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Muere el autor de "España, un enigma histórico"

Adios a don Claudio

La triste, tristísima, noticia del fallecimiento en Ávila, tras larga y penosa enfermedad, de mi maestro -maestro de tantos- don Claudio Sánchez Albornoz puedo decir, con la sinceridad a flor de piel, que no sólo me llena de abatimiento y de congoja, sino que me conmueve hasta las lágrimas. Sabía naturalmente -todos sabíamos- de su grave enfermedad y de su mucha edad, pero cuando se ha tenido durante medio siglo una amistad tan estrecha y tan afectuosa como la que yo he tenido con don Claudio, y se le debe tanto como yo le debo a su magisterio ejemplar, siento como si algo muy entrañable de mí mismo se hubiese ido con él, la voz se quiebra en un sollozo y la pluma apenas acierta a escribir.Antes de la guerra civil y del expatriamiento de don Claudio en Argentina era raro el día en que no nos veíamos, más raro aquél en que no me indicaba alguna orientación en mis estudios o no me daba algún consejo útil para mis entonces balbucientes investigaciones históricas. Era la época en que don Claudio, que había ya obtenido el Premio Covadonga por su libro sobre las instituciones del reino asturleonés, que había publicado ya sus admirables Estampas de la vida en León hace mil años y que preparaba su magna obra sobre los orígenes del feudalismo, dedicaba toda su atención en el desaparecido Centro de Estudios Históricos, que dirigía don Ramón Menéndez Pidal, a un grupo de discípulos, entre los que yo tuve la fortuna de encontrarme.

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Porque don Claudio ha sido, sin duda, un gran historiador, y con él perdemos una de las mentes más lúcidas en la comprensión del auténtico ser histórico de España, pero también ha sido -hay que subrayarlo- un gran maestro que supo crear escuelas de medievalistas al impulso de su fecundo pensamiento histórico, de su dedicación desinteresada a sus discípulos, de su entusiasmo por hacer de ellos historiadores dignos de tal nombre.

Y el mejor ejemplo de esto, que no deja de causar asombro, es que don Claudio, sin abandonar lo más mínimo sus investigaciones en historia de España, supo crear lejos de su patria española, en un país que no tuvo Edad Media, o sea en un medio poco propicio una escuela de medievalistas argentinos que goza hoy de indudable prestigio en los medios científicos europeos.

Dignidad

No es el momento éste de referirse a la ingente obra escrita de don Claudio Sánchez Albornoz ni a su, en cierto modo efímera, participación en la vida política española durante la II República. Sus obras de historia son conocidas de no pocos españoles, especialmente su España, un enigma histórico, y su actuación política en España y en el destierro ha sido un modelo de consecuencia en las ideas y de dignidad en la conducta. Baste decir que don Claudio logró alcanzar con su obra histórica verdadero renombre internacional, cuyo máximo reconocimiento quizá fuese el haber sido premiado con el Premio Feltrinelli por la Academia Dei Lincei de Roma, sin olvidar que en sus últimos días pudo disfrutar, en medio de su lenta agonía, de la satisfacción de que su vida fuese galardonada con el Premio Príncipe de Asturias.Pero estos premios son lo de menos en la vida de don Claudio Sánchez Albornoz: lo importante es que don Claudio se ha ido de este mundo dejando tras sí una gran obra de historiador, como pocas seria y sugestiva, inflamada además de ardiente amor a España, y que por ello los españoles le deberemos siempre gratitud.

Una gratitud que vivirá permanentemente en sus discípulos de una y otra orilla del Atlántico y de modo especial en quien, a vuelapluma y acongojado por la emoción de la pérdida del maestro, ha pergeñado rápidamente estas líneas. Durante su largo destierro, ¡cuantas veces, querido don Claudio, nos habremos escrito usted y yo! Estas líneas, que no leerá usted, quiero que sean como la última de esas cartas, la de la triste despedida, y para terminarla solamente acierto a decir: ¡adiós, don Claudio!

discípulo de Claudio Sánchez Albomoz, es miembro de la Real Academia de la Historia.

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