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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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OTAN: Razones para permanecer / y 2

Supongamos simplemente, por conveniencias de la argumentación, que España quisiera permanecer en la OTAN. ¿Determinaría eso de antemano su política internacional? Es lo que sostienen quienes proponen el abandono de la OTAN por considerar la permanencia en el tratado como algo incompatible con la soberanía nacional. Sin embargo, no es nada evidente que sea así. Ciertamente, un país de la OTAN tiene restricciones en su política exterior e interior: si España permanece en la OTAN no podrá enviar voluntarios a las Malvinas del lado argentino o declarar la república soviética en la Mancha. Pero tampoco hay muchas razones para creer que pueda o deba hacerlo estando fuera de la OTAN.La apuesta sobre el carácter progresista de nuestra política exterior no tiene por qué pasar, en absoluto, por la opción OTAN sí u OTAN no. Puede muy bien ser, por el contrario, una apuesta sobre el tipo de política que se quiere hacer, dentro o fuera de la OTAN. El problema es que de antemano la OTAN aparece como el gran enemigo, el representante del ¡mperialismo, el protagonista de la guerra fría. España no tuvo su desembarco de Normandía, sino la no muy feliz llegada de un berlanguesco mister Marshall que tardíamente socorrió al régimen de Franco, absolviéndole de buena gana de sus pecados pasados por mor del anticomunismo. Es muy comprensible así que la opinión pública vea todos los defectos de la OTAN y no descubra en ella la menor virtud.

Sin embargo, una cosa es que sea comprensible, y otra que sea un juicio correcto. Las cosas son más complejas, y España debe asumir que la integración en Europa significa también la firma del tratado, olvidando la vieja cultura progre que identificaba la Coca-Cola, la OTAN, las películas de John Ford y el genocidio en Vietnam. La cuestión es saber qué política vamos a hacer si permanecemos en la OTAN, ya que, como hemos intentado razonar anteriormente, fuera de ella prácticamente nuestra política exterior carecería de cualquier relevancia positiva para la causa del desarme y la distensión.

El primer dato que es preciso tener en cuenta, en este sentido, es que la OTAN no funciona nada bien como instrumento de la nueva guerra fría. Como ha mostrado André Gunder Frank en su libro El desafío europeo, los intentos de Reagan de plegar a los países de Europa occidental a su política de tensión sólo han servido para crear tensiones dentro de la OTAN. La razón es que hay profundos intereses económicos que trabajan en fávor de la integración económica en Europa. Los países del Este necesitan tecnología de punta que no les puede ser proporcionada por la Unión Soviética, ya que en este país sólo la industria militar mantiene la paridad con la tecnología occidental, pero sin efectos de difusión a la industria civil.

La economía manda

Por otra parte, los países del Este están endeudados con los de Europa occidental. El caso más notable es el de Polonia, por descontado, pero no se trata de un caso aislado. Y las deudas son uno de los lazos que mayor comunidad de intereses puede crear. En el Este hace falta más tecnología, más bienes de consumo y de equipo, y en Occidente hace falta cobrar las deudas pendientes y mantener el mercado. Nadie está dispuesto a romper mientras pueda evitarlo, y la resistencia a las presiones exteriores quedó en claro con el fracaso del boicoteo de Reagan al gasoducto eurosiberiano. La economía, los crudos intereses materiales, mandan lo suficiente como para hacer inviable una guerra fría de larga duración y consecuencias profundas. El tiempo y las leyes del capital trabajan contra Reagan.

Agreguemos que el rearme tiene sus límites en una situación de crisis. Reagan ha utilizado los misiles para crear demanda y empleo en una forma de keynesianismo encubierto y vergonzante, pero esa vía no se puede seguir ilimitadamente. Sobre la recuperación de la economía norteamericana pesa como una losa el déficit presupuestario, y no hay razones para creer que los países de Europa occidental vayan a seguir úna línea tan suicida tras varios años de lucha por el control del déficit. En esta coyuntura se ha publicado la ya famosa opinión del doctor Kissinger sobre la conveniencia die aumentar la autonomía del lado europeo de la OTAN. Seguramente no es casual. Esa autonomía forzaría a los países de Europa occidental a aumentar sus gastos de defensa sin confiar en el armamento y las tropas convencionales norteamericanas.

Pero eso sólo sería así en la medida en que se mantuviera la escalada de la tensión. Dicho de otra forma: Estados Unidos no puede. pagar por sí mismo los costos de la estrategia de Reagan, y sólo ve como alternativa responsabilizar crecientemente a la Europa occidental de su propia defensa. Ahora bien, en la medida en que aumente la autonomía de la parte europea de la Alianza es muy posible romper con la actual guerra fría mediante negociaciones bilaterales entre los países del Este y los occidentales, estableciendo acuerdos para la reducción de efectivos convencionales, el desmantelamiento de arma! nucleares y la firma de tratados de no agresión. El objetivo final podría ser una Europa económicamente integrada, con un armamento definitivamente defensivo y desnuclearizada. A efectos prácticos, una Europa neutra, incluso si los países occidentales mantuvieran su pertenencia a la OTAN y los d el Este al Pacto de Varsovia (aunque el objetivo estratégico deba ser, obviamente, la desaparición de los bloques).

Estrategia realista y posible

¿Es esto un simple sueño? Lo sería si la economía no trabajara a favor de esta tendencia, pero de hecho lo hace. Es una estrategia realista y posible, y España podría' apostar claramente por ella dentro de la OTAN, sin hipotecar su inde pendencia ni caer en la impotencia absoluta que conllevaría el ostra cismo respecto a Europa. Más aun, en este marco un cierre de las bases norteamericanas, paralelo a una integración militar en la defensa europea, podría no ser conflicti vo, sino la consecuencia lógica deun reordenamiento general de la situación. Ésta sería una apuesta compatible con el crecirniento económico europeo, que beneficiaría a la Unión Soviética y a, Estados Unidos, al descargarles del peso de unos gastos de defensa a la larga insostenibles, que mantendría a nuestro país en el marco europeo en lo político y en lo económico, y que beneficiaría de forma ba stante obvia a la causa de la paz mundial y a las posibilidades. de supervivencia del género humano. Seamos francos: lo más probable es que esta tendencia a la entente paneuropea se imponga también sin que España esté en la OTAN. Pero entonces nuestro país tampoco estarácá la CEE, y seguirá siendo el país semiperiférico que fue bajo el franqúismo. Y en todo caso, quienes hacen suya la causa de la paz tienen que optar en conciencia por defender esa causa allí donde se toman las decisiones cruciales o por tomar la postura.del avestruz, singularmente precaria cuando lo que está en juego es el riesgo del apocalipsis. En otras palabras: trabajar dentro de la OTAN por la paz, por una Europa unida y autónoma no es sólo la posibilidad más realista para nuestra democracia, sino una posición moralmente consecuente.

La pertenencia a la OTAN no impediría tampoco posiciones de colaboración con América Latina, ni una línea coherente de contribución a la paz en cualquier parte del mundo. Por el contrario, reforzaría el peso de las iniciativas pacificadoras y en favor del respeto a los derechos humanos que se tomaran desde Europa. En la OTAN no tenemos nada que perder que no tuviéramos perdido de antemano; hay, en cambio, posibilidades, de avance nada desdeñables para nuestro país y para una política exterior progresista.

El movimiento pacifista tiene en este país -como en toda Europa Occidental- unas posibilidades, de actuación y de influencia con las que no cuenta en otros países. Su responsabilidad moral es por ello muy grande: debe elegir entre, seguir la inercia ya establecida y seguir cultivando-los viejos prejuicios, o por replantearse a contracorriente las verdaderas posibili!dades en juego.

Dixi et salvavi animan mean.

Fernando Claudín es director de la Fundación Pablo Iglesias. Ladolfo Paramio es profesor de Sociología en la universidad Autónoma de Madrid.

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