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En el centenario de Milà y Fontanals

Tal día como hoy, hace 100 años, moría a la edad de 66 años, en Vilafranca del Penedés, su villa que también le había visto nacer, Manuel Milà y Fontanals.A raíz de su muerte escribía Menéndez Pelayo a Juan Valera: "Creo que en el extranjero le echarán más de menos, porque la verdad es que debió bien poco a sus connacionales". Estas palabras reflejaban una realidad que Jayme H. Finke nos recordaba en las páginas del Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo. "Puede parecer una paradoja", nos dice el citado autor, "pero el Milà tan poco conocido por los investigadores españoles (sobre todo en las décadas del 50 y del 60), en el extranjero es conocidísimo por sus méritos de erudito".

Sobre este conocimiento y admiración de Milà por parte de los mejores romanistas extranjeros de la época, es muy interesante la anécdota que Paul Meyer cuenta al propio Milà en una carta que le escribía el 24 de septiembre de 1874. A raíz de la entonces reciente aparición de una de las obras maestras del investigador catalán De la poesía heroico-popular castellana, le dice: "Le diré que Gaston Paris y yo esperábamos su libro con auténtica impaciencia desde hacía varios meses. Conocíamos ya algunas de sus páginas. En efecto, en mayo pasado el doctor Quintana me envió su discurso de los juegos florales, y el papel que lo envolvía sostenía una prueba de su libro. Habíamos leído esta prueba con curiosidad y conjeturado que sólo usted podría ser el autor de este libro".

Pasamos ahora a comentar algunos de los principales aspectos milanianos. Lo que fue toda la obra de Milà quedaría muy bien resumida en las palabras que Menéndez Pelayo, a la sazón estudiante en Barcelona, decía a sus condiscípulos: "¿Pero no os dais cuenta de que cada frase de este hombre es una revelación?".

Primer provenzalista

Milà abrió tienda en los estudios de romanística en general y de provenzalística en particular, como muy bien señaló Menéndez Pelayo: ¿"Fue Milà nuestro primer provenzalista, o, por mejor decir, el único que ha producido España después del canónigo Bastero, auténtico precursor de Raynouard". Fruto de esta especialidad es otra de sus obras maestras, De los trovadores en España, que, como dice Martín de Riquer, no ha quedado reducido a una pieza histórica en los estudios provenzales. Los especialistas todavía han de recurrir a él y aún constituye la fuente fundamental para la peculiar materia que se impuso Milà.Otro terreno en el que Milà brilló con gran intensidad es el de la poesía popular. Ya en 1853 publicaba en las páginas de La Gaceta de Barcelona el estudio que vería la luz en 1854 (aunque lleve fecha del 1853), con el título de Observaciones sobre la poesía popular con muestras de romances catalanes inéditos. Esta obra, que debía aparecer en principio como prólogo al romancero catalán que tenía reunido Mariá Aguiló, que no publicó nada de ello hasta 1893, tiene auténticos rasgos de obra maestra, a pesar de sus reducidas dimensiones, y de haber quedado eclipsada ante las dos grandes obras posteriores de la misma especialidad, la ya mentada De la poesía heroico-popular castellana y el Romancerillo catalán, de la que las susodichas Muestras de romances catalanes inéditos constituyen la primera, aunque comparado con el vuelo que tomó la segunda edición (506 romances frente a los 70 de esta primera edición) hacen que, si se habla del Romancerillo sin especificar la edición, se entienda la segunda, aparecida en 1882.

Pero en estas Observaciones, Milà demuestra conocer la poesía popular de toda Europa y su perspicacia al hablar de la influencia de la literatura popular en la culta. Como, por ejemplo, aduce Milà, las primeras páginas del Rey Lear tienen todo el aire de proceder de una balada. Señalemos que Milà formula claramente aquí, respecto a la poesía popular, la teoría del autor legión, defendida más adelante por Ramón Menéndez Pidal. Y no querría hablar de estas consideraciones sin mentar al excelente y muy desconocido trabajo milaniano De la poesía popular gallega, hoy día dificilísima consulta.

Crítico literario

En otro terreno, destaca poderosísimamente Milà i Fontanals, y es en el de la crítica literaria. El profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona Manuel Jorba ha realizado su tesis doctoral sobre este aspecto.Y no podríamos terminar este artículo sin hacer referencia al Milà profesor universitario. Milà no fue suficientemente comprendido, ni mucho menos, por la mayoría de sus alumnos, en parte por una estúpida disposición que convertía el primer curso de Letras y el primero de Derecho en común a ambas carreras.

Así pues, un Milà que levantaba altísimo vuelo en sus explicaciones, que tenía una voz más bien monótona y que en su intachable moral no se permitía perder ni un minuto que no considerara de su obligación, no fue, como ya hemos dicho, comprendido ni influyó en muchísimos de ellos, y tuvo que luchar toda la vida con la turbamulta de legistas incipientes, para decirlo con palabras de don Marcelino. Mas quienes tenían auténtica vocación y conectaban con su pensamiento fueron no sólo entonces, sino toda la vida, admiradores y amigos de Milà.

Citemos sobre todo a sus dos mejores discípulos: Marcelino Menéndez Pelayo y Antoni Rubió y Lluch. Éste le sucedió en la cátedra, y el 13 de marzo de 1886 escribía a Josefa Sellent, viuda de Milà: "Todos los cursos considero un deber sagrado de gratitud dedicar el primer día de cátedra a la memoria del esclarecido Manuel Milà, para inculcar en el ánimo de mis alumnos la misma admiración que le profeso".

En cuanto a don Marcelino, las frases que hemos citado son ya diáfanas, pero podemos añadir que cuando ya llevaba años de catedrático en Madrid le decía en sus cartas que cifraba el mayor orgullo de su vida en poder haber sido discípulo suyo, y que si, ya muerto Milà, llegaba en sus investigaciones a conclusiones distintas, escribía: "Siento tener que separarme de mi maestro Milà, mal sea en punto mínirno".

Joan Antoni Paloma es profesor de Lengua y Literatura Catalana.

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