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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Premio a Contadora

LOS CANCILLERES del Grupo de Contadora -Colombia, México, Panamá y Venezuela- recibirán mañana en Oviedo el Premio Príncipe de Asturias que un lúcido jurado otorgó a la iniciativa más sensata y al mismo tiempo más tenaz para procurar una salida a la catastrófica situación en América Central.Precisamente cuando el Rey entregue el premio, el acta de Contadora estará atravesando un momento difícil. Sí todo se desarrolla como está previsto, los cuatro representantes de los países del grupo van a continuar en España sus consultas y negociaciones para, en una sesión que se abrirá el miércoles, tratar de encontrar una redacción nueva para los puntos de discordia. El valor del documento consiste en su precisión y en su claridad: no trata de mistificar una paz mediante fórmulas fácilmente firmables, pero sometidas a toda clase de interpretaciones posteriores que la hagan inútil, sino de establecer seriamente unos principios para empezar a construir una paz. Por tanto, una nueva redacción sólo será útil si conserva este mismo espíritu de concreción.

La actual crisis del acta de paz es algo más que lo que el ministro venezolano de Exteriores llama "proceso de afinamiento". Aceptado el texto por Nicaragua, de la que se esperaban las mayores reticencias, no lo es por los Gobiernos de los otros cuatro países de la zona en litigio -Costa Rica, Honduras, El Salvador, Guatemala-, que basan sus objeciones y sus peticiones de aclaración y modificación en las que previamente ha emitido Estados Unidos. El secretario de Estado, Shultz, ha reiterado en México los términos de la carta que dirigió a los países del grupo, y el vicepresidente, Bush, los ha repetido en el debate con la candidata Ferraro, y se centran básicamente en la falta de garantías de cumplimiento posterior del acta o en la necesidad de una especie de intervención internacional para vigilar ese cumplimiento. Es inútil decir que todas las reservas se refieren a Nicaragua, y en un lenguaje llano, fuera de la jerga diplomática, significa lo siguiente: la Administración Reagan cree que si se acepta el compromiso de desbloquear Nicaragua, retirar las fuerzas contrarrevolucionarias, reanudar la ayuda económica y el libre comercio, lo único que se habrá conseguido es estabilizar y apuntalar el actual régimen, al que considera marxista, sucursal de Cuba -y por tanto, de la URSS- y exportador de revoluciones. Es una posición propia de la doctrina y de la psicología política que representa Reagan y no sólo en el caso de Centroamérica, sino ante la situación global. Para que estas objeciones -asumidas ahora por los otros países de América Central- pudieran retirarse, Nicaragua tendría previamente que aplazar sus elecciones del 4 de noviembre, dar entrada en ellas a la oposición -para lo cual, a su vez, ha de garantizar libertad absoluta de prensa y propaganda en la campaña, dar garantías a los candidatos, aceptar la vigilancia del escrutinio-, permitir una fiscalización de sus arsenales, una comprobación internacional de la retirada de los asesores cubanos, una seguridad de que no interviene en las guerrillas de los otros países...

Como se ve, el afinamiento del acta de Contadora es algo más que un arreglo verbal o un compromiso de red acción. El grupo tampoco parece dispuesto a convertir el documento en una simple acusación o una relación de sospechas contra Nicaragua, porque va mucho más allá. La fuerza de la que ahora dispone es, sobre todo, moral. La pulcritud del acuerdo y de las negociaciones, las adhesiones recibidas, la idea general de que es una última oportunidad para iniciar un proceso de paz constituyen un cuerpo de prestigio, de solvencia y de conciencia. El Premio Príncipe de Asturias que mañana entrega España al grupo forma parte de este patrimonio de prestigio ético, aumenta su consistencia moral y supone un apoyo considetrable para esta nueva fase de negociaciones.

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