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FERIA DE SAN ISIDRO

Cogida menos grave de Emilio Muñoz y triunfo de Antoñete

Plaza de Las Ventas. 24 de mayo. Novena corrida de feria.Toros de Fermín Bohórquez, muy bien presentados, con excepcional casta y nobleza, pero también inválidos.

Antoñete. Pinchazo y estocada (oreja, clamorosa vuelta al ruedo y gritos de "¡torero!"). Dos pinchazos y se lesiona; pasa a la enfermería. Acaba con el toro Campano. Emilio Muñoz. Pinchazo bajo y estocada desprendida (silencio). Cogido por el cuarto. Luis Miguel Campano, que tomó la alternativa. Dos pinchazos y tres descabellos (algunas palmas). En el toro de Antoñete, cinco pinchazos y seis descabellos (silencio). Pinchazo y bajonazo (silencio). Dos pinchazos perdiendo la muleta, otro, bajonazo descarado y descabello (pitos).

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Partes facultativos. Emilio Muñoz sufre cornada en región perianal, con trayectona de diez centímetros hacia región isquiorectal, que desgarra esfinter del ano. Pronóstico menos grave. Antoñete sufre luxación de hombro derecho. Pronóstico reservado.

JOAQUÍN VIDAL

El cuarto toro hirió a Emilio Muñoz. En ese mismo toro, Antoñete se lesionó un brazo al entrar a matar. El resto de la corrida hubo de despacharlo Luis Miguel Campano, que había recibido la alternativa, y fracasó. Fracasó, principalmente, porque no supo aprovechar la clase excepcional de los toros de Fermín Bohórquez. Los Bohórquez, con trapío, encastados, bravos y nobles, compusieron una gran corrida, desgraciada por la habitual y perniciosa invalidez.

La invalidez de los Bohórquez era extraña, como casi todas las invalideces que se ven cada tarde. Saltaban enteros a la arena y al cabo de unos minutos -tres- empezaban a cojear. Pero tampoco se trataba de cojera en el sentido de que se les ponía la pata chula, sino de una especie de temblequeo o bajón lipotímico, tal como si, de repente, hubieran pillado la gripe. En el futuro, cuando uno pille la gripe, le podrá decir a la parienta: "Hoy no te doy fiesta, urí del paraíso, porque estoy tembleque como los toros de Las Ventas"; con perdón.

Particularmente llamativo era el caso del sexto, un pavo de arboladura, cuyo tranco en la carrera se apreciaba largo, equilibrado y ritmo. Tomó capotes sin novedad en la pata y poco después, cuando lo llevaban al caballo, le empezó a tremolar la fachada, de testuz a rabo. El público protestó, naturalmente, igual que había protestado durante toda la tarde. El público, que además de agitar pañuelos verdes analiza el estado de la cuestión, ya habla de mafia. Todas las apariencias son que a los toros no les ocurre nada patológico, menos aun congénito, sino, que algo les hacen. Gritó uno, desde la andanada: "¡Habeis acabado con Rumasa, pero con esto no podeis!". Era un mensaje desahogado, pero daba que pensar.

Casi toda la corrida tuvo gran nobleza, mas no se trataba de nobleza aborregada -esa sumisa docilidad que se ve en las reses otras tardes de figuras- sino de la que es propia del toro de casta. Había emoción en cada embestida y cualquier lance de la lidia llevaba implícito en peligro. Por eso se llevó la cornada Emilio Muñoz, que fue de esas que llaman "tontas". Emilio Muñoz salió ayer lesionado, como consecuencia de la cogida que había sufrido el día anterior, y quizá por esta causa perdió pie durante la brega. El toro hizo por él con fiereza, tiró el gañafón y caló. Le dicen "tonta", pero fue la clásica cornada de toro bravo, el cual pega duro y certero. No había tenido suerte Muñoz. El único toro que llegó a estoquear se rompió en varas, la sangre le manaba de las heridas a caño, y, llegó a la muleta moribundo. No le pudo hacer faena. El diestro estaba tremendamente contrariado cuando se le llevaban las asistencias, y soltaba venablos por la boca. Tiene temperamento duro, como lostoreros clásicos.

Torero clásico: ese es Antoñete. A distancia y en los medios se colocaba en su primer toro, dejándose ver, esperando la arrancada alegre, para templarla y conducirla, ¿a dónde?, a donde le diera la gana. La encastada nobleza de los Bohórquez sólo podía lucir con los toreros buenos; con los toreros caros, ¡ole!, como le llamó a Antoñete El Lupas desde el tendido 7. El ayudado arqueando la pierna, ¡ole-ole-ole!; la afición madrileña va a esculpir en bronce la pierna arqueada de Antoñete. En ligazón, el pase de la firma; en ligazón también, el trincherazo. Toda la faena fue ligada, desde luego, pero sobre todo fue torera. Antoñete, en una unidad de terreno, construía con técnicade maestro consumado un muleteo de altos vuelos, que alcanzó su cumbre en tres redondos de especial hondura en un gran cambio de mano, en un pase de pecho superior. Hubo defectos y, por ejemplo, los naturales le salieron desbaratados. Pero también tiene defectos El cuadro de las lanzas -mírese con lupa y se verá; o si no, en el vídeo-. "¡Torero, torero!", le aclamaba la afición, que se rompía las manos de aplaudir, emocionada y feliz.

En el cuarto, otro gran toro, de hermosa lámina y encastada nobleza, el maestro muleteó desigual, porque tiene atabacado el pulmón y su fuelle no está para demasiados trotes, pero también recreó estampas de la mejor tauromaquia, ahora con la izquierda. Al matar, se le averió la osamenía y el hombre era un grito, a causa del dolor agudo que le sobrevino. Periquito, que es banderillero polivalente, se metamorfoseé en traumatólogo, le dio un tirón en el brazo, y de poco se nos desmaya el maestro. En brazos se lo llevaron, entre la general consternación. Pero todos sabemos que aun hay torero, ¡torero! para rato.

Dos toros aplomados tuvo Campano, uno de ellos además probón, y al abrigo de estas dificultades, con voluntad y valentía, capeaba el compromiso de la tarde. Sin embargo, el sexto resultó de una calidad extraordinaria, y descubrió al torero, que no se acoplaba con aquella maravilla. Ese toro fue broche de lujo para la gran corrida de Bohórquez que pudo ser. Si sale sana, su bravura con el caballo, y en todos los tercios, habrían sido un espectáculo inolvidable. Pero alguien impide que el toro scá espectáculo. Al toro, pupa: eso quieren los taurinos.

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