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Confusa situación poselectoral en Israel

Nada va a cambiar

"Nada va a cambiar", fue ayer la frase más repetida por todos los diplomáticos acreditados en Israel cuando entraron a valorar las repercusiones en política exterior de los resultados de las elecciones.Si, como parece lo más probable, la actual coalición gubernamental nacionalista del Likud logra mantenerse en el poder, la anexión de facto de los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza mediante la creación de nuevos asentamientos de población judía continuará, probablemente a buen ritmo, y sólo consideraciones de índole financiera podrían reducir el número de colonos que cada mes se instalan en las zonas arrebatadas a Jordania y Egipto durante la guerra de los seis días de 1967.

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En cuanto a la evacuación del sur de Líbano por el Ejército israelí, que lo ocupa desde hace 26 meses, Isaac Shamir siempre se ha resistido a fijar plazos. Los soldados israelíes seguirán probablemente en ese área, cediendo poco a poco sus posiciones más expuestas a la milicia aliada del general jubilado Antoine Lalid, pero sin retirarse de la zona.

La formación de un Gobierno en torno al laborismo y su presidente, Simon Peres, incluiría a partidos tan heteróclitos y dispondría de una mayoría tan frágil que cualquier iniciativa audaz en política exterior parece descartada de antemano.

Todo lo más, los socialdemócratas podrían congelar, como lo han prometido, la edificación de nuevos asentamientos, pero no tendrían la fuerza indispensable para poder ofrecer a Jordania su famoso compromiso territorial, que prevé la devolución al reino hachemita de los dos tercios de Cisjordania. Es probable también que ese Gabinete de centroizquierda intentara cumplir su programa de repliegue de Líbano, pero le sería harto difícil respetar los breves plazos anunciados durante la campaña.

Por último, la eventual constitución de un Gobierno de unión nacional tampoco permitiría hacer a los árabes ofertas generosas, porque todas las cuestiones relacionadas con los territorios administrados -como llaman públicamente los israelíes a las regiones ocupadas- son justamente las que enfrentan más profundamente al laborismo y al Likud.

Un Ejecutivo integrado por las dos grandes fuerzas políticas sería, sin embargo, un buen instrumento para hacer frente a la crisis económica.

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