Sino hay toros que no haya corridas
Los toros que se han lidiado en las corridas del abono de San Isidro, celebradas hasta el pasado viernes, no eran, en buen número, aptos para la lidia, y lo mismo ocurrió con gran parte de los que se vieron en la ferias de Sevilla y Valencia.
La suspensión de varios festejos de dichas ferias, por falta de toros adecuados -si tal es el caso- habría sido la única actitud honesta que hubiera cabido adoptar ante esta situación, que lesiona gravemente los intereses del público.
La imagen del toro que, a los pocos minutos de salir del chiquero, desfallece, rueda por la arena, no soporta un tercio de varas en regla, es ya habitual en todas las plazas; con la habitual excepción de las corridas de rejoneo pues en ellas, misteriosamente, el toro nunca está inválido.
Los aficionados sospechan que hay fraude, quizá una organización que lo realiza y ampara, y continuamente se oyen voces en los cosos que solicitan de la autoridad una investigación a fondo.
Desde el frente contrario, los taurinos profesionales rechazan estas acusaciones y atribuyen al deficiente estado de la ganadería de bravo la debilidad de las reses.
La verdad puede estar en una de las dos facciones, o en ambas, pues podrían coexistir la corrupción y la crisis de las ganaderías. Pero en cualquier caso, lo inaudito es que se organicen corridas desde la presunción de que las reses estarán inválidas, pues tal situación constituye una deliberada estafa al público.
Si es cierto que hay fraude, la autoridad debe proceder a su inmediata erradicación. Y si es cierto que no existen en todo el mapa ganadero toros físicamente aptos para la lidia, debe suspenderse la celebración de corridas, hasta que este problema se solucione.
Babelia
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