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Valladolid recuerda su profunda relación con el fallecido cineasta turco Yilmaz Güney

Si una ciudad española ha sentido y hecho suya la muerte de Yilmaz Güney, ocurrida el pasado domingo en París, ésa ha sido Valladolid. Desde que, en 1980, la Semana Internacional del Cine proyectó todas las películas del realizador y publicó un libro sobre su obra, Güney y la ciudad castellana han formado un dúo que el propio director resumió en el acto de clausura de la Seminci-84 con esta frase: "Nunca podré arrancar Valladolid de mi corazón".

La dirección del festival vallisoletano insertó anteayer una esquela, en un diario local, en la que se leía: "Valladolid lleva a Güney en su corazón". Son dos muestras, quizá las más significativas, de una relación que, año a año, iba tomando cuerpo. El director turco viajó a la capital castellana a finales del pasado año para localizar exteriores para su próxima película. Le impresionaron los páramos castellano y los pueblos semiabandonados de casas de adobe y tapiales de piedra. "Mi próxima película", había dicho a EL PAÍS el 7 de octubre de 1983, en Valladolid, "será más universal que las anteriores, es decir, contará cosas que puedan interesar, desde el punto de vista del sentimiento, a cualquier hombre de cualquier país". Por eso buscaba exteriores en la estepa y por eso también quería rodar su siguiente filme al lado de sus amigos vallisoletanos.

La cárcel

Yilmaz Güney reconocía siempre que le debía mucho a Valladolid. El interés del festival por sus películas, cuando casi nadie le conocía en España, ha permitido que se conserven las copias de obras que quizá hubieran desaparecido. A finales de abril de. 1980, Elena Nistal, secretaria de la Seminci, viajó a Turquía para preparar el ciclo. Güney estaba encarcelado en la isla de Imrali y sus colaboradores temían ya lo que se produjo pocos meses después: el golpe de Estado. Pero para entonces las películas de Güney habían. salido ya en dirección a España y sus amigos, por entonces en el exilio, pidieron a la dirección del festival que no las devolviera a Turquía porque temían que fueran quemadas. Los filmes fueron remitidos al British Film Institute, donde los ingleses hicieron copias de todos ellos y repararon los que se hallaban en mal estado. Fátima, la mujer de Güney, y su hijo, llamado Yilmaz, viajaron a Valladolid en 1980 para contemplar el pase de todas las obras del autor de Yol y para recibir centenares de muestras de solidaridad. Tampoco olvidó jamás Güney este detalle ni la oferta de presidir el Jurado de 1983, año en que acudió a tierras castellanas.Valladolid tembló cuando por aquellas fechas, octubre de 1983, la policía retuvo en Lisboa unos minutos al director turco cuando éste viajaba a la isla de Madeira para asistir a una reunión de directores. Y en los círculos más íntimos comenzó también a gestarse la intranquilidad al saberse que Güney padecía fuertes dolores en el estómago y que su salud era precaria. En varias ocasiones tuvo que abandonar las proyecciones especiales para el jurado por hallarse agotado y enfermo. No bebía ni comía casi nada y solía recluirse en un chalé cercano a Valladolid; los muchos años de cárcel, las torturas y las persecuciones constantes comenzaban a cobrarse factura. Además, y pese al éxito y a la libertad, seguía sufriendo: "Siempre me falta algo; cuando estaba en Turquía, no era libre, y ahora que soy libre, me falta Turquía".

No pudo volver a su país ni seguir combatiendo la dictadura con su obra. "El cine es arte y lucha, un arma para pelear contra la represión, contra la oscuridad y contra los múltiples muros que rodean al hombre y a los pueblos", repetía cuando alguien le pedía su concepto del cine. Tampoco explicará jamás cómo logró evadirse de una prisión dura y distante cuatro horas en barco de Estambul. No fueron capaces de arrancarle ese secreto ni sus mejores amigos vallisoletanos, aquellos a los que llamaba hermanos y a los que se refirió en una carta a Fernando Herrero, miembro del comité de la Seminci, en 1980: "Llegará el día en que las barricadas utilizadas por las fuerzas represivas para dividir a las gentes del mundo y para volver a unos contra otros se derrumben; los artistas y el arte tienen un papel responsable en hacer que esto ocurra".

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