De la música barroca a la danza contemporánea
ENVIADO ESPECIAL, Sólo si se trata de muy grandes figuras tienen verdadero interés galas de estrellas internacionales de la danza como las que han inaugurado el ciclo dedicado al ballet en el 33º Festival Internacional de Santander que se celebra en la plaza Porticada.
Sobre música grabada reproducida con gran abuso de decibelios han discurrido dos exhibiciones cuyo excesivo eclepticismo se advierte en la mera enunciación de los compositores bailados: Claude Debussy, varios Gustav Mahler, Penderecki, J. B. Bach, Janacek, música africana popular, superficialidades de Drigo, lirismo neoclasicista de Grieg y sentimentalismo rítmico y barato de los Syrinx.
Se ha justificado semejante tótum revolútum como una breve y un tanto azarosa antología de coreógrafos: Balanchine, óscar Araiz, Maurice Béjárt, Kylian, Vesak, Barbay y Cranko. Entre todos, sobrenada el talento de Balanchine dentro de un tradicionalismo reformista o la poderosa invención de Béjart, en sus coreografias sobre Chaikovski y Gustav Mahler; de este compositor montó excelentemente el argentino óscar Araiz A dagetto, de la Quinta sinfonía, explotada y difundida por Luchino Visconti en su célebre película Muerte en Venecia.
Estrellas de ópera
La sutileza expresiva de Jiri Kilyan en las Nubes debussyanas; la fuerza entre artística y fisica de La tierra, característica solución culto-primitivista de Maurice Béjart; la elevación y elegancia de la Suite Holberg según Cranko poseen en sí mismas atractivos muy bien defendidos a lo largo de los dos programas por estrellas de mayor o menor magnitud procedentes de las óperas de París, Ginebra, Basilea, Munich, Saugart y de las compañías de Maurice Béjart y el Ballet del Teatro Francés.
La memoria guarda, especialmente, la gracia y seguridad técnica de Birgit Keil, que me ha evocado la Claude Bessy de sus primeros titubeantes comienzos; la autenticidad y potencia de Ronald Perry; la disciplina en libertad de Rita Poelvoorde y Yann le Gac, excelente en el expresivismo mahleriano, o la puntual realización del Capricho de Penderecki por los bailarines muniqueses Gislinde Skvoblin e Ivan Michaud.
El público de Santander, tan amante del ballet, casi llenó el amplio aforo de la plaza Porticada y aplaudió con calor y discernimiento a cada una de las partes que componía el programa.
Actuación de Puyana
Por la tarde, el clavecinista Rafael Puyana repitió en la catedral el recital Bach-Scarlatti con el que inauguró hace unas semanas el auditorio del Museo del Prado. La diferente acústica y el distinto instrumento utilizado nos dieron otra imagen posible de las mismas concepciones interpretativas.
Puyana las tiene muy seguras después de largos años de estudio analítico y de autoexigente rigor conducentes al fin deseado y deseable de la música: hacer virtual la belleza como medio de comunicación artística con los demás. Al programa anunciado hubo de añadir Rafael Puyana varias propinas insistentemente soficitadas.
Babelia
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