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Entrevista:Comienza hoy el Festival de Otoño de Madrid

José Carreras: "El cantante debe oir su voz cuando la emite y cuando retorna a él"

A sus 38 años, José Carreras ha conseguido todo dentro del mundo lírico. Se le ve seguro de sí mismo y, al mismo tiempo, tímido. Esta timidez, nacida quizá de la fulgurante ascensión, casi logra ocultarla tras una media sonrisa de niño bueno que fácilmente conquista a quienes tiene enfrente. Él es, y quizá lo sepa, el único divo accesible.Su simpatía sigue siendo la de aquel niño que cantaba arias a las clientas de la peluquería donde trabajaba su madre, quizá la que primero confió en él. "Gracias a mi madre me matriculé de niño en el Conservatorio de Barcelona. Yo tenía mucho interés por la música, sobre todo después de ver la película El gran Caruso, que protagonizó Mario Lanza. Cantaba para los amigos, en la peluquería, pero, aunque a los 12 años llegué a intervenir en el Liceo en un Retablo de maese Pérez, no era un camino claro, puesto que seguí estudiando como cualquier chico de mi edad. Más tarde, cuando estaba en segundo de químicas, planteé en serio mi futuro y decidí dejar los estudios y dedicarme a la música".

Y la decisión fue, sin duda, acertada. En 1970, el entonces empresario del Gran Teatro del Liceo confió en él y le ofreció papeles secundarios en Norma y Nabucco, para -increíblemente-, ya al año siguiente, colocarle de protagonista, dando la réplica nada menos que a una Montserrat Caballé en su mejor momento. Después vendría el primer premio, en el concurso de voces verdianas de Parma, uno de los públicos más temibles que existen, y el año imborrable de 1975. "En ese año tuve la inmensa suerte de debutar en los que quizá sean los cuatro teatros más importantes del mundo: la Scala, el Metropolitan, el Covent Garden y Viena. Esto dio un gran impulso a mi carrera".

Pregunta. ¿Cuál es incidente que mejor recuerda de su carrera?

Respuesta. "Mi debú con Traviata en el Covent Garden" dice Carreras. "Estaba justo en medio de mi aria cuando apareció en escena, vestido de esmoquin, el director del teatro. Mi sorpresa fue enorme. ¿Qué estaba pasando allí? Y es que había una amenaza de bomba del IRA. Creí que aquello acabaría en un desastre, pero hoy es divertido poder contar la flema con la que el público inglés se lo tomó. Salieron ordenadamente, se fueron a tomar un café, y a las dos horas se reinició la función como si no hubiese pasado nada".

P. ¿Qué les pasa a los divos españoles en Madrid? ¿Por qué nunca dan su auténtica medida?

R. "La Zarzuela", afirma el tenor, "significa querer hacer ópera a toda costa, y ello es encomiable, incluso en ocasiones salen producciones brillantes; pero el teatro de la Zarzuela no es un teatro de ópera. La acústica para los cantantes es muy seca. Nosotros debemos oír el sonido que producimos y su retorno; en la Zarzuela el sonido no vuelve. Careces de referencia. Por eso salimos ya disminuidos. Yo, concretamente, sé que a menos que me encuentre excepcionalmente bien no va a quedar algo de mi total satisfacción. Este es uno de los teatros más difíciles para nosotros, y, aunque sea ridículo, nos ponemos más nerviosos que en Viena o en la Scala".

'Salzburgo es el festival más importante del mundo'

P. ¿O quizá que en Salzburgo?

R. "Salzburgo es punto y aparte. Sin duda es el festival más importante del mundo. Y no es una cuestión de público, aunque el señor que paga 20.000 pesetas por su entrada tenga derecho a todas las exigencias. No, no es eso. Es que allí se dan cita los directores de todos los teatros importantes, los gerentes de las casas de discos, los productores de vídeo..., sabemos que están totalmente pendientes de nosotros. Un fallo puede suponer más que 10 repartidos por todo el mundo. Al día siguiente se sabe en todos los lados. De Salzburgo conviene descansar de cuando en cuando. Este año sólo he ido para cantar el Requiem de Verdi, con Karajan, y mientras tanto estaba en Verona interpretando Carmen. Verona supone cantar para 20.000 personas que acuden sin ideas preconcebidas. En cierto sentido es hasta una experiencia socializante: cualquiera puede pagar una localidad".

Carmen, la ópera de Bizet, que interpretó por vez primera en Madrid, se está convirtiendo en uno de sus mejores caballos de batalla. Cantará Carmen junto a la mezzo del momento, la Baltza, en una producción de Karajan. Carreras es el tenor favorito del mítico maestro. Y con otro gran director, Abbado, la misma mezzo, la interpretará en la Scala. Alternarán dos parejas protagonistas: Verrett-Domingo y Baltza-Carreras.

P. ¿Qué piensa de esta especie de match entre los dos repartos?

R. "Bueno, no es ni la primera ni la última vez que se hace algo así. En el mismo Liceo se ofrecieron cuatro Cármenes con repartos diferentes hace años. Creo que el público tendrá ocasión de escuchar dos interpretaciones muy distintas. Por centrarnos en Don José, el de Plácido es más sofisticado y heroico; el mío, mucho más primitivo, mas naïf.. Yo estoy además encantado con mi parejá, porque, sin menospreciar a nadie, creo que es la mejor Carmen que existe hoy día".

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