Música clásica a la sombra de Napoleón
La Orquesta Nacional y Jesús López Cobos han tenido que luchar, en su primer concierto del 33 Festival Internacional de Granada, con la sombra reciente de un triunfo: el de la orquesta del Concergebouw de Amsterdam. Los granadinos recuerdan los conciertos del gran conjunto holandés que dirige Bernard Haitink entre los mejores de los ciclos sinfónicos, mucho más antiguos que el mismo festival.Sin embargo, al margen de comparaciones tan odiosas como practicadas, hay que decir que Jesús López Cobos consiguió muy bella sonoridad de la ONE en una obra dificil y, contra lo que pueda suponerse, infrecuente en los atriles de la orquesta del Estado. La Sinfonía en re, de Juan C. Arriaga.(1806-1826), se sitúa más en la órbita napoleónica -con Cherubini como cima- que en la de Haydn o Mozart. Cuando el musiquito bilbaíno, como gustaba llamarle Adolfo Salazar, deja volar su fantasía melódica, se acerca a Schubert antes que a otra cosa. Si añadimos una cierta vivacidad de espíritu a lo Rossini, tendremos el precipitado que un compositor menos que veinteañero salido de la incipiente vida musical bilbaína, sometió a evidente unidad, tanto en la amplitud de sus formas como en el academicismo de sus esquemas. No sólo la cuerda de la ONE brilló cohesionada y bien cantante, sino el resto de la plantilla y, de manera particular, el flauta Antonio Arias, poseedor de un sonido tan precioso como su línea de fraseo.
Continuidad
Tras Arriaga, su antecesor austriaco Wolfgang Amadeo Mozart, muerto quince años antes que el bilbaíno viniese al mundo. Justamente el "canto de cisne" de Mozart, La misa de réquiem, que le completara su discípulo Süssmayer, sirvió a López Cobos para mostrar la calidad del coro y orquesta nacionales de los que es maestro titular, así corno la de un excelente cuarteto solista: la soprano Alison Hargan, la contralto Brigitte Balleys, el tenor Werner Hollweg y el bajo Hadald Stamm.Sí la visión del director español puede pecar de rigurosa y hasta de comedida en lo expresívo, está planteada, en cambio, con un magnífico sentido de la continuidad. Virtud capaz de subrayar por sí sola el proceso dramático de una obra que, aparte su religiosidad, magnifica uno de los textos litúrgicos de mayor dramatismo: el de la misa de difuntos. La aparición del Dies irae sin solución de continuidad con los kyries fue gran acierto de López Cobos. Sucede que en ésta como en todas las obras no terminadas. por sus autores, llega un momento en el que la cohesión creativa se quiebra y hasta se acude a recursos de repeticiones textuales, como en el número final, desacostumbradas en Mozart.
No es el Réquiem mozartiano música napoleónica, pero sonó en el traslado de los restos de Bonaparte, con lo que, por casualidad, la sombra del emperador francés se paseó por el patio renacentista de su antecesor elemperador Carlos V, al conjuro de un director de Zamora que "ejerce el mando" en la capital berlinesa; al fondo, la arquitectura arábigo-andaluza, el barroco granadino y los bosques y jardines italianos del romanticismo creados después que Irving desarrollara la primera gran campaña turística de Andalucía: los Cuentos de la Alhambra.
Babelia
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