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El acuerdo sobre Hong Kong ignora a los 2,5 millones de británicos de 'segunda clase'

Soledad Gallego-Díaz

El acuerdo firmado el pasado miércoles en Pekín por el que Gran Bretaña se compromete a devolver la soberanía sobre Hong Kong en 1997 y China se compromete a mantener durante 50 años su actual régimen jurídico y económico, no deja claro cuál será el futuro de 2,5 millones de habitantes de La colonia que cuentan actualmente con pasaporte británico de segunda clase. Este será uno de los puntos más debatidos cuando el acuerdo llegue al parlamento de Westminster para su ratificación, a fin de año.

En general, Londres ha acogido el documento como "la única, solución posible", aunque algunos expertos resaltan la falta de garantías de que Pekín cumplirá al pie de la letra lo pactado. Todo dependerá de la estabilidad política china en los próximos 50 años.La nacionalidad futura de los 5,6 millones de habitantes de Hong Kong no figura recogida en los ocho puntos principales del acuerdo, ni siquiera en los tres anexos, sino en un memorándum, de escasa fuerza, legal y moral. Actualmente sólo unos 16.000 habitantes de la colonia poseen pasaporte británico de primera clase, que les permite instalarse en el Reino Unido. Otros 2,5 millones poseen un pasaporte de Hong Kong que les permite viajar como si fueran súbditos británicos, pero que no les autoriza a residir en la metrópoli. El resto cuenta con una carta de identidad, emitida por el Gobierno local. A partir de 1997, los 16.000 ciudadanos de primera clase seguirán siendo británicos, pero los 2,5 millones de segunda clase pasarán, según Pekín, a ser ciudadanos chinos.

El documento, que cuenta con 46 páginas y del que ya se han repartido 1,5 millones de copias entre algunos afortunados habitantes de la colonia, aunque otros, por contra, hacían ayer largas colas para conocer su contenido, recoge el compromiso de China de conceder a Hong Kong el status de región administrativa especial, "lo que supone un alto grado de autonomía, salvo en las relaciones exteriores y defensa". El orden público estará asegurado por el Gobierno local, pero China podrá estacionar tropas para asegurar su defensa frente al exterior. El puerto seguirá siendo franco, desde un punto de vista comercial, pero los buques de guerra extranjeros tendrán que solicitar permiso a Pekín para atracar. Eso significa que las tripulaciones de la Séptima Flota estadounidense deberán buscar otro lugar en Oriente Lejano para divertirse, según ha reconocido el cónsul norteamericano. La moneda seguirá siendo el dólar de Hong Kong, aunque suprimido el retrato de Isabel II.

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