Roald Hoffman: "Las grandes teorías químicas sólo pueden nacer después de miles de pequeñas experimentaciones"
Koald Hoffman, profesor e investigador en la universidad de Cornell (Nueva York) y premio Nobel de Química en 1981 por sus trabajos de interpretación teórica de los resultados experimentales en reacciones, se encuentra en España desde el pasado día 18 de junio impartiendo un curso para profesores y estudiantes posgraduados en la facultad de Química de la universidad de Barcelona (UB). Las reglas de Woodward-Hoffman, que explican lo que sucede en ciertas reacciones químicas insólitas o extrañas, constituyen hoy día mención obligada para los investigadores de este área, con más de 10.000 citas en publicaciones especializadas en los últimos 15 años.
Cuando se le pregunta por la trascendencia de sus investigaciones, Hoffman, de 47 años, hijo de judíos polacos y emigrado muy pronto a EE UU, donde estudió en la universidad de Harvard, contesta con una cierta dosis de humildad: "Mis trabajos han hecho que cambiase la manera de analizar las reacciones orgánicas por parte de los químicos, cosa normal en nuestra disciplina, ya que no hay que dar nunca las cosas por hechas, sino buscar entre los centenares de alternativas posibles". Su anfitrión, Josep Castells, director del departamento de Química Orgánica de la UB, va más allá: "Las investigaciones de Hoffman han removido la química, explicando la evolución de las estructuras orgánicas (los orbitales) en las reacciones químicas, estableciendo la conexión entre la distribución electrónica de las especies iniciales y finales".
Estudio de las reacciones
Dos han sido las contribuciones más importantes de Hoffman al estudio químico de las reacciones. La primera fue la llamada extended-Hückel theory (EHT), o sea, la extensión del método de Hückel para el estudio de todo tipo de en laces atómicos, lo que permite hacer predicciones razonables sobre las conformaciones moleculares y las superficies de potencial. La segunda abordó la exploración de la estructura electrónica de los esta dos de transición e intermedios en las reacciones orgánicas. Hoffman, junto con R. B. Woodward (que obtuvo el Nobel de Química en 1968), explicó mediante argumentos de simetría y enlace el análisis de reacciones concertadas, permitiendo predecir sus resulta dos y estimulando así en gran manera la proliferación de trabajos experimentales. Subsidiariamente, el químico americano investigó sobre el cálculo con orbitales moleculares de diversas especies (iones de carbono, diradicales, metilenos, bencinos ... ). En sus trabajos más recientes Hoffman ha puesto de manifiesto las analogías existentes, desde el punto de vista estructural, entre la química de los compuestos minerales y la de los compuestos orgánicos. Contribuyendo a romper la hasta entonces tajante separación entre esos dos campos, con importantes consecuencias para la investigación y la enseñanza de la química. Hoffman, que recibió el Nobel a sus 44 años -una edad joven en estos casos-, cree que la concesión del galardón le planteó el importante problema de "no saber qué hacer en el resto de la vida". Una opinión que describe bastante bien el talante de este químico algo heterodoxo, que mezcla en sus amenas exposiciones científicas cuestiones de arte y estética a las que es muy aficionado. Cree que los premios científicos son un estímulo positivo para los investigadores, "ya que todos nosotros necesitamos cariño, ser queridos y ver reconocida nuestra actividad". "El Premio Nobel", añade, "es una cosa aparte, tiene un gran valor simbólico, casi místico, no ya sólo para el que lo recibe, sino para mucha gente más: mi universidad y mi madre se alegraron mucho".Así es como explica Hoffman el proceso que le hizo merecedor del premio sueco: cuando en la primavera de 1964 estaba estudiando diversos tipos de transformaciones orgánicas, un investigador maduro y ya famoso, R. B. Woodward, le llamó para consultarle sus dudas sobre los resultados de ciertas reacciones electrocíclicas, en las que buscaba soluciones teóricas a ciertos problemas experimentales. "Trabajar con él fue de gran importancia para mí. A pesar de nuestra gran diferencia de edades -tenía 30 años más que yo-, nuestro tabajo conjunto dio muy buen resultado, porque nos complementábamos: él era un gran químico experimental y yo un teórico. Además, a pesar de mis 26 años, encontré una solución que Woodward no se esperaba". Hoffman recuerda a su maestro como "poseedor de una gran claridad de pensamiento, poder de concentración, conocimiento enciclopédico de la química y un sentido estético sin paralelismos", y está seguro que, de no haber fallecido hace cuatro años, hubiera llegado a obtener un segundo Premio Nobel.
Al nivel de Rumanía
Hoffman, que es también asesor de las sociedades Kodak y Dupont, sigue trabajando en la actualidad en cuestiones de teoría aplicada, sin preocuparse de que sus investigaciones tengan una importancia tecnológica directa. "Mis estudios los realizo en colaboración con cientos de químicos experimentales de todo el mundo, que me consultan programas a los que realizo observaciones". Para él la ciencia no puede progresar sin una intensa comunicación internacional, en especial a través de las publicaciones científicas. Su equipo de colaboradores más próximo está formado por 10 estudiantes de doctorado y posgraduados, americanos y de otros países.Uno de ellos es el profesor barcelonés Santiago Álvarez, que está en EE UU gracias a una beca Fullbright. "Es el primer español que trabaja conmigo", señala Hoffman, junto con ocho franceses, cinco alemanes, tres japoneses y tres rumanos... Sería bueno que España pudiese estar pronto, al menos, al mismo nivel que Rumanía; yo animo al Gobierno español para que haga lo posible por aumentar la venida de españoles".
Los últimos trabajos de Hoffman giran en torno a la química y física del estado sólido, estudiando el comportamiento de las moléculas muy grandes como las que están en muchos minerales y aleaciones- en una línea fronteriza entre la física y la química. También se interesa por el estudio de superficies de átomos metálicos, que son importantes para los diversos tipos de catálisis. "El casete con el que usted está grabando esta entrevista es un buen ejemplo de las aplicaciones del estudio del estado sólido. Nosotros apenas nos damos cuenta, pero una gran parte del mundo que nos rodea está configurado por este tipo de efectos: cámara de foto, magnetófonos, vídeos ... ; detrás de todo ello hay una buena química funcionando".
Responsabilidad de los científicos
Este investigador, que conoció muy de niño los horrores de la guerra (estuvo en el gueto polaco y en un campo de concentración hasta 1943, año en que su padre fue asesinado por los nazis), siente una especial preocupación por las relaciones entre la ciencia y las humanidades. Cuando se le plantea la cuestión de la responsabilidad de los científicos ante las aplicaciones militares de la química como el reciente uso del gas mostaza en la guerra Irán-Irak), su respuesta es tajante: "Los científicos no tenemos ni más ni menos responsabilidad que otras personas". Hoffman, que no cree en la posible bondad de un mundo dirigido por científicos -"no somos diferentes de las otras personas"-, opina que éstos deben participar en la toma de decisiones económicas y políticas junto con el resto de los ciudadanos. "El científico puede ayudar a evaluar los efectos de sus investigaciones, pero no puede dejar de trabajar, el conocimiento no puede ser escondido". "En realidad", afirma Hoffman con aire de preocupación, "somos como los personajes de las tragedias griegas".Cuando se le insiste sobre las posibles aplicaciones perversas de la investigación, Hoffman deja escapar un argumento de peso: "Si en un país un científico deja de trabajar en algo que cree potencialmente peligroso, les muy probable que otros colegas suyos acaben por descubrir lo que aquél abandonó. Cosas como la bomba atómica o la ingeniería genética no pueden ocultarse. Estoy seguro de que si no hubiésemos inventado la energía atómica y perfeccionado su uso, unos años después lo hubiesen hecho los alemanes". En su opinión, los científicos han de conocer las consecuencias trágicas que puede acarrear la ciencia, pero su obligación es seguir adelante en las investigaciones, "ya que si no habría que remontarse a la polémica sobre el Paraíso.y el árbol de la ciencia del bien y del mal". "Las decisiones difíciles", concluye Hoffman, "desde instalar una fábrica de pasta de papel -que es muy contaminante- hasta.dónde construir una central nuclear, pueden ser consultadas a los científicos, pero.la decisión final corresponde a la sociedad, y, al tomarla, el peso de los científicos no ha de ser superior al de las otras personas".
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