B. B . King, el secreto está en los dedos
En un momento en el que el blues está tan devaluado entre la gente del pop y del rock, parece mentira que un bluesman nato como B. B.King tenga tal capacidad de convocatoria. Porque el público habitual del jazz acudió a la carpa del Conde Duque y fueron pocos los que se animaron a intentar -y menos los que lo consiguieron-hacer el doblete; sin embargo, el Palacio estaba lleno.El primer dato a reseñar es que B. B. King se ha preocupado por fin de cómo suena su banda. Unos cuantos cambios en la formación y algunos arreglos más pulidos han conseguido que se les pueda escuchar con gusto en vez de tener que soportar su presencia como un mal inevitable. Paradójicamente, los mejores momentos del guitarrista fueron aquellos en los que su orquestase redujo a la mínima expresión: B. B. King es el rey de los matices y sutilezas en la guitarra -de cada tres notas sólo toca dos, la otra la insinúa- y le conviene que el espacio sonoro esté despejado para poder explayarse.
Pegasus y B
B. King & his orchestra. Fiestas de San Isidro. Palacio de los Deportes, 14 de mayo.
Sonido del instrumento
Si algo define y distingue a B. B. King de cualquier otro guitarrista es el sonido que extrae de su instrumento. No necesita pedales de efectos, ni ningún otro recurso más que sus propios dedos (en cierta ocasión alguien le preguntó por qué no utilizaba nunca el bottle neck -artilugio de metal que hace sonar la guitarra al modo hawaiano-, como Muddy Waters y otros guitarristas de blues. Su respuesta, más o menos, fue: "¿Para qué?". Y tiene toda la razón). En esta última actuación en Madrid, B. B. King estuvo mucho más inspirado que en las anteriores ocasiones, permitiéndose habilidades vocales e instrumentales que parecía haber perdido hace tiempo. Es una lástima que vaya tanto de estrella porque el espectáculo se alarga a veces innecesariamente y puede resultar un poco aburrido.Pegasus fue el grupo encargado de calentar el ambiente.Tocaron temas de sus dos elepés con corrección, pero con no demasiada garra-y no por falta de volumen sonoro-, enmarcados en ese campo ambiguo que recoge influencias del pop, del rock y del jazz.
La fiesta acabó a eso de las dos de la madrugada con el tradicional reparto de púas a cargo del protagonisita de la noche. Y es que no hay rosa sin espinas ni concierto de B. B. King sin púas.
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