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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El viaje de Brenan

A sus noventa años y tras haber vivido seis décadas casi sin interrupción en Andalucía, Gerald Brenan ha sido trasladado a una residencia de ancianos cerca de Londres. El asunto no suscitaría más comentario si ese desplazamiento obedeciera a la voluntad del célebre hispanista, pero todos los indicios y sus mismas declaraciones allá, dando cuenta de su confusión, permiten presumir que se encuentra fuera de su casa en Alhaurín el Grande, a pesar de sus deseos. A lo largo de los sesenta años de residencia en Andalucía, ni Brenan, don Gerardo en la voz de los vecinos, ha sido un mero inquilino para los españoles, ni España ha sido un espacio pasivo para el ensayista. Toda su obra ha sido escrita en nuestra tierra y destinada prácticamente en su totalidad a hablar de la historia, los pueblos y los personajes españoles. Dos libros entrañables, Al sur de Granada y Memoria personal, valdrían como testimonio directo de las razones y emociones que le impulsaban primero a elegir y después a proseguir su vida en estos parajes. Bastaría, por otra parte, recordar la importancia política que sobre una amplia generación ha tenido dentro de nuestras fronteras El laberinto español, para concluir paralelamente la gratitud intelectual y vivencial que le deben muchos españoles.Entre las supuestas ventajas que puede ofrecerle una residencia aseada y organizada en el condado de Middlesex y las condiciones de atención en su hogar, acaso incomodado por los niños de su sobrina, con quien vivía, habría sido fácil encontrar otras soluciones menos desgarradoras. Aunque privados de vigor físico o incluso disminuidos de lucidez los ancianos no tienen por ello mermados sus sentimientos y cabe por ello preguntarse si no ha sido este traslado una gratuita crueldad que habría podido ser evitada con muy poco esfuerzo. Nunca, nadie escuchó de Gerald Brenan su deseo de abandonar España. A lo largo de más de medio siglo, viajó a otros países y regresó a un pueblo andaluz donde había hecho sus amigos campesinos, donde tenía sus libros y sus recuerdos y dónde como muchas veces repitió amaba la naturalidad de sus convecinos y apreciaba, comparandolos con Inglaterra, la comida y el clima. "¡Claro que quiero volver a Andalucía.'" , declaraba hace unos días en Inglaterra, "pero no quiero molestar a nadie".

Esta parece ser, por el momento, el evitable destino de este viejo: resignarse a un medio ahora para él extraño -tan extraño que se dirige impulsivamente a sus cuidadoras británicas en castellano- a cambio de verse compensado por la sensación de que no molestará. Las generosas palabras del alcalde de Alhaurín el Grande, ofreciendo a Brenan cuanto quiera para regresar e instalarse a su comodidad, hacen todavía más difícil de explicar cómo se ha podido violentar la paz y el deseo de un anciano. Un hombre nonagenario en fin que, si bien callado ahora para no importunar, había manifestado sobradamente, con sus gestos y la elocuencia de media docena de libros, su voluntad de aunar decididamente su vida y su memoria a la realidad de España.

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