La profesión de piloto
He leído EL PAIS de fecha 1 de julio de 1984 y me he sentido burlado, pisoteado, agredido y también apenado por el desconocimiento ajeno al sentir el ataque, sin opción de defensa inmediata, de un señor llamado Felipe Arrizabalaga, que firmaba una carta al director.Usted, don Felipe, no nos conoce y sí me gustaría hablar, despacio, con usted dentro de un ambiente de concordia y de no ataque.
1. Le diré que esa demagogia de los sueldos no es exactamente como usted lo expone. Lo que los pilotos dan es un promedio de, aproximadamente, un tercio de lo que ganan todos los meses al impuesto del rendimiento del trabajo personal para engrosar las arcas de todos los españoles.
2. Por otro lado, nosotros, los pilotos, no nos queremos poner, ¡Dios nos libre!, frente a la opinión pública en demanda de mejores salarios. La opinión pública nos debe conocer y nos interesa que nos conozca en la realidad de nuestros propios valores. Nuestras demandas, como usted dice, don Felipe, son, entre otras -que están dentro de un contexto normal de respeto a las promesas y firmas anteriores de convenios firmados con nuestra querida Iberia-, las de repartir esos sueldos de que usted habla con 37 chavales jóvenes que no tienen empleo y que yo quiero enseñar lo poco que he aprendido en 35 años de profesión, en los cuales he luchado como un loco por llegar a donde he podido llegar. Eso, amigo mío, es una postura totalmente socializante del SEPLA, que creo es respetable y totalmente de acuerdo con los políticos del Gobierno actual.
3. Nuestra profesión, amigo don Felipe, es, desde luego, una de las más bonitas, vocacionales y realizantes que haya en la faz del mundo.
Fíjese, don Felipe, una tripulación técnica de cualquier compañía del mundo (Iberia, por ejemplo) vuela un avión que vale, en el caso del B-727, 4.500 millones de pesetas. Está compuesta por el comandante, segundo piloto y mecánico de vuelo; estos hombres, en un trabajo coordinado, profesional y muy cualificado, trabajando en equipo, pueden con esa máquina, utilizando sus conocimientos, adquiridos en toda una vida, ahorrarle a su empresa del orden de los 50 millones anuales, solamente en combustible, aparte de llevar en sus manos una empresa volante que vale mucho más que muchas empresas españolas.
( ... ) Para nosotros, la seguridad de nuestros pasajeros, mercancías, correos y máquinas prima sobre todo, porque somos conscientes y responsables de lo que llevamos en nuestras manos.
4. Dentro de un anecdotario, muy extenso, que yo le podría contar, don Felipe, "este delincuente con corbata" le podría informar:
Que trajo de Roma una vez a un hombre enfermo (que nadie quería subir al avión, porque estaba de huelga el personal del aeropuerto), que fue subido al avión en los brazos de este delincuente, porque fue informado -que aunque no estaba con papeles reglamentarios para su transporte y descargo de responsabilidad, etcétera-, que era un marinero gallego que en Beirut, en un barco, en accidente de trabajo, se le habían amputado con un tractor las dos piernas y tenía, además, rotura de columna vertebral. Al ser español, que para mí era tan importante como mi Rey, se le trató con amor, se le dio de comer de nuestra comida y a todos se nos cayó alguna lágrima furtiva casi de alegría por haber podido hacer ese trabajo, teñido de humanidad.
Amigo don Felipe, este delincuente durmió esa noche muy contento porque Dios le había dado esa oportunidad.
5. Otra vez, don Felipe, sin plaza, pero dentro de la legalidad y de la seguridad, traje en mi cabina de pilotos del B-727 a una pareja de hermanos (mujer y hombre) de un pueblecito del sur de Granada y norte de Almería, que si no cogían ese vuelo no podían ver enterrar a su padre o madre (no recuerdo) y se dirigieron a mí en el aeropuerto de Franfort para que los recomendase al despachador de tierra de Iberia, sin saber que la decisión de llevarlos era toda mía; llegaron, amigo don Felipe, a enterrar a su padre. ¡De eso me encargué yo!, para que enlazaran con un avión de Madrid a Granada o Almería.
Estos casos no se los hubiera contado este delincuente y serían secretos de sumario, entre otros cientos míos y de mis 1.200 compañeros del SEPLA, si no hubiese agraviado, despreciado y pisoteado en su carta, por no tener infomación fidedigna y aséptica de nuestro modo de trabajar y hacer, en este trabajo tan bonito y tan humano que es nuestro verdadero privilegio.- Piloto de Iberia.
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