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Bolivia, en la hora del desencanto

El Gobierno democrático presidido por Siles Zuazo ha sufrido un fuerte dessgasste después de año y medio

Antonio Caño

Enfrentada a la peor situación económica de su historia, con una coalición de izquierda en el poder sólo formalmente unida y un presiden te, Hernán Siles Zuazo, de 73 años de edad, que arrastra un pesado lastre de la catastrófica gestión militar y ha perdido el apoyo popular después de año y medio de gobernar sin autoridad y sin una política definida, Bolivia sufre hoy el hambre y la profunda desmoralización de un pueblo colocado ante la disyuntiva del levantamiento popular o el golpe militar. El apoyo exterior es casi inexistente, empieza a flaquear la confianza de los ciudadanos en el sistema democrático y la posibilidad de un nuevo golpe sólo queda atenuada por las últimas medidas económicas del Gobierno y el temor de los militares a que darse con la patata caliente. Un enviado especial de EL PAIS visitó recientemente Bolivia.

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A las cinco de la mañana, los bolivianos guardan largas colas ante las panaderías para comprar el escaso pan a la venta. La mitad de la harina enviada como ayuda alimentaria por Estados Unidos es desviada por funcionarios de la Administración, que la venden en Perú.Todo el sistema productivo está en quiebra. En el último año ha disminuido espectacularmente la producción de minerales, principalmente de estaño -primera riqueza natural del país-, gas natural y productos agrícolas. Sólo una de las minas de estaño, la Huanuni, se considera rentable; en las demás, el costo de la producción es, por lo general, dos veces superior al de la cotización del estaño en el mercado internacional.

El ministro boliviano de Finanzas, Flavio Machicado, que sigue todavía en el cargo, aunque recientemente presentó la dimisión por la imposibilidad de aplicar su política económica ante la presión sindical, culpa de la actual situación a los sucesivos Gobiernos militares que detentaron el poder en los últimos 11 años. "Desde la década de los setenta la economía de este país se ha sustentado en el endeudamiento y la inflación. Ahora, por primera vez, este país se encuentra sujeto a sus propias fuerzas".

Machicado, que cree que en Bolivia "se ha perdido la fe en todo y en todos", es el principal artífice de un programa económico de emergencia, puesto en marcha el pasado mes de abril, que supone la devaluación del peso en un 300%, el aumento de precios en más de un 200% y la congelación de salarios. Es un programa destinado a crear las condiciones necesarias para reanudar las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, aunque los dirigentes bolivianos no quieran reconocerlo.

Un programa de esas características era necesario, según el ministro de Finanzas, porque "esta economía ya no tiene acceso al crédito fácil, la donación cada vez es menor y, en consecuencia, no hay soporte exterior, por lo que la solución tiene que ser sobre la base de nuestra propia realidad".

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Falta de recursos financieros

Han pasado, efectivamente, los tiempos en que el Gobierno argentino concedió un crédito de 300 millones de dólares al régimen dictatorial del general Luis García Meza, el mayor narcotraficante de Bolivia, en 1980. "En este momento, todo nuestro soporte externo procede de organismos internacionales y donaciones de alimentos procedentes de Estados Unidos, pero no disponemos de recursos financieros frescos", afirma Flavio Machicado.

El Gobierno presidido por Hernán Siles Zuazo ha tardado un año y medio en afrontar seriamente 'esta crítica situación económica. Desde su acceso al poder, en octubre de 1982, la Unión Democrática Popular (UDP) ha estado dedicada a resolver la división entre los dos principales partidos que forman la coalición, el Movimiento Nacionalista Revoluciona río de Izquierdas (MNRI), de Si les, y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), del vicepresidente, Jaime Paz Zamora. En año y medio de Gobierno de la UDP se han producido cinco cambios de gabinete, sin contar los numerosos reajustes ministeriales.

Esto ha provocado el descrédito de Siles Zuazo, que ha despilfarrado el enorme capital político con el que llegó al país. Hoy, en las paredes de La Paz se puede leer la frase de "Abajo el programa hambreador de la UDP", escrita sobre otras más antiguas de bienvenida a "Siles, el presidente de la democracia boliviana". En este momento nadie duda en Bolivia que unas elecciones generales anticipadas las ganaría la derecha, ya fuese el líder del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), Víctor Paz Estensoro, o el ex dictador militar Hugo Banzer, ahora máximo dirigente de la Unión Nacional Democrática.Esta situación ha sido aprovechada y favorecida por el líder de la poderosa Central Obrera Boliviana (COB), Juan Lechín Oquendo, de 70 años de edad, que ha visto el terreno abonado para arremeter contra su enemigo tradicional, Siles Zuazo.

La actuación de la COB ha impedido la aplicación del programa económico del Gobierno y se ha convertido en una verdadera amenaza para la democracia. El diario Presencia, de La Paz, el más influyente del país, publica una sección diaria titulada Diario de huelgas, paros, emergencias y ultimátum, en la que se enumera la interminable lista de conflictos laborales que cada día se registran en el país.

Los mineros ocupan la televisión estatal y desde hace varias semanas impiden la emisión de espacios informativos en protesta por la supuesta parcialidad de las noticias. La más importante presión sindical se ha producido en el Banco Central, donde una huelga ha tenido paralizada la actividad financiera del país en los últimos 45 días.

Bolivia, en la hora del desencanto

El Gobierno de Siles Zuazo no sólo carece de autoridad moral y real para imponer su programa a las fuerzas sindicales, sino que se ha visto obligado a anunciar la suspensión del pago de su deuda exterior, que asciende a 5.000 millones de dólares, por un período de cuatro años para evitar la amenaza de huelga general que habría supuesto la caída del Gobierno y, muy posiblemente, el fin del sistema democrático.El ministro de Finanzas cree que "lo deseable hubiera sido llegar a un programa económico de emergencia mediante un pacto social". "No se ha hecho porque existen intereses más allá de los sindicales, laborales, ideológicos o políticos. Hay actitudes personales. Es una lucha de caudillos que nos está trayendo como consecuencia muchos de los problemas que hay en el país".

"La principal amenaza contra el Gobierno no viene hoy de los militares, sino del sector obrero", comentan fuentes diplomáticas extranjeras. Juan Lechín repite constantemente a los dirigentes de sus sindicatos que "este Gobierno es peor que el de Banzer".

El papel de Lechín

"Lechín es un irresponsable que estájugando con fuego", afirma un estudiante boliviano de un partido de izquierda moderada. "Lechín sabe que sólo puede mantener su carisma y su atracción casi mágica sobre los trabajadores en medio de una situación de caos político y económico y, por tanto, él provoca esta situación", añade un veterano periodista.

La interrogante inmediata es ¿qué van a hacer los militares? "Los militares están tranquilos. Como institución, no quieren tomar el poder. Han pasado una época muy dificil para lavar su imagen, y ahora saben, además, que no tienen la fórmula mágica para resolver la situación económica. Ahora bien, no se puede descartar una acción de los ofíciales marginados, ligados a Arce Gómez y García Meza". Esta opinión de una destacada fuente diplomática es compartida por la mayor parte de los observadores que pronostican, pese a todo, la supervivencia del Gobierno de Siles hasta el fin de su período constitucional, en 1986. "Yo sólo le puedo garantizar una cosa: en 1986 entregaré el poder al partido que legítimamente le corresponda", aseguró a EL PAIS el propio presidente de la República.

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