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DESAPARECE LA PRIMERA FIGURA DE LA 'NUEVA OLA' DEL CINE FRANCÉS

Amó a sus criaturas

Tomàs Delclós

Truffaut siempre estaba cerca de sus personajes, inclusive de los femeninos. Truffaut necesitaba amar a sus criaturas, éste sentimiento lo convertía en hermano del Antoine Doinel de 400 golpes y en el abuelo, tutor, de los niños de La piel dura (L'argent de poche). Truffaut es percibible en muchos de sus personajes. Hay identidades obvias como la del cineasta de La noche americana, un fanático de la imagen fotoquímica que dibuja un paisaje bastante rosa de su oficio.Antoine Doinel, no obstante, es el personaje que creció con Truffaut. El director cerró su biografía oficialmente con Domicilio conyugal -tras El amor a los veinte años y Besos robados-, al margen de posteriores repescas. La defunción vital de Doinel no la suscribió, sin embargo, Truffaut sino el actor que lo interpretaba, J.P.Leaud, en la cruel metáfora sobre el matrimonio que Bertolucci metió en El último tango en París, cuando, a un Doinel innominado se le hundía un salvavidas, figura retórica de la entente conyugal que ya describiera, en sus matices más grises, el cineasta francés. Godard dijo, refiriéndose a su, por entonces, colega fraternal, que los filmes son la memoria y François decidió hacerlos. Truffaut empezó con una obra radicalmente íntima, personal, empezó con Doinel y sus cuitas tragicómicas hasta conseguir ver el mar, recompensa demasiado lírica para la preceptiva imperante en el cine social. Muy pronto, su personaje creció, incluso se aburguesó, y a más de uno le molestó que, al mismo tiempo, Truffaut no abandonara la ternura hacia su personaje. Truffaut no podía hacerlo. En realidad, cada vez más, aisló a sus personajes del entorno y trató de la soledad, del laborioso aprendizaje para saber hacerse entender por los otros, desde la radical soledad del pequeño salvaje al amor suicida porque resulta bello y, al mismo tiempo, invivible. Por eso mismo, no es gratuita la invitación que le hizo Spielberg en Encuentros en la tercera fase, el cometido del profesor Truffaut en aquella película era, precisamente, la de entrar en contacto con los extraterrestres -la imagen más contundente de la lejanía, de la distancia entre los hombres o sus parientes-. Truffaut, en aquella ocasión, recurrió a la música. Un lenguaje abstracto con el que no se pueden decir las cosas demasiado claras pero, eso sí, demostrar la voluntad de decirlas.

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