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FERIA DEL TORO DE PAMPLONA

La gran 'miurada'

ENVIADO ESPECIAL Miura revitalizó ayer en Pamplona el gran espectáculo de la lidia con una corrida de toros importante. Gran miurada, bellísima de presentación y brava, que entusiasmó al público y facilitó a los toreros un éxito que les vino casi de regalo.Los miura eran de magnífica estampa, largos, altos, bien armados y serios, todos en el personalísimo tipo de la ganadería. Variados de capa, los hubo negros, salpicaos o chorreaos en verdugo; un castañó listón de impresionante arboladura, que si lo pinta Daniel Perea en aquellas románticas láminas de La Lidia, no le sale tan hermoso; un bragao girón cárdeno claro que por zonas plateaba y exhibía una cornamenta amplia, de dorada asta y armoniosa curvatura.

Plaza de Pamplona

14 de julio. Octava y última corrida de feria.Toros de Eduardo Miura, de magnífica presentación, fuertes y bravos, salvo el sexto; primero y quinto premiados con vuelta al ruedo. Ruiz Miguel. Oreja y vuelta. José Antonio Campuzano. Aplausos con saludos y dos orejas. Víctor Mendes. Aplausos con saludos y oreja.

Al primero y al quinto les dieron la vuelta al ruedo. Quizá el premio fue excesivo, si se analizaba con lupa y minucioso cotejo de tratados cada uno de sus movimientos. Pero eran bravos y, además, también fueron excesivas las cuatro orejas para los toreros que pidió el público y concedió la presidencia, los cuales padecían contagioso triunfalismo.

Y fueron excesivas no solo porque los matadores no redondearon faenas dignas del galardón, sino porque aún lo hicieron peor como lidiadores. Lejos de lucir la casta excepcional, y los singulares índices de bravura que tenía la miurada, procuraban taparlas por el procedimiento vil de colocar a las reses en suerte unas veces al relance, otras en proximidades de chiqueros, siempre de cerca y aún más acá de las rayas o por los mismísimos terrenos de dentro. Convictos y confesos del delito de lesa tauromaquia, a estos mediocres diestros no les importaba en absoluto la grandeza de la fiesta, acaso. celosos del triunfo del ganadero por lo que les pudiera desmerecer. Lidiaron la corrida, con aires de trámite y hubo toros bravos a los que dieron tratamientos de mansos.

Salió un manso, es cierto, el sexto, que huía de la quema, pero que en banderillas se fue arriba y valiéndose de su casta y de sus muchos pies, puso en aprietos a Víctor Mendes, el cual reunió con mucho mérito dos pares y luego se vio perseguido con enorme peligro, hasta el punto de que pidió precipitadamente el cambio de tercio.

Simplemente por la mala lidia, por su mezquina actitud, los toreros no merecían trofeos de ninguna especie, y aún menos a la luz de sus desaliñadas faenas de muleta, que ejecutaron sin temple y atacadas de vulgaridad. Campuzano dio naturales embarullados a su primero, que tenía un excelente pitón izquierdo, y al quinto, noble ejemplar de inagotable embestida, le administró una interminable letanía, monótona y destemplada, en la que solo destacaron cinco redondos y la estocada.

Complicar la lidia

Ruiz Miguel complicó sus muleteos, indudablemente valientes -pues sus encastados toros tenían mucho que torear, por su habitual propensión a citar fuera de cacho, a ensayar circulares, a regatear entre los pitones. Los dos nobles toros que le correspondieron acabaron achuchándole, haciendo hilo, gazapeando, precisamente por no parar, templar y mandar.

Los peones El Formidable y Antonio Chacón se lucieron en banderillas y saludaron montera en mano. Víctor Mendes banderilleó asimismo con brillantez al tercero de la tarde, único que fue picado más o menos delantero y por derecho. El animal, poderoso y con genio, acabó probón e incierto, y Mendes le aplicó un trasteo decoroso, valiente y adornado. Lo mejoró en el sexto, pues ante la escasa codicia del Miura, que se iba de la suerte, desgranó un repertorio de recurso, con molinetes, afarolados, trincheras, cambios de mano.

Primero y tercero derribaron y esta inesperada novedad aumentó la importancia de la miurada. Así -y no con la gatada que soltó en la Feria de Sevilla- es como reivindica su buen nombre esta divisa cargada de historia y de leyenda.

Miura y Bohórquez, triunfadores

El jurado de la Feria del Toro ha concedido a Eduardo Miura el premio a la mejor corrida de los Sanfermines y a Palomero, de Fermín Bohórquez, el correspondiente al toro más bravo. El jurado estaba compuesto por José María Salazar, Jesús Zúñiga, Félix Recasens, George Dubos, Antonio Purroy, Alfonso Sáez Váldivielso, Juan Posada, Vicente Zabala y Joaquín Vidal.

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