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'Un día de campo', una completa exposición sobre el paisaje impresionista en la Olimpiada de las Artes de Los Ángeles

La muestra recoge 127 obras procedentes de más de 50 colecciones de todo el mundo

La muestra de paisajes impresionistas que bajo el título de Un día de campo se exhibe en el Museo del Condado de Los Ángeles, dentro de la Olimpiada de las Artes, está formada por 127 pinturas de la mayoría de los artistas que por lo menos participaron en alguna de las exposiciones que entre 1874 y 1886 definieron aquel movimiento. El bloque más importante lo constituyen las 46 pinturas de Claude Monet y las 23 de Camille Pissarro, los dos líderes intelectuales del impresionismo, además de las de su más cercano discípulo, Alfred Sisley, de quien se exponen 15 obras.

En la muestra Un día de campo están prácticamente todos los pintores que en un momento u otro de su carrera se adhirieron al impresionismo: desde Pierre Auguste Renoir hasta Cézanne, Gauguin, Seurat, Henri-Edmond Cross, Van Gogh, Manet, Boudin y algunos menos conocidos, como Frederic Bazille, Emile Bernard, Berthe Morisot y Gustave Caillebotte, para quien esta exposición representa un auténtico redescubrimiento.Casi la mitad de las 127 obras que se exhiben proviene de los dos museos que acaparan la mayor cantidad de pintura impresionista: el Louvre, que ha cedido 36 obras antes de que sean instaladas definitivamente en el nuevo Museo de Orsay, y el Art Institute de Chicago, de cuya colección han salido 25 telas. El resto proviene de más de 50 colecciones públicas y privadas de todo el mundo.

Además del valor intrínseco de las piezas exhibidas, lo más remarcable de esta exposición es el concepto bajo el que ha sido montada. El tema del paisaje, uno de los géneros a los que mejor sirvió el impresionismo, se utiliza para analizar un amplio abanico de aspectos, tanto puramente estéticos como históricos o sociales. La exhibición, en vez de agrupar los cuadros cronológicamente, por estilos o separando simplemente los de cada artista, se ha concebido en base a nueve secciones que ofrecen las claves para leer a través de las obras de arte que más han conseguido atrapar la imaginación popular el complejo contexto histórico en el que fueron realizadas.

La primera sala, titulada La sensibilidad del paisaje francés, sirve como introducción y establece la influencia de la escuela de Barbizon en los primeros impresionistas, así como su entronque con la gran tradición paisajística francesa. La segunda, pintada de color ocre, podría calificarse como de topográfica, pues delimita los parámetros geográficos al oeste de París, donde Pissarro, Monet y Sisley pintaron los primeros cuadros impresionistas: Bouvigal, Louveciennes y Marly-le-Roi. Sigue a continuación una sala de color azul plomo, donde se recoge el paisaje urbano, la cual sirve en parte para redescubrir a uno de los hasta ahora menos conocidos impresionistas: Gustave Caillebotte. Es aquí donde mejor se puede apreciar el impacto de la revolución industrial. Esta obsesión por la obra del hombre sigue presente en la cuarta sala, bajo el título Ríos, carreteras y trenes.

Hasta el Mediterráneo

La escuela de Pontoise, título de la quinta sala, es un salto en el tiempo que nos sitúa después de la experiencia de la Comuna. El primer grupo se ha separado y Pissarro se instala en Pontoise, donde consigue reunir un puñado de jóvenes pintores, entre los que destacan Cézanne y Gauguin. Los temas se centran en la vida del campo, y los trazos de los pintores son ya mucho más sueltos, el color y la luz han tomado ya posesión total de su pintura y a través de estos dos últimos artistas empiezan a adivinarse ya las secuelas de impresionismo. Lo mismo sucede con la siguiente sección, que se centra en los jardines y parques. El movimiento está ya en su madurez y los pintores se recrean echando una mirada a sus entornos domésticos, a sus familias, a la vida cotidiana. A la luz de un pequeño rincón del jardín repleto de azucenas, Van Gogh hace su aparición.

Las dos siguientes salas: Los campos de Francia y El impresionismo y el mar son un idílico canto a la naturaleza y también al trabajo del hombre en su contexto. Los primeros indicios de mecanización todavía aparecen bellos: el humo de algunos de algunos barcos a vapor o las primitivas segadoras mecánicas.

La última sala, pintada de amarillo, recoge el cambio ocurrido desde la última década del siglo pasado hasta los primeros años del actual. Los nuevos posimpresionistas han huido de París y de sus alrededores para instalarse en La Riviera, cerca del Mediterráneo: Henry-Edmon Cross, Paul Signac y Emile Bernard, y también los más veteranos, Monet, Cézanne, Gauguin y Van Gogh. La exposición se cierra con la propuesta del arte de nuestro siglo.

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