Balance de un ciclo valenciano
Iona Brown y sus muchachos, los noruegos de cuerdas plateadas -la plata convence de que el gris puede ser luminoso-, han marcado un hito formidable en el curso un tanto amorfo de este ciclo-diluvio que no acaba de redimir la sequía musical de estas tierras. La furia de Vivaldi, desatada en su Orlando furioso, el enamorado loco de Ariosto, que tanto vivaldiano desconoce, es una clave para el entendimiento del tardío barroco veneciano puesta en solfa por Harnoncourt en Viena hace una veintena de años y asumida discretamente por la Acaderny of St. Martin in the Fields, de la cual Iona Brown ha sido concertino y directora. Con su violín de carne y hueso, la Brown contagia ahora el delirio vivaldiano secundada por una comparsa noruega, devóta y al rojo. Valga la mención memorable del violonchelo, no menos obligato que el violino, parte esencial del aliento con el cual el cura del Ospedale della Pietà desmentía su estrechura de pecho.El concierto de la Rheinische Staatsorchester prometía una sinfonía de Bruckner en do menor -de sus nueve, tres corresponden a esa tonalidad- y relacionaba los movimientos de la segunda: pues bien, el digno conjunto del Rin interpretó con buena arquitectura y deficiente lirismo la Cuarta sinfonía en mi bemol mayor, romántica. En cuanto a Beethoven, la cuadrícula orquestal, congelaba el violín de Jesús Ángel García, no perfecto, pero abundante de muy bellas frases.
II Ciclo Ópera y Solistas
Obras de Mouret, Mozart, López-Chavarri, Vivaldi y Britten. Perfecto García Chornet, piano. Orquesta de Cámara La Follia. Director: Miguel de la Fuente. Día 23 de mayo de 1984. Obras de Gluck, Garcés, Llácer Pla y Chaikovsky. Ángeles Peters, soprano. Orquesta Municipal de Valencia. Director: Manuel Galduf Día 24 de mayo. Obras de Beethoven y Bruckner. Ángel Jesús García, violín. Rheinische Staatsorchester Philarmonie. Director: James Lockhart. Día 26 de mayo. Obras de Haendel, Elgar, Bach y Vivaldí. Orquesta de Cámara de Noruega. Día 28 de mayo. Teatro Principal de Valencia.
El concierto de la Municipal se fundaba sobre un in memoriam obligado, irrenunciable, en honor de Vicent Garcés, músico valenciano recientemente fallecido, auténtico y atóctono trovador de estas tierras, con canciones ácidas y desenvueltas, en el marco de la estética antisublime proclamada por Satie hace 50 años y suscrita por los seis de Francia en tomo a Cocteau. Ángeles Peters puso su segurísima voz sobreabundante en este menester. La partitura de Llácer Pla remitía a ese estilo internacional que el Stravinsky de los años 30 recabaría de la Biblia vulgata, con un sólido oficio clásico-moderno.
Babelia
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