Exigir a las figuras
La demagogia ataca de nuevo. El taurinismo y su coro se mesan los cabellos porque a una figura del toreo la pitaron en el paseíllo hace unos días en Las Ventas. Hubo pitos, en efecto (aunque pocos, tampoco se trata de exagerar) pues la afición sabía que para poder celebrarse esa corrida, los veterinarios habían tenido que examinar una veintena de ejemplares sin trapío que trataba de imponer el representante del torero. A la vista de estos antecedentes, no pretenderían que el público lo recibiera con flores.La exigencia y hasta intransigencia del público con las figuras es tan antigua como la propia fiesta, y normalmente se manifestaba con una acritud que no tenía comparación con los cuatro pitos que se escucharon en el paseíllo aludido. Por ejemplo, cuando Montero y Pedres debutaron en Las Ventas, parte de la plaza leá abroncó en el paseíllo y exhibía airadamente sus localidades, porque ese día la empresa había subido los precios.
Pero si la figura lo es de verdad, su pundonor hace que, a los pocos minutos, les aplaudan con calor los mismos que protestaban. También esto era normal. Si ahora las figuras necesitan, para triunfar, no sólo un torito a la medida de sus escasas posibilidades sino un público que se limite a aplaudir o callar, es que no son figuras ni nada.
Babelia
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