Sarah y todas las estrellas en el Festival de Vitoria
Es fácil que un concierto resulte magnífico cuando lo da un grupo de la calidad del sexteto de All Stars presentado por J. J. Johnson, trombonista eminente, en la segunda sesión del Festival de Vitoria. Si se tiene un trío rítmico bajo el mando de un pianista como Cedar Walton y un frente de tres músicos como Harold Land al saxo, Nat Adderley a la corneta y el propio Johnson al trombón -tres individualidades diferenciadas dentro de una notable afinidad estilística-, es inevitable que las cosas salgan bien.Porque para conseguir el objetivo de que,todo el jazz sea bueno, músicos como éstos no tienen más que ponerse a tocar. Y eso es lo que hicieron en Vitoria, donde ni siquiera tuvieron que devanarse mucho los sesos para elaborar el programa. El repertorio fue una vuelta a lo esencial: Monk, el Blues walk de Clifford Brawn, y hasta un espiritual negro, Motherless child, transformado por Johrison en un bello solo de trombón.
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J. Johnson All Stars-Sarah Vaughan.VIII Festival de Jazz de Vitoria. Polideportivo de Mendizorroza. Vitoria, 17 de julio.
No faltó el número especial de cada una de las estrellas, y todos tuvieron algo aprovechable, desde el My funny Valentine de Adderley y hasta la coda que en Invitation hizo un Land mucho más lanzado que el que estábamos acostumbrados a ver. Fueron también brillantes los curiosos acentos del trío de ritmo en la exposición de Without a song, un número de walking bass del contrabajo Richard Davis, seguido de un cambio de compases entre el batería Roy McCurdy y el resto del grupo, y, sobre todo, un precioso dúo de trombón y contrabajo.
Moldear el repertorio
Una sesión así nada más podría proseguir con algo del calibre de Sarah Vaughan. Sobre Sarah ya he derramado suficientes elogios y no quiero derramar muchos más, porque sería triste gracia quedar como hagiógrafo o cónsul honorario de la dama, además sin que ella se entere. Diré, por tanto, que el trío acompañante no estuvo siempre ajustado ni lució mucho, aunque George Gaffney, al piano, tuvo buen espacio para hacer solos y lo aprovechó en una rapsódica versión de Wave. En cuanto a Sarah, su voz no alcanzó las sublimidades que en otras ocasiones, aunque no por ello dejó de explayarse por toda su extensión milagrosa, de las alturas del agudo más agudo, ampliado por el falsete, a la gravedad del basso profundo. Además, estén como estén de forma, el auténtico placer con estas divas es ver cómo abordan el repertorio de la gran canción americana, que parece creado sólo para que ellas hagan con él lo mismo que hacen con el público: moldearlo, jugar con él y adaptarlo a su medida.
Después de la apoteosis que era de prever tras el infalible Send in the clowns, llegó lajam session final. Y ésta, como la del día anterior, resultó menos un toque de distinción que una propina ilustrada, en esta ocasión un Perdido donde Sarah, rodeada por J. J. Johnson y todas sus estrellas, se batió el co bre con ejemplar feeling. Como la gente se quedó con ganas, la divina hubo de regresar para, ya a solas con Gaffney, descubrirnos My Junny Valentine, aunque es canción archiconocida y esa noche la escuchábamos por segunda vez.
Babelia
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