El 'bunker' secreto de Winston Churchill
Cuarenta años después, el refugio londinense del que fuera primer ministro británico abre sus puertas al público
En el sótano de un edificio gubernamental, protegido por un techo de cemento de un metro de grosor, el primer ministro británico, Winston Churchill, dirigió las operaciones de la segunda guerra mundial, a salvo de los bombardeos alemanes que asolaban Londres. "Sin estos cuarteles espartanos, la libertad hubiera muerto", ha dicho Margaret Thatcher al' visitar el recinto.
Salvo para quitar el polvo acumulado en cuatro décadas, nadie ha tocado nada en el bunker en el que Winston Churchill se protegió contra los bombardeos alemanes y donde tomó alguna de sus decisiones más importantes.El Gabinete de Guerra del primer ministro británico ha permanecido olvidado y cerrado durante todo este tiempo, pero ahora, y tal vez para conmemorar el 40º aniversario del Desembarco de Normandía, que se celebra este año, las autoridades han decidido abrirlo al público. Todo está exactamente igual como quedó el día de 1945 en que Churchill decidió volver a sus oficinas normales en el número 10 de Downing Street.
Una revista con la foto de Vivien Leigh y Laurence Olivier olvidada en un rincón, trozos de azúcar cuidadosamente guardados en un cajón, lápices despuntados... todo ayuda a conservar la impresión de que los moradores del bunker han salido apresuradamente con la intención de volver..
Casi inmediatamente después de declararse la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill se trasladó, con un equipo de ayudantes, a un sótano de un edificio gubernamental situado en Great George Street, a pocos pasos de su residencia habitual. Allí, bajo un metro de cemento armado, el primer ministro convocaba a su Gabinete de Guerra, conferenciaba con los jefes de su, staff militar, hablaba largamente por teléfono con el presidente norteamericano, Roosevelt y contemplaba en varios mapas los avances y retrocesos de los frentes.
En total, el bunker -el lugar más secreto de Gran Bretaña durante la guerra- cuenta con 19 habitaciones. En una de ellas se instaló un pequeño dormitorio, con alfrombras beige, para el primer ministro, pero Churchill no quiso prácticamente nunca quedarse a dormir bajo tierra. Tal vez padecía un poco de claustrofobia-, porque pese a los consejos de sus asesores siempre quiso volver a la superficie para pasar la noche. "Sólo durmió aquí en tres ocasiones", explica uno de los conservadores del bunker, "y uno de los principales problemas era que el cuarto de baño era muy primitivo".
Una de las habitaciones más importantes es el "Cuarto del Teléfono Trasatlántico". Sólo el propio Churchill y su secretario privado podían entrar en él. Allí se encontraba el teléfono de línea directa con la Casa Blanca. Cuando el primer ministro entraba, cerraba la puerta y pasaba el cerrojo. Para indicar que estaba dentro no se encendía ninguna luz roja, simplemente se leía un pequeño cartel que decía ocupado. El cerrojo era del mismo tipo que los utilizados en lavabos públicos.
En el "Cuarto del Gabinete", donde se celebraban las discusiones con los ministros, se distingue fácilmente el lugar que ocupaba Churchill: todas las sillas en torno a la mesa son metálicas, salvo una mucho más cómoda. Cerca hay un cenicero, para que Churchill pudiera apoyar sus famosos puros habanos. En el "Cuarto de los Mapas" quedaron abiertas algunas cajas con alfileres de colores. En las paredes están todavía los gran des mapas con pequeños puntos amarillos, rojos o azules que indicaban la situación en los frentes.
Winston Churchill y sus ocho miembros del Gabinete de Guerra celebraron en estas habitaciones más de 100 reuniones, afirma el responsable de la conservación del bunker. Fue allí, protegido contra las oleadas de bombardeos alemanes, donde el primer ministro conoció los avatares de la Batalla de Inglaterra y, probablemente, donde dio los últimos toques a_su famoso discurso augurando a sus conciudadanos sangre y lágrimas. El bunker era lo suficientemente espacioso como para albergar a unas 50 personas, desde los miembros del staff personal de Churchill hasta las secretarias, e incluso algún cocinero que preparaba comidas rápidas. Muchos de ellos dormían en habitaciones situadas en un piso superior del mismo edificio, una construcción de piedra gris.
"Estos cuarteles espartanos continúan trayéndonos, a través de las décadas, la memoria de hombres y mujeres que trabajaron aquí, famosos y desconocidos, y sin los cuales la libertad hubiera muerto", afirmó la primera ministra, Margaret Thatcher, en el acto oficial de inauguración. A su lado estaba un niño de ocho años que miraba todo con asombro. Era el bisnieto de Churchill, invitado especialmente a la ceremonia.
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