La obra hablada
La pérdida de Claudio Sánchez Albornoz es, para los historiadores, irreparable. Para los que tuvimos la dicha de haber sido sus alumnos en la Universidad Central de la calle de San Bernardo, sus discípulos en Centro de Estudios Históricos (Instituto de Estudios Medievales) y más tarde sus amigos, de un dolor profundo.En la universidad, lo más corriente en aquella época era escuchar, hora tras hora, los discursos más o menos floridos, más o menos interesantes, del catedrático, tomar apuntes los más, para llegar a fin de curso a los fatídicos exámenes. El catedrático no nos conocía, y nosotros sólo sabíamos algo de lo poco que algunas veces él nos enseñaba.Y así llegamos todos a la clase de Sánchez Albornoz. Y bien pronto nos dimos cuenta de que estábamos ante un maestro que nos enseñaría historia medieval de España, pero también, y esto es más importante, a discurrir y a desentrañar los fueros, los documentos, las instituciones de nuestra Edad Media.La historia política, los reinos y reinados con sus nombres y hechos importantes, teníamos que estudiarlos nosotros, para lo que él nos daba una abrumadora bibliograria. De cuando en cuando teníamos que hacer un ejercicio escrito sobre ello. Pero las clases eran siempre sobre documentos que nos hacía comentar a nosotros, previas explicaciones de instituciones, costumbres, leyes, etcétera.Diálogo constanteY, en un constante diálogo, íbamos desentrañando toda la manera de vivir de visigodos, asturianos, leoneses, castellanos, navarros, aragoneses, catalanes y valencianos. En seguida nos conocía a todos, y al final del curso, con asombro nuestro, nos daba un aprobado, un notable o un sobresaliente, sin tener que examinarnos. Sabía muy bien quién había trabajado y cómo lo habíamos hecho cada uno.Al final del curso, ya con la calificación en nuestro poder, nos preguntaba quiénes queríamos seguir trabajando con él. Y en el Centro de Estudios Históricos nos reuníamos dos tardes en la semana para seguir estudiando y comentando documentos medievales.
Poco más tarde, dentro del mismo centro, consiguió crear el Instituto de Estudios Medievales, y allí comenzamos a transcribir y comentar documentos, recorriendo antes archivos monásticos, catedralicios, municipales, principalmente de la Alta Edad Media, para reunir su documentación. Y, tras una detallada relación de todos, un fotógrafo los fotografiaba, y así tuvimos en nuestro poder importantes archivos con la intención de publicarlos.
Con la guerra civil todo quedó parado. Muchos de nosotros seguimos trabajando, unos como historiadores, otros como archiveros, recordando siempre sus lecciones. Sánchez Albornoz se fue a Francia, de allí a Buenos Aires, donde consiguió crear una escuela de medievalistas. Su obra escrita es de capital importancia, pero su obra hablada, su magisterio año tras año, es de importancia aún mayor.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.