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Indicios de fricciones en la visita papal a Suiza

Juan Pablo II regresó ayer a Roma después de realizar una visita pastoral de seis días de duración y 14 etapas a Suiza, marcada por las llamadas del Pontífice a la unidad intercristiana y también por indicios de fricciones entre Roma y la Iglesia suiza.

El Papa fue advertido desde el principio que realizaba una visita a un país pluriconfesional, donde el Estado y la Iglesia se encuentran meticulosamente separados. Incluso en el centro católico de peregrinaje de Einsiedeln, la bandera papal, con sus colores blanco y amarillo, constituyó un pálido contraste frente al aluvión de banderas con los colores cantonales y nacionales suizos.

Asimismo, destacó el modo como el clero suizo acudió a cumplimentarle. Entre botellas de vino, relojes y quesos regalados al Papa durante las 14 etapas de su visita, un clérigo le regaló un imperdible. "Es un objeto muy práctico, Santidad, pero sólo cuando se abre", le dijo el sacerdote Markus Fisher.

Fischer y otros sacerdotes presentaron acto seguido un pliego en el que se formulaban peticiones con las que se demandaba a la Iglesia católica de Roma una actitud más abierta. Juan Pablo II escuchó con una sonrisa irónica las peticiones, entre las que se encontraba la de la admisión de mujeres al diaconado eclesiástico, una revisión del celibato de los sacerdotes y el mitigamiento. de las actuales prohibiciones de comulgar a los divorciados que han vuelto a contraer matrimonio, lo mismo que el cese de las suspensiones que pesan sobre los sacerdotes que han contraído nupcias.

En su réplica, el Papa reafirmó la doctrina tradicional y cuestionó la representatividad de los sacerdotes peticionarios.

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