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Tribuna:FERIA DE SAN ISIDRO
Tribuna
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"En Madrid, que toree san Isidro"

El día 16 de mayo de 1894 -tal día como hoy hace exactamente 90 años- los diestros Guerrita y Espartero estaban en los corrales de la plaza de Madrid con el ganadero colmenareño Felix Gómez viendo los toros que matarían al día siguiente. Eran reses magníficamente pre sentadas, pero un toro, Cocinero, resultaba especialmente descarado, hasta el punto de desentonar notablemente con sus hermanos, lo cual Guerrita hizo saber al ganadero. En aque llos años quien decidía el orden de lidia era el criador, que le contestó: "No se preocupe, no va para usted"."¿Que no va para mí?" casi gritó Guerrita creyendo que se había puesto en entredicho su valor. "¡Pues sí señor, va para mí, ese toro lo mato yo!". Ante esto, se picó el amor propio de Espartero, quien en principio iba a matar a Cocinero, pero Guerrita inistió: o mataba dicha res o no toreaba. Al día siguiente, cuando salió del toril Cocinero, el público, impresionado por su extraordinario trapío, dejó escapar una exclamación rayana en el terror. Guerrita no se in mutó, e instrumentó una magnífica faena, coronada con un volapié hasta las cintas. Así era Guerrita. O por lo menos al principio...

El cordobés Rafael Guerra, Guerrita, empezó a torear profesionalmente a los 14 años (le edad, y cuando tomó la alternativa, en 1887, a los 25 años, se había hecho un diestro completísimo. Los públicos se quedaron ericantados con él: era largo, poderoso, todo lo hacía bien Su toreo alegre, bullidor, variado y atlético se basó en "sobrenaturales facultades de acero", según un observador, yen un enciclopédico conocimiento de las reses; tenía una "concepción olímpica del toreo". Cossío observó que Guerrita "recogía ínsuperablemente la tradición taurina de un siglo" y que era "uno de los dos o tres diestros extraordinarios que ha producido el arte de los toros". Con la marcha (le los dos colosos Frascuelo y Lagartijo -el primero en 1890 y el segundo en 1893- se quedó solo, sin rivales, el amo de la fiesta.

Pero a pesar de su perfección -o tal vez pre cisamente a causa de ella- la popularidad de Guerrita duró bien poco. Tenía un carácter difícil, era vanidoso, no se doblegaba ante lo qu consideró actitudes injustas del público; más de una vez se encaró con los espectadores. En una ocasión, enfrentado con el público de la capital, espetó: "¡En Madrid, que toree san Isidro!", exabrupto nunca perdonado. Durante varias temporadas, Guerrita se ausentó de la corte, y cuando se le censuró su incomparecencia en una corrida benéfica manifestó: "No toreo más en Madrid ni para el beneficio de Mana Santísima".

Guerrita también fue víctima de las excesivas pasiones de aquel entonces: hasta se vendieron folletos por la calle en campañas de desprestigio contra él. Si Guerrita cobyaba 6.000 pe:setas por corrida, era un avaro; si no toreaba en, la despedida de su maestro Lagartijo, era un ingrato; si cambiaba su cuadrilla, era un déspota, si una herida menor le impedía continuar la lidia, era un medroso. Ya sin Lagartijo, los lagartijístas -aficionados y cronistas- crearon una- enemistad entre los dos paisanos. Hasta el honrado escritor Mariano de Cavia le llamó el subcordobés.

Pero incluso sus partidarios tuvieron que reconocerle ciertos fallos: en muchas tardes, según los testigos, Guerrita, en vez de torear los toros, sólo jugaba con ellos. Un admirador incondicional como don Modesto admitió que "el tiempo de Guerrita no puede compararse en grandeza y entusiasmo con los tiempos de Frascuelo y Lagartijo"; que fue "un industrial hábil y frío calculador"; que sus enormes facultades "hacían desaparecer la emoción de la posible tragedia"; que "en Guerrita precisamente comienza la decadencia del toreo".

F. Bleu, en su magnífico libro Antes y después del Guerra (editado de nuevo el año pasado por Espasa-Calpe), es más tajante aún: acusa a Guerrita de imponer todas las comodidades posibles, desde los toros que mataba hasta los compañeros con quienes alternaba. "Con su habilidad y su maña, haciendo toda clase de concesiones viciosas ( ... ), dio al traste quizá para siempre con el toreo dramático y emotivo", escribió Bleu. ¿Cuál es la verdad sobre Guerrita? Como en muchas cuestiones vitales, tal vez nunca llegaremos a saberla a ciencia cierta.

Por fin Guerrita se cansó de luchar contra corriente. La hostilidad del público de Madrid se reflejaba en casi todas las demás plazas, y en sus actuaciónes de 1899 fue continuamente abroncado, blanco diario de naranjas y botellas. Tras torear en la feria del Pilar de Zaragoza en octubre, y sin avisar antes de su decisión, anunció su retirada.- "No es que me voy", dijo, llorando, a su cuadrilla, "es que me echan". En Córdoba, su mujer le cortó la coleta, y allí vivió el resto de su vida, comentando con amargura lo que consideró la decadencia de la fiesta. En cierto modo tenía razón: pasaría una docena de años de relativa crisis hasta la llegada de Joselito y Belmonte, aportadores de un nuevo estilo artístico. Con la marcha de Guerrita terminó no sólo el siglo, sino toda una manera de entender el toreo.

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