Lo mejor es danzar
En la sala de baile las parejas se buscan, se investigan, se conocen, se aman y se olvidan. Pasa el tiempo, y la situación vuelve a ser la misma. Allá donde exista un lugar para el encuentro y la música aparecerán de nuevo las mismas ilusiones e idénticos desencantos, los amores furtivos y otros más prolongados, las ingenuas y los expertos, las mujeres y hombres que no conocen otra forma de contacto que ese lugar, ni otra forma de justificar su abrazo que seguir el compás de la melodía de moda.La sala de baile, película franco-italo-argelina, dirigida por Ettore Scola, que obtuvo en el último festival de Berlín el Oso de Plata a la mejor dirección, y que recientemente fue nombrada candidata al Oscar a la mejor película de habla no inglesa, es un filme sin palabras en el que las imágenes van describiendo ese paso del tiempo, la constante relación entre la música y la vida. Cada época se definió en sus melodías. Durante el frente popular, la alegría de su esperanza y ese ingenuo pero vivo amor por la libertad combinaron en las canciones de amor la picardía con el sentimentalismo, el sexo con la ilusión de un romance. En los cuarenta, la guerra tradujo esa esperanza en patriotismo y la música norteamericana en símbolo de libertades. La posguerra apuntó su toque de tragedia animando a la evasión, y luego ya las canciones italianas, el ritmo brasileño y la revolución del rock fueron marcando los pasos de un siglo que no ha tenido tiempo de acostumbrarse a sí mismo.
La sala de baile (Le bal)
Director: Ettore Scola. Guión: Ruggero Maccari, Jean-Claude Penchenat, Furio Scarpelli y Ettore Scola. Fotografía: Ricardo Aronovich. Dirección musical: Vladimir Cosma. Intérpretes: la Compañía de Theatre du Campagnol. Franco-italo-argelina, 1983. Local de estreno: Alphaville.
Ettore Scola ha querido reflejar esos cambios en una película que retrata con intermitente brillantez el espectáculo teatral del grupo Campagnol Le bal, que obtiene desde hace tres años éxitos importantes. Los mismos actores repiten ante la pantalla sus danzas y humoradas: todos hacen un espléndido trabajo, aunque, en honor a la verdad, resulte en ocasiones inverosímil que mujeres de cierta edad compongan personajes adolescentes. Lo que en el teatro puede ser aceptado, se denuncia en los primeros planos del cine, exigiendo una complicidad no siempre fácil.
Aciertos teatrales
En cualquier caso, la película disfruta de los mismos aciertos del montaje teatral, desarrollados inteligentemente por Scola, pero también de su ligera monotonía: en ciertos fragmentos, como los que se refieren a la imitación de Fred Astaire y Ginger Roger, a los años cincuenta o a mayo del 68, las situaciones se hacen previsibles, poco estimulantes.Quizá La sala de baile sufre los vaivenes de la época que cuenta, porque a esos fragmentos se enfrentan otros muy sugestivos, resueltos con humor y a veces con cierta amargura: la presentación de todos los personajes, el regreso del frente de un bailarín que quedó cojo, las referencias a los mitos del cine francés, la descripción de un trepa que sabe de qué vestirse en cada época... Se trata, evidentemente, de un filme original, y no sólo por la ausencia de palabras cuyo reto estético no es tan importante.
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