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Hombres de Gadafi se infiltran en el ejército tunecino con vistas, a la sucesión de Burguiba

IGNACIO CEMBRERO ENVIADO ESPECIAL, "Varios miles de tunecinos reciben entrenamiento militar en Libia, en campamentos que tenemos localizados", según denunció recientemente ante este corresponsal el ministro de Asuntos Exteriores de Túnez, Beji Caid Essebsi, y fuentes oficiosas vaticinaron que estos mercenarios constituirán en su día el "caballo de Troya" con el que el líder libio, Muamar el Gadafi, intentará colocar en el poder en Túnez a uno de sus aliados tras el fallecimiento del actual presidente, el octogenario Habib Burguiba. Gadafi podría así, por fin, realizar su viejo sueño de fusión entre ambos países, acordada con Burguiba en enero de 1974.

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El titular tunecino de la cartera de Exteriores se apresuro, sin embargo, ante la media docena de periodistas que recibió en su ministerio de la Alcazaba, a recordar las explicaciones que proporciona el propio coronel Gadafi a propósito del adiestramiento castrense de los tunecinos, "que les permite combatir para liberar a Palestina". Pero hasta ahora ni en ese escenario bélico ni en Chad, donde tropas libias hacen frente a los destacamentos franceses, han sido utilizados los mercenarios tunecinos.Cansados de la incesante agitación desestabilizadora del coronel Gadafi, que, con vistas a la sucesión de Burguiba, se esfuerza también por infiltrarse en el Ejército tunecino, las autoridades de Túnez se disponen a asestar un golpe psicológico a su poderoso vecino, divulgando en breve, a través de la Prensa, la confesión del jefe de los mercenarios tunecinos. Tras una estancia de varios años en Libia, este traidor arrepentido, cuyo nombre no nos ha sido comunicado, relató a los servicios de seguridad de su país el género y los objetivos del entrenamiento que le ha sido impartido del otro lado de la frontera, según reveló un alto funcionario tunecino, que prefirió permanecer en el anonimato.

Tras la 'revuelta del pan'

El último brote espectacular de tensión entre Trípoli y Túnez tuvo lugar en la noche del 7 al 8 de enero, cuando fue volado el gasoducto que enlaza la localidad argelina de Ain Amenas con el puerto tunecino de Shirra, y cuyo recorrido pasa a tan sólo dos kilómetros de la frontera con Libia. "La comisión que llevó a cabo la investigación", señaló el jefe de la diplomacia tunecina, "estableció que el comando que perpetró la acción terrorista vino de Libia y allí regresó, lo que no contribuye a mejorar nuestras relaciones con nuestro vecino oriental, aunque por nuestra parte deseamos sinceramente superar los problemas existentes".

La destrucción del gasoducto se produjo nada más terminar la famosa revuelta del pan, cuando el Gobierno intentó reducir sus subvenciones (42.000 millones de pe setas en 1984) para este alimento básico, duplicando su precio de venta. Miles de tunecinos descontentos se echaron a las calles, enfrentándose, primero, con las fuerzas de orden público, y despué, con el Ejército, con un saldo de varias decenas de civiles muertos. Aunque la Prensa local acusó a Libia de fomentar los disturbios, el primer ministro, Mohamed Mzali, aseguró a este corresponsal que "aquellos hechos no tenían ninguna ramificación exterior" y Gadafi no fue oficialmente responsabilizado de lo sucedido. "Nuestras relacion es con el vecino", añadió Mzali, "son mejores que las de Londres con Trípoli".

Sabotaje del gasoducto

El sabotaje del gasoducto si suscitó, en cambio, una enérgica protesta de Túnez ante Libia, inmediatamente respaldada por Argelia -principal perjudicado por la interrupción parcial de sus exportaciones de gas-, a la que el coronel libio contestó contraatacando y destacando a finales de enero a Túnez a su ministro de Exteriores, Abdelaati Obeidi, que exigió la clausura de la sede política de la Organización para la Liberación de Palestina, instigadora, según Gadafi, del atentado que costó la vida a su embajador en Roma, Amar Mejtar el Taggazi.

Essebsi, que casi echó de su despacho a su interlocutor, nos aseguró que Túnez "no tenía miedo de Libia, porque, en última instancia, somos siete millones de tunecinos frente a tan sólo millón y medio de libios, y aunque dispongan de armas más sofisticadas, el factor demográfico también cuenta".

El jefe de la diplomacia tunecina confesó, sin embargo, que el Gobierno del que forma parte desarrollaba una política preventiva frente a Libia para evitar que se reproduzcan sucesos similares a los de Gafsa, localidad meridional de Túnez, que fue tomada en 1980 por opositores tunecinos procedentes del territorio libio.

La prevención tunecina se ha concretado también, según fuentes diplomáticas, en un.estrechamiento de lazos con Argelia. Desde que hace 14 meses ambos países firmaron un tratado de "hermandad y concordia", las visitas ministeriales se han multiplicado, e incluso durante la revuelta del pan, el presidente argelino, Chadli Benyedid, telefoneó a su homólogo tunecino para proponerle ayuda logística para acabar con la rebelión, al tiempo que le garantizó que Argelia protegería la frontera occidental de Túnez si se veía obligado a retirar a sus tropas de allí para defenderse más al este de Libia.

"La mejora de nuestras relaciones con Árgelia no es coyuntural", explica, visiblemente satisfecho, Essebsi. "Se debe a que con ese país hemos logrado resolver nuestros probleinas".

Más allá de su deseo de impedir cualquier interferencia Libia en el delicado proceso de sucesión del jefe del Estado de uno de los dos países más pequeños del Magreb, el Gobierno argelino tiene otros motivos de queja ante Gadafi: la distribución en su país de octavillas impresas en Libia del movimiento integrista argelino hospedado en Trípoli Adana al Islamia y la ayuda otorgada al ex presidente argelino Ahmed ben Bella.

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