Sin sombra, de pecado, del portugués José Fonseca e Costa, con Victoria Abril es su papel protagonista, recibió una fuerte ovación.

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