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Eriprando Visconti defiende la cultura europea ante la invasión norteamericana

Gabriela Cañas

Eriprando Visconti es conde de Modrone, como su tío Luchino; también es milanés, como él, y para mayor cúmulo de coincidencias, es cineasta. Votante de izquierdas, visitaba España para hacer propaganda antifranquista "por romanticismo". Tiene 11 películas en su haber, 51 años, una esposa con título como él, 1,90 de estatura y una gran preocupación por la invasión americana. "Europa debe defenderse de los americanos para salvaguardar la cultura", dice.

Eriprando Visconti, que ha visitado Madrid para presentar un ciclo cinematográfico dedicado a su obra en el Instituto Italiano de Cultura, empezó haciendo una pequeña colaboración con su tío, el gran realizador italiano en 1952, y 10 años más tarde estrenaba su primera película, Una storia milanese. "Luchino no pudo darme su opinión", cuenta Visconti, "porque no la vio. Ganó el premio de la crítica en Venecia y me llamó para felicitarme porque le habían dicho que era muy buena".Luego hizo más películas, como La monaca di Monza, Il caso Pisciotta, que al cabo del tiempo ha resultado tener mucha similitud con el caso de De la Chiessa, o Malamore, su último filme. También trabajó en el teatro como ayudante de Luchino Visconti y como director del Piccolo Teatro di Trieste. Aficionado a la ópera, próximamente dirigirá en Berlín una obra de Othmar Schoeck en la que la dirección musical estará a cargo de Peter Maag.

Su trayectoria cinematográfica, según manifiesta el propio Visconti, ha estado siempre marcada por un estilo intimista en el que los problemas políticos sólo le interesan como reflejo de conflictos internos. Sólo en las últimas películas ha empezado a preocuparse realmente por la estética. Y es que muchas cosas eran diferentes cuando "era joven", como repite constantemente. "Ya no soy del PCI. Me limito a votar a las izquierdas; he sufrido una desilusión". Cuando Eriprando Visconti era joven mantenía estrechas relaciones con exiliados españoles que vivían en Milán. "No digo nombres porque quizá alguno sea hoy ministro". Todo aquello le resultaba tremendamente romántico al joven Visconti: desde aquel día que conoció en Roma a Dolores Ibárruri hasta ese obrero del puerto de Barcelona que le servía de enlace. A él le entregaba el cineasta los panfletos firmados por el Frente Nacional de Liberación y que llevaban una arenga: "Españoles, despertaos". Y Visconti sonríe al evocar aquellos recuerdos: "Luego cogía el tren para Madrid y una vez seguí hasta Sevilla, donde no encontré al enlace y no sabía qué hacer con los papeles".

Estudiar para olvidar

Siempre tuvo mucha suerte con las mujeres Eriprando Visconti. Todavía hoy, pasada la cincuentena, ofrece una gallarda figura y unos ojos claros con fuego en la mirada. Admite, al menos, que fue guapo. "Las mujeres no han sido importantes en mi vida. He amado más la música y los libros". Vuelve a hacer balance sobre el paso de los años. "Con la edad cambian los puntos de vista; ahora no me gusta Bach y estoy saturado de Vivaldi. Ya no creo en nada fijo. ¿Existe el amor? ¿Existe realmente la cultura? Cuanto más estudias, más olvidas. Tampoco me interesa la crítica; no existe. Es sólo la opinión subjetiva de alguien. El crítico no ayuda al público a entender ni comprender nada. Ahora veo una película mía, me gusta, mientras que no me gustó la última vez que la vi. Lo importante es hacer las cosas. Una vez que termino una película deja de interesarme y empiezo a pensar en la siguiente. Una vieja película es como una vieja amante".Entre película y película, Visconti escribe un guión y lo vuelve a reescribir sucesivas veces, con tranquilidad, sin prisas. A los 15 años quiso ser escritor. Luego llegó a la conclusión de que no podía ser otras cosa en la vida más que realizador. Aunque sí hay otra que le hubiera gustado ser: inmensamente rico. "El problema es que no me gusta hacer dinero. Mi familia fue muy rica hasta mi abuelo. Lo perdió casi todo. Así que digamos que yo sólo poseo una posición acomodada". Si su herencia hubiera sido más generosa, asegura que se habría dedicado a coleccionar cuadros, porque le encanta la pintura.

Visconti piensa que el cine italiano está simplemente "fatal". "En Italia hay tres canales públicos de televisión y 99 privados que ofrecen películas a partir de las ocho de la tarde. Mientras que una película de Hitchcock cuesta cinco millones (no especifica si liras o dólares), la de un realizador italiano de hoy cuesta 55 millones. Así que prefieren las de Hitchcock. No hay en Italia una ley que ampare a su cine...". ¿Que si está en proyecto hacerla? Sí, desde hace 10 años".

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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