La ciencia en la Universidad española

El reciente congreso sobre La cultura española ante el nuevo siglo, auspiciado, al parecer, por el Ministerio de Cultura, ha sido motivo de diversas cartas dentro de esta sección. De reflejar este interés una inquietud. por parte de amplios grupos sociales por los temas científicos (y no sólo de los directamente implicados en el tema, debido a su profesión), cabría considerar este hecho como una respuesta parcial a la pregunta formulada en el transcurso de dicho congreso sobre su propia utilidad.En una contribución reciente al tema (véase EL PAIS del 28 de abril), el doctor C. Paris nos recuerda que el bagaje cultural de los licenciados en Filosofía incluye asignaturas tales como Historia de la Ciencia, Metodología Científica y Filosofía de la Ciencia. Por desgracia, tales materias guardan una relación con la actividad científica aproximadamente igual a la existente entre la asignatura de Estética y la creación artística. No conozco el caso de ningún científico en activo (supongámoslo matemático, químico, risico o biólogo para evitar prolijas definiciones popperíanas) que para ejercer con mayor o menor fortuna su oficio haya necesitado recurrir a dichos estudios, si bien pueden a menudo resultarle de interés, como tantos otros posibles temas. Sin embargo, el verdadero problema de la ciencia en España no radica en estas sutilezas universitarias, sino en la tradicional incomprensión por parte de nuestra sociedad, amante del gesto y de la elegancia verbal, hacia las tareas científicas.

Quizá una aportación interesante de los profesionales de Letras a este tema sería el recordarnos los motivos (y sus posibles remedios) por los que durante varios siglos las actividades honorables en nuestro país fueron la pluma, la espada y la religiosidad profesional, en detrimento de otros oficios que, querámoslo o no, son los que han configurado, para bien o para mal, nuestra civilización actual.