Reagan afirma en Normandía que desea la reconciliación con la Union Soviética para reducir los riesgos de guerra
Las playas de Normandía, escenario hace 40 años del desembarco que cambió de forma decisiva el curso de la segunda guerra mundial, escucharon ayer un llamamiento a la reconciliación entre Estados Unidos y la Unión Soviética, aliados en aquel entonces en su lucha contra el imperio nazi de Adolfo Hitler. "No hay ninguna reconciliación que desembarco con más ahínco, que la reconciliación con la Unión Soviética, de forma que, juntos, podamos reducir los riesgos de la guerra ahora y para siempre", afirmó ayer Ronald Reagan en la más temprana de las tres ceremonias conmemorativas día D en las que participó el presidente norteamericano.
"Para poder alcanzar esa cabeza de puente" (la reconciliación entre las dos principales potencias nucleares), "la Unión Soviética debe dar alguna señal de que desea ir hacia adelante, de que comparte nuestro amor por la paz, de que abandona sus ansias de conquista", afirmó Reagan. "Algunos de los países europeos liberados se perdieron" tras la guerra, recalcó el presidente norteamericano. "La gran tristeza de estas pérdidas aún retumba en nuestros días en las calles de Varsovia, Praga y Berlín Oriental". "Las tropas soviéticas que avanzaron hasta el centro del continente no lo abandonaron cuando se alcanzó la paz", insistió el presidente de Estados Unidos, recordando que "aún permanecen allí, sin haber sido invitadas y sin ser queridas".Reagan, en plena campaña preelectoral, aprovechó la ocasión para reiterar que "Estados Unidos no desea la guerra" y que el objetivo final de su política exterior es "barrer de la faz de la Tierra las terribles armas que en estos momentos posee la humanidad".
Tan sólo por un momento, el presidente norteamericano se dignó dejar a un lado el espíritu de guerra fría y recordó públicamente que 20 millones de soviéticos perdieron la vida entonces en el frente oriental, en una y desesperada contraofensiva.
Siete jefes de Estado
Reagan renovó el compromiso de Estados Unidos en la defensa de Europa occidental. "Al igual que hace 40 años, nos unen las mismas lealtades, tradiciones y creencias. Asimismo nos une el realismo". "La fuerza de nuestros aliados es vital para Estados Unidos, y la garantía de seguridad norteamericana es esencial para que siga reinando la libertad en las democracias europeas", afirmó el presidente. "Estuvimos con vosotros entonces, estamos con vosotros ahora", concluyó Reagan.Siete jefes de Estado y un primer ministro participaron en las múltiples ceremonias que durante toda la jornada de ayer, bajo un sol, espléndido que contrastaba descaradamente con la tempestad que reinó en el día más largo de la historia, se sucedieron en las playas normandas que hace 40 años recibieron en sus arenas a los libertadores de Europa. Las palabras de agradecimiento del anfitrión de los actos, el presidente francés François Mitterrand, incluyeron a "aquellos alemanes e italianos que jamás se dignaron inclinar la cabeza ante Hitler".
Escuchando las palabras de Mitterrand estaban las reinas de Inglaterra y de Holanda, los reyes de Bélgica y Noruega, el presidente de Estados Unidos, el primer ministro de Canadá y el gran duque de Luxemburgo.
Soldados franceses armados con misiles antiaéreos se encontraban apostados en los alrededores, dispuestos a disparar sin previo aviso sobre cualquier aparato aéreo que no contara con autorización para sobrevolar la zona.
Más de 100.000 personas, entre ilustres visitantes, veteranos, viudas, hijos de caídos y curiosos turistas, habían invadido, esta vez pacíficamente, las cinco playas en las que se desarrolló la batalla.
Ramos de flores fueron depositados durante todo el día en los cientos de tumbas que albergan los restos de los soldados y oficiales que perdieron la vida en la madrugada del 6 de junio de 1944. Se sucedieron emocionantes escenas protagonizadas por los hijos que por primera vez visitaban la tumba de su padre y por las mujeres que hasta ayer no habían pisado la tierra en la que cayeron sus jóvenes esposos.
Variopintas exhibiciones militares tuvieron lugar durante todo el día en las playas normandas, incluidos vistosos saltos en paracaídas y desfiles de sexagenarios que sobrevivieron al fuego alemán.
Al ponerse el sol, la melancolía se apoderó del singular escenario. La reina de Inglaterra había zarpado de nuevo a bordo del yate real Britannia, y los Reagan se encontraban de vuelta en Londres. Tanto Isabel II como su esposo, el duque de Edimburgo, participaron activamente en la segunda guerra mundial, ella como chófer y él en la Marina.
En cambio Reagan, que al comenzar el conflicto tenía 31 años y sufría un defecto en la vista, dedicó su tiempo a rodar en Hollywood documentales para el Ejército norteamericano. El otro gran protagonista de los actos de ayer, François Mitterrand, fue hecho prisionero y trasladado a un campo de concentración de Alemania, del que escapó en 1942 para unirse a la Resistencia.
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